Biorrefinerías para apostar por un futuro circular sin residuos

Autor/es
Patricia Ruiz Guevara
Publicado en
10-01-2023

En 2022, el Día de la Sobrecapacidad de la Tierra llegó el pasado 28 de julio, según la organización Earth Overshoot Day. Esa fecha marca el momento en que la humanidad ha agotado los recursos naturales generados por el planeta disponibles para todo el año. Desde la década de 1970, sigue una tendencia peligrosa: cada vez llega antes. Consumimos por encima de las capacidades de un ecosistema al que exprimimos y dejamos en números rojos. ¿No sería importante poner esfuerzos en aprovechar esos recursos al máximo?

Según la primera acepción del diccionario de la Real Academia Española, 'aprovechar' significa "emplear útilmente algo, hacerlo provechoso o sacarle el máximo rendimiento". En ese camino en la búsqueda del máximo aprovechamiento, entran todos los sectores y todos los ejemplos; por ejemplo, la industria del papel.

Antes de unirse a Cefic (Consejo Europeo de la Industria Química), el mánager de un grupo sectorial dedicado a productos químicos de origen biológico, Bernard de Galembert, trabajó en la Confederación de Industrias Papeleras Europeas (CEPI), desde donde se apoya la transformación de la industria europea de la pulpa y el papel como parte integral de la bioeconomía. "Si cogemos madera del bosque y solo utilizamos la celulosa para hacer pulpa y papel, ¿qué hacemos con el resto? En instalaciones monoproducto así se tira más del 40% de la madera", explica De Galembert.

La solución tiene un nombre: biorrefinería. "Es como en un modelo de granja: en el cerdo damos valor a todas las partes y no desperdiciamos nada, no hay residuos. Con la biorrefinería lo que hacemos es valorar todo lo que hay en la biomasa lo mejor posible", detalla el experto.

Este tipo de instalaciones se alzan como un elemento clave hacia la circularidad para optimizar el consumo energético y de materiales, y hacer del prefijo bio- un imperativo: biorrefinería, biomasa, biocombustibles, bioproductos. En España y Europa se pone el acento en proyectos punteros para desarrollar todo su potencial y tratar de solventar los retos de su escalado.

 

Estas instalaciones tienen el potencial de cerrar el círculo de la biomasa y generar biocombustibles y bioproductos de valor añadido. Proyectos como CLaMber, URBIOFIN y Fraction buscan pasar de la demostración al escalado en un mapa europeo de biorrefinerías creciente, en el que cada escenario tiene sus propios retos, pero donde hay un objetivo común: residuo cero, sostenibilidad y autosuficiencia.

 

 

Biomasa de todo y para todos

"Una biorrefinería es una instalación análoga a una refinería de petróleo, pero se utiliza otra materia prima, la biomasa, para obtener por un lado energía y por otro un amplio abanico de bioproductos, que pueden ir desde materiales a nuevos productos químicos o incluso alimentos", define Cristina González, secretaria técnica de la Plataforma Tecnológica Española de Química Sostenible SusChem-España.

Para conseguir ese salto de la biomasa a la bioenergía y a los bioproductos pueden emplearse distintos procesos: físicos, químicos, termoquímicos y biotecnológicos; dentro de estos, hay multitud de subcategorías.

Por su propia conceptualización, las biorrefinerías tienen un papel fundamental en la economía circular y la transición de fósiles a renovables, expone González: "Si queremos ser más eficientes en el uso de los recursos, una de las opciones es utilizar los residuos (en forma de biomasa) como nueva materia prima". Lo de usar y tirar, se tiene que acabar. Usar residuos de tipo biomasa disminuye el impacto en el medio ambiente, rebaja la emisión de contaminantes y reduce la emisión de productos peligrosos.

 

Por su propia conceptualización, las biorrefinerías tienen un papel fundamental en la economía circular y la transición de fósiles a renovables.

 

Hablemos de esa biomasa, es decir, de toda la materia orgánica útil para las biorrefinerías. Esta puede derivar de diferentes actividades: agrícolas, forestales, marinas, ganaderas, industriales y domésticas (procedentes de residuos urbanos).

Eso son muchos residuos, como recuerda la profesora del Departamento de Ingeniería de Procesos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, Zaida Cristina Ortega, en The Conversation: "Si tenemos en cuenta la cantidad de residuos orgánicos generados anualmente, no solo a nivel doméstico, sino a nivel industrial, como los provenientes de la industria agroalimentaria, nos encontramos con una potencial biomasa de enorme valor".

En la mayoría de las biorrefinerías de los países de la Unión Europea se usan recursos agrícolas como principal fuente de materia prima, pero hay otras opciones por explorar, como los residuos y recursos marinos. Por ejemplo, las algas.

En la iniciativa SCALE se va a construir, con la participación del centro de investigación español TECNALIA, la primera biorrefinería de microalgas a escala industrial, para aprovechar todo el potencial biológico de las microalgas al mismo tiempo que se garantiza un alto nivel de control. De ahí saldrán bioproductos destinados a nutrición, alimentación y bebidas, cuidado personal y bienestar.

Por tanto, el sector químico tiene una gran baza para beneficiarse de las biorrefinerías, pero no es el único, aglutina González: "Por un lado, todos los sectores que generen residuos en forma de biomasa pueden ser nuevos generadores de esa materia prima y, por otro, están todos los sectores que pueden ser usuarios de los bioproductos que se obtengan".

