Día Mundial del Medio Ambiente

No hay vida sin tierra, ni futuro sin restauración

Con motivo del Día Mundial del Medio Ambiente, instamos a gobiernos, empresas y ciudadanía a repensar comportamientos y redirigir esfuerzos para revertir la degradación de la tierra, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia a la sequía

La supervivencia de la humanidad está estrechamente vinculada con la salud de la tierra: campos de cultivo, bosques, pastizales, turberas e incluso montañas nos proveen de los bienes y servicios esenciales para la civilización; y a su vez, se apoyan en ecosistemas acuáticos, como océanos, ríos y lagos, que sustentan los ciclos hídricos vitales para la fertilidad del suelo. Sin embargo, los ecosistemas de todo el mundo corren un grave peligro. Los actuales patrones insostenibles de producción y consumo están desencadenando una triple crisis global que incluye contaminación, cambio climático y pérdida de biodiversidad; convirtiendo tierras sanas en desiertos y ecosistemas prósperos en zonas muertas.

En el Día Mundial del Medio Ambiente y como cada 5 de junio desde 1973, la efeméride encabezada por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), se convierte en una plataforma mundial eficaz para inspirar un cambio positivo, fomentar la conciencia ambiental y estimular la acción de gobiernos, empresas y ciudadanía en favor del medio ambiente.

 

"Los gobiernos y las empresas tienen un papel destacado para revertir el daño infligido a la Tierra, pero también la gente corriente tiene una función vital que desempeñar en la restauración, crucial para nuestro futuro como especie", afirma Bruno Pozzi, Director Adjunto de la División de Ecosistemas del PNUMA.

 

Este 2024, el mensaje para el Día Mundial del Medio Ambiente se centra en cómo revertir la degradación de la tierra, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia a la sequía, bajo el lema “Nuestras Tierras. Nuestro Futuro. Somos la #Generación Restauración”.

 

“Somos la primera generación que comprende a fondo las inmensas amenazas que ciernen sobre la tierra y puede que la última capaz de revertir el rumbo de la destrucción”, apunta Elizabeth Mrema, Directora Ejecutiva Adjunta del PNUMA.

 

La capacidad de la tierra para sostener ecosistemas, agricultura y comunidades está en declive, lo que se traduce en cosechas perdidas, escasez de agua, economías debilitadas y comunidades en riesgo. En este contexto, el proceso de recuperación de los espacios naturales o restauración de los ecosistemas es “más urgente y necesario que nunca”, opinan desde el PNUMA.

 

Magnitud del problema

Sin embargo, enfrentar este desafío no será tarea fácil, teniendo en cuenta las alarmantes cifras, que revelan que en la actualidad más de una quinta parte de la superficie terrestre está degradada (unas 2.000 millones de hectáreas), y cada año se pierden unas 12 millones de hectáreas adicionales. Esta degradación afecta a 3.200 millones de personas, representando el 40% de la población mundial, y perjudica especialmente a las comunidades rurales, pequeños agricultores y pobres, influyendo de manera desproporcionada a mujeres y jóvenes.

Además, cada año 55 millones de personas se ven directamente afectadas por las sequías, que son el mayor peligro para el ganado y los cultivos a nivel mundial. Desde el año 2000, la frecuencia y duración de las sequías han aumentado un 29%; y si no se toman medidas urgentes, más de tres cuartas partes de la población mundial podrían verse afectadas por las sequías para 2050.

La degradación de la tierra, la desertificación y la sequía tienen, por tanto, consecuencias devastadoras para el medio ambiente y para la humanidad, con problemáticas que afectan gravemente al suministro de alimentos y agua, y ponen en peligro al ganado y los cultivos en todo el mundo. Se estima cada año se pierden 12 millones de hectáreas de tierra capaces de producir 20 millones de toneladas de grano debido a la sequía y la desertificación, lo que implica que la productividad alimentaria pueda verse reducida en hasta un 12%, provocando un aumento significativo en los precios de los alimentos.

Esto se traduce en implicaciones económicas igualmente severas. Se estima que para 2050, la degradación de la tierra y la sequía habrán costado a la economía mundial 10 billones de dólares en PIB. También, a medida que se agrava la crisis climática y disminuyen los servicios de los ecosistemas, los derechos humanos fundamentales a la vida, la salud, la alimentación, el agua y un medio ambiente sano se ven amenazados, lo que fuerza a las personas a abandonar sus tierras debido a la imposibilidad de ganarse la vida dignamente. De hecho, se estima que la degradación de la tierra y la sequía podría obligar a emigrar a 135 millones de personas.

Asimismo, la competencia por los recursos escasos entre diferentes grupos comunales, como agricultores y pastores, exacerba los conflictos sociales y la violencia. Por último, la degradación de la tierra interrumpe los procesos naturales del planeta, causando erosión del suelo y escasez de agua potable; y también está precipitando a un millón de especies hacia la extinción.

 

Llamada a la acción

Para revertir esta situación, el PNUMA propone adoptar un enfoque integral que permita abordar estos problemas de manera inmediata y efectiva, abarcando diversas estrategias clave. En primer lugar, para potenciar la producción de alimentos mediante la restauración, debemos garantizar la sostenibilidad en la agricultura. Gobiernos y sector financiero deben apoyar prácticas agrícolas regenerativas, reorientando las subvenciones hacia métodos sostenibles y ofreciendo apoyo a pequeños agricultores. Las empresas agrícolas, por su parte, pueden adoptar cultivos resistentes al clima y gestionar mejor los pesticidas, mientras que los consumidores pueden contribuir optando por dietas sostenibles, entre otras medidas.

También es crucial para este fin, salvaguardar los suelos, manteniéndolos sanos para la biodiversidad y la mitigación del cambio climático. Para ello, se recomienda la labranza cero, el uso de compost y técnicas de riego eficientes. Los individuos pueden hacer su parte compostando desechos orgánicos. En tercer lugar, la protección de los polinizadores emerge como estrategia vital. Reducir los pesticidas y conservar los hábitats de los polinizadores, plantando flores autóctonas y creando espacios verdes, ayuda a proteger a estos organismos esenciales para la agricultura y la biodiversidad.

Por otro lado, para revitalizar los ciclos y las fuentes de agua se propone la restauración de los ecosistemas de agua dulce, esto es, mejorar la calidad del agua y restaurar ríos y humedales, eliminando especies invasoras y replantando vegetación autóctona, además de innovar en la gestión de aguas residuales. También, en las zonas marinas y costeras es fundamental restaurar los ecosistemas, como manglares y arrecifes de coral y reducir la contaminación. Rediseñar productos plásticos para su reutilización y reciclaje también es una acción clave en estos entornos.

Como tercer gran pilar, se plantea el devolver la naturaleza a nuestras ciudades, que pueden desempeñar un papel importante en la restauración de las tierras al reverdecerse. Esto será posible mediante la creación de bosques urbanos, la conservación de masas de agua y la instalación de tejados y jardines verticales, acciones que mejoran la calidad del aire y aumentan la biodiversidad urbana.

Además, el PNUMA insta a generar financiación en favor de la restauración, y advierte de que se necesitan mayores inversiones en soluciones basadas en la naturaleza. Los gobiernos y el sector privado deben financiar sistemas de alerta temprana y actividades de restauración, y los individuos pueden apoyar financieramente a través de donaciones y crowdfunding. En este sentido, el Secretario General del PNUMA, António Guterres apunta que “debemos aumentar drásticamente la financiación para ayudar a los países en desarrollo a adaptarse a los fenómenos meteorológicos violentos, proteger la naturaleza y apoyar el desarrollo sostenible”.

 

“La inacción es demasiado costosa, pero una acción rápida y eficaz tiene sentido desde el punto de vista económico. Cada dólar invertido en la restauración de los ecosistemas genera hasta treinta dólares en beneficios económicos”, asevera Guterres.

 

Por último, el PNUMA destaca la importancia de colaboración, e incide en que solo será posible hacer frente a la amenaza existencial de la sequía y la desertificación si trabajamos "codo con codo".

 

“Si atraemos e involucramos a las personas adecuadas, seremos capaces de impulsar el cumplimiento de los compromisos adquiridos por los gobiernos, las organizaciones intergubernamentales y las empresas en favor de un clima estable, una naturaleza sana y un planeta sin contaminación”, concluyen.

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