Cogersa: futuro motor de la economía circular del Principado de Asturias

Así lo ha expresado el presidente del Principado, Adrián Barbón

El presidente del Principado, Adrián Barbón, ha subrayado que el Consorcio para la Gestión de Residuos Sólidos de Asturias (Cogersa) tiene el desafío de convertirse en la locomotora de la energía circular en Asturias.

El jefe del Ejecutivo, que ha participado en los actos conmemorativos del 40 aniversario del consorcio público, ha señalado que Cogersa es la "baza de Asturias para sacar el máximo provecho posible a los fondos europeos vinculados a la economía circular".

A continuación, se reproduce la intervención íntegra del presidente del Principado:

 

"Acto conmemorativo 40 años de Cogersa

El 40º aniversario del Consorcio para la Gestión de los Residuos en Asturias es el recordatorio de un acierto. Siempre es una satisfacción participar en un acto que conmemora un éxito, y más cuando ese logro se proyecta hacia el futuro, porque Cogersa está llamada a convertirse en el motor de la economía circular en el Principado. Además, estamos ante uno de los mejores ejemplos de la evolución de la Asturias autonómica.

La ambición de este discurso es resumir todo lo que ha supuesto, supone y supondrá Cogersa. Es un ejercicio difícil, pero merece la pena intentarlo.

Digamos que en un principio fue el verbo, y el verbo era “tirar”, tirar la basura. Y es que, en efecto, la basura se tiraba, se amontonaba en lomas y valles sobrevolados por gaviotas o se desperdigaba por escombreras y vertederos piratas repartidos por doquier, más de uno a las orillas de nuestros ríos arteriales.

La basura se tiraba porque no cabía otro destino. Así que el proyecto germinal de Cogersa fue la creación del Vertedero central de Asturias en el Valle de Zoreda, que comenzó a hacerse realidad en 1984. En un principio, se consorciaron 11 ayuntamientos, pocos años después, el número se elevó a 73 concejos y hoy agrupa a los 78 municipios asturianos. Luego volveré sobre esta unanimidad, porque es una de las paredes maestras del relato.

Una de las primeras consecuencias beneficiosas fue la clausura de los vertederos urbanos y la progresiva erradicación de los piratas. Sin Cogersa, la postal del paraíso natural que identifica Asturias sería un imposible. Al paisaje que se divisa tras los tres arcos prerrománicos habría que añadir pilas desperdigadas de deshechos.

Aquel vertedero inicial, ampliado sucesivamente en 2005, 2010, 2016 y 2020, ocupa hoy una extensión equivalente a 100 campos de fútbol y esconde, como si fueran vetas de mineral, residuos enterrados a 80 metros de profundidad. Todo, con las consecuentes molestias al vecindario de los pueblos y parroquias cercanos: Serín, Campañones, Tamón, Ambás y Villardeveyo. Este acto es una buena ocasión para volver a agradecer su generosidad y su solidaridad.

Pero, en tanto, los verbos habían ido cambiando. Desde que en 1988 se colocaron los primeros contenedores de vidrio, empezó a hablarse de separar y reciclar. Primero, de forma tímida, como un susurro; después, como un deber cívico a cuya comprensión han contribuido no poco las propias campañas de Cogersa; y desde que el pasado mes de abril se aprobó la Ley estatal de residuos para una economía circular, separar para reciclar es ya una obligación normativa. Al fin y al cabo, la humanidad ocupa “una sola tierra”, como nos recordaba el lema del Día Mundial del Medio Ambiente celebrado el pasado 5 de junio.

En las familias ya no sólo se discute por quién baja la basura –uno de los debates cotidianos de cada tarde- sino también sobre si se han separado bien los residuos para que puedan ser reciclados. La regla de las tres R –reducir, reutilizar y reciclar- se ha popularizado entre las generaciones más jóvenes, probablemente las más sensibilizadas ante los problemas medioambientales.

Aprovecho para hacer un llamamiento para intensificar el reciclaje. Hemos mejorado mucho, pero aún andamos lejos de las cotas marcadas por la Unión Europea. Para superarlas hace falta un compromiso colectivo de administraciones, empresas y la sociedad en general. Todos y cada uno somos responsables de cuidar nuestro planeta.