 

Sí es país para biorrefinerías

¿Es la construcción de biorrefinerías un objetivo real en España? ¿Tiene sentido que lo sea? "El concepto de biorrefinería está muy interiorizado en el norte de Europa. Cada país tiene sus particularidades y lo que funciona en Holanda o Alemania no tiene por qué funcionar aquí, pero España tiene un gran potencial por su gran cantidad de biomasa, especialmente de residuos agrícolas y forestales", dice Cristina González.

El Manual sobre las Biorrefinerías en España de Bioplat y SusChem-España recoge datos que lo corroboran: en España podrían producirse casi 40 millones de toneladas al año de biomasa procedente de cultivos (17,7 millones de biomasa herbácea y 21,6 millones de biomasa leñosa); hay 30,5 millones de toneladas de restos agrícolas leñosos y herbáceos que se producen cada año y cuyo aprovechamiento actual está infravalorado; y también se generan casi 19 millones de toneladas anuales de biomasa de residuos forestales, que podrían revalorizarse.

 

España tiene un gran potencial por su gran cantidad de biomasa disponible, la importancia de la agricultura, la disponibilidad de suelo agrario, el clima y los conocimientos científico-tecnológicos de diferentes disciplinas.

 

Destacan también los residuos procedentes de la actividad agroalimentaria, con más de 83 millones de toneladas anuales, y los de la industria papelera, que en 2014 ascendían a 1,5 millones de toneladas.

Pero no es la única ventaja competitiva del país, como señala el mismo informe. Además de la variedad de biomasa disponible, destaca la tradición e importancia de la agricultura en la economía española, la disponibilidad de suelo agrario, el clima y los conocimientos científico-tecnológicos de diferentes disciplinas.

 

Biomasa lista para ser procesada en la biorrefinería del Proyecto CLaMber

Biomasa lista para ser procesada en la biorrefinería del Proyecto CLaMber. Foto: CLaMber
 

Esas son las cosas positivas. Si bajamos a tierra, la realidad es que estamos bastante retrasados respecto a otros países de Europa. Por ejemplo, España no cuenta con ninguna biorrefinería avanzada. Sin embargo, sí que existen algunas biorrefinerías operativas, tanto a nivel investigación como a nivel industrial. Exploramos tres proyectos relevantes en el panorama español.

 

  • CLaMber, una biorrefinería demostrativa donde experimentar con el guayule

Antes de escalar, hay que probar y demostrar. Para eso sirve la biorrefinería de I+D+i CLaMber, una instalación pública dedicada a la investigación científica, a la realización de experimentos de escalado y al desarrollo de nuevos bioprocesos y bioproductos a partir de biomasa húmeda fermentable o lignocelulósica (tanto residual como cultivada). Al disponer de un fermentador de 20 metros cúbicos, se pueden desarrollar experimentos con una escala muy cercana a la industrial, aseguran desde CLaMber.

Esta biorrefinería demostrativa se construyó en 2015 gracias al Proyecto CLaMber (siglas que vienen de Castilla-La Mancha Bio-Economy Region), desarrollado por el Instituto Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario y Forestal (IRIAF), dependiente de la Consejería de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (JCCM), y desde entonces se han ido implementando mejoras.

 

Equipos e instalaciones de la biorrefinería del Proyecto CLaMber

Equipos e instalaciones de la biorrefinería del Proyecto CLaMber. Foto: CLaMber
 

"Nos dimos cuenta de que con la instalación que teníamos cuando empezamos podíamos valorizar la parte estructural de la biomasa vegetal, la lignocelulosa, aprovechando los carbohidratos, y quisimos aprovecharlo para dar un servicio más integral a las empresas", explica Javier Mena, coordinador científico de la biorrefinería de I+D+i CLaMber.

Desde 2018, han aumentado su equipamiento con tres unidades nuevas gracias a diferentes ayudas. Por ejemplo, en 2021, recibieron 2,4 millones de euros del Gobierno de Castilla-La Mancha para inversión en I+D+i para la compra de maquinaria.

"El primer añadido fue la extracción con fluidos supercríticos,  percoladores de 50 litros con los que podemos llegar a 350 bares de dióxido de carbono, y un cosolvente [solventes orgánicos miscibles con agua]. Esto nos permite hacer pruebas a escala piloto", detalla Mena.

El segundo es una unidad de extracción con disolventes: "Tenemos dos extractores de 500 litros con agitación vertical. Un reactor de este tipo que tiene un filtro para sólidos con controles de temperatura y presión puede usarse para todo, no solo para la extracción".

Por último, la tercera mejora consiste en una "extracción acuosa para obtención de bioproductos". Estas dos últimas unidades están desarrolladas para un proyecto con la empresa  Nokian Tyres, la Universidad de Castilla-La Mancha, Agroservicios Guayule SL, Seduco Industries Corporation  y el Instituto Técnico Agronómico Provincial (ITAP) de Albacete, en el que la palabra clave es guayule.

El guayule es una planta originaria del desierto de México que crece bien en Castilla-La Mancha y produce unas gomas y resinas muy interesantes, con las que se puede producir caucho y látex natural. "El caucho natural está dentro de la lista de materiales estratégicