Lecciones de ecología en el centro penitenciario lucense de Monterroso

Finalizado el período lectivo, el Director de la Escuela de Adultos, Pedro Cantero, sigue coordinando las labores propias de una huerta en la que los reclusos cultivan infinidad de productos
Lecciones de ecología en el centro penitenciario lucense de Monterroso
Lecciones de ecología en el centro penitenciario lucense de Monterroso
06-07-2017
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A pesar del parón lectivo, la Escuela de Adultos del Centro Penitenciario de Monterroso (Lugo), que dirige Pedro Cantero, lejos de echar el cierre por vacaciones, prosigue con su frenética actividad ambiental en la que colaboran diversos reclusos que ya dedican parte de su vida a los menesteres  propios de una huerta ecológica que, a día de hoy, se sitúa en el pódium de la sostenibilidad.

El empeño de la institución por continuar siendo todo un referente en la protección del entorno, le ha llevado a intensificar esfuerzos, incluso en época estival. “La meteorología, tan cambiante, nos obliga a estar atentos y no bajar la guardia para evitar que nuestra cosecha corra riesgos”, precisa Cantero con humor.

MUCHA PEDAGOGÍA

A pesar de que el curso académico concluyó el pasado 23 de junio, el Director del centro educativo permanece a pie de obra para coordinar las labores de sus  pupilos y lograr que las múltiples variedades de verduras y hortalizas que plantan prosperen adecuadamente. “En realidad, no se trata tanto de producir, sino de aprender a producir”, manifiesta con humildad. Y es que, más allá de las propias labores de cultivo, detrás de esta actividad existe un loable fin: la reinserción social. Aprender a trabajar exige planificación, colaboración, entusiasmo, ilusión, compañerismo y grandes dosis de paciencia. Ni siquiera en vacaciones quiere dejar solos a los internos, consciente de que se trata de un proyecto en el que todos han puesto grandes expectativas y en el que su esfuerzo diario se ve recompensado con el nacimiento, crecimiento y maduración de magníficos productos que ven la luz en forma de tomates (más de nueve variedades), pimientos, lechugas, escarolas, cebollas y ajos.

Pero la larga lista de artículos no se queda aquí. “Este mes hemos trabajado semilleros de brócoli, coliflor, col de bruselas, romanesca y lombarda, que ya hemos plantado en tierra; productos en los que estamos viendo su evolución en función de la fase lunar en la que se plantan”. Han descubierto que las fases lunares son esenciales y, aunque siguen la sabiduría popular, lo cierto es que están intentando buscar una base científica que corrobore sus teorías. “Ahora queremos ver cómo se comportan determinados productos de huerta en menguante, ya que creemos que en creciente se desarrolla mucho la planta, pero no tanto el fruto”, manifiesta  desde la seguridad que da la experiencia.

Los cinco internos se levantan cada día con el anhelo de ver prosperar su cosecha y ensayar distintas técnicas que les permitan obtener los mejores resultados y el máximo rendimiento. Es el ensayo la demostración palpable del esfuerzo y el ansia de ver los frutos de una labor en la que ponen gran empeño.

El huerto ecológico del penal de Monterroso se acomoda en el interior de un invernadero, construido también por los reclusos, fabricado con miles de botellas plásticas vacías de agua. Un verdadero espectáculo de color que aportan unos materiales de desechos que han cobrado una nueva vida a través de la reutilización.

EL RECICLAJE COMO TELÓN DE FONDO

Para abonar la tierra utilizan el compost que fabrican en cuatro compostadores cedidos en su momento por Sogama, depositando en los mismos la materia orgánica producida en el comedor de la institución y que, tras un proceso de fermentación controlada, se transforma en un abono natural de alta calidad que da vigor a las plantas, aportándoles nutrientes esenciales para su crecimiento.

Tal es y ha sido la labor realizada por la institución en este sentido, que incluso ha publicado un libro “El huerto ecológico” a través del cual se dan verdaderas lecciones de sostenibilidad.

Pero el trabajo bien hecho se ha ido expandiendo al resto del centro penitenciario y ya son 12 los compostadores que están operando en distintos módulos y que son gestionados por 20 internos que también se ocupan de las tareas propias de otros tres pequeños huertos.

Cantero, aunque entusiasmado con esta iniciativa, promete ir más allá y, de cara al próximo curso ya tiene en mente un nuevo proyecto ambiental que, al igual que éste, será también pionero en los centros penitenciarios de España  dado su carácter innovador y, sobre todo, su carácter formativo para una vida que espera más allá de las rejas.

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