La historia de Cogersa es la de una adaptación continua, por lo habitual con notable adelanto, a esa nueva exigencia social. Los sucesivos estadios incluyen la recogida selectiva y la construcción de plantas de clasificación de envases, la especialización en el tratamiento de residuos peligrosos, la construcción de instalaciones de compostaje y biometanización y, ahora mismo, la construcción de la nueva planta de clasificación de basura bruta (traducido al lenguaje común, los residuos mezclados que echamos dentro de la bolsa negra). Una inversión de 60 millones que entrará en funcionamiento en 2023, multiplicará la capacidad de reciclaje y reducirá sólo al 10% la cantidad que se deposita en el vertedero.

Que me perdonen quienes conocen al detalle la historia del consorcio: a buen seguro habré olvidado más de un hito en esa evolución. Son los errores propios del que quiere abarcar mucho.

A lo largo de todos estos años, Cogersa también estuvo sometida a auténticas pruebas de estrés, como las que dicen que se aplican a los bancos: la crisis de las vacas locas, el desastre ambiental causado por el hundimiento del Prestige, o la generación extraordinaria de residuos sanitarios en la pandemia de covid. En todas ellas, ha estado a la altura e, incluso ha salido reforzada.

El relato podría concluir aquí, con un final feliz, aplausos para los gestores y vivas para el consorcio. Pero quedaría muy incompleto, porque sólo habríamos hablado del pasado y del presente inmediato, cuando a Cogersa le aguarda un desafío de futuro: convertirse en la locomotora o la nave capitana –elijan la metáfora que prefieran, la ferroviaria o la náutica- de la economía circular en Asturias y una de las referencias nacionales de ese potente vector de desarrollo.

De nuevo, vuelvo al lenguaje. Hemos pasado de tirar a reducir, reutilizar, separar y reciclar al compás que va marcando la conciencia medioambiental. Pero en los últimos años ha sucedido un cambio trascendental. La protección del planeta ha pasado de ser una bandera ecologista a un mandato de solidaridad con las próximas generaciones, cuando no de propia supervivencia. La consecuencia es un nuevo paradigma económico que se designa con dos palabras: verde y digital.

Para que nos entendamos, en los próximos años el crecimiento se basará en esos dos adjetivos. Ahí encaja de pleno, como un guante a una mano, la economía circular. Esa es la explicación de que el Gobierno de España haya preparado un PERTE específico con cargo a los recursos Next Generation que prevé inversiones por 492 millones y movilizar 1.200 millones entre recursos públicos y privados; cantidad a la que hay que añadir otros 591 millones entregados a las comunidades autónomas para la mejora de la gestión de los residuos. Pues bien, este patrimonio colectivo que se llama Cogersa es la gran baza de Asturias para sacar el máximo provecho posible a los fondos europeos vinculados a la economía circular.

He hablado de patrimonio colectivo con intención. El localismo exacerbado siempre dificulta el logro de objetivos comunes. Cogersa –al igual que Cadasa o el Consorcio de Transportes- es una muestra de colaboración leal entre administraciones que ha redundado en beneficio de toda la comunidad autónoma: de la capacidad financiera de los ayuntamientos, de la buena gestión de un serio problema ambiental y, como acabo de exponer, de las posibilidades de desarrollo económico del Principado. Cuando algunos debates se encastillan en posiciones localistas, volvamos la vista hacia los consorcios. Son la prueba de que la cooperación siempre es preferible al individualismo. Con Cogersa ganamos todos.

Toda esta historia tiene sus protagonistas. Al término de esta intervención, algunos no pueden faltar en los títulos de crédito. En primer lugar, quienes habitan las parroquias colindantes al vertedero. Y luego nombres propios, como los primeros presidentes de la entidad (Arturo Gutiérrez de Terán, Bernardo Fernández, María Luisa Carcedo) o los gerentes (Santiago Fernández o Paz Orviz). También, por supuesto, los trabajadores y trabajadoras de Cogersa, que prestan con diligencia este servicio público tan esencial y en ocasiones tan poco visibilizado. A todos y todas, muchas gracias.

A nosotros, nos queda seguir conjugando bien los verbos del porvenir. Reducir, reutilizar, reciclar y, sobremanera, contribuir a la construcción de la Asturias verde y digital, con Cogersa en la vanguardia de la economía circular en España".

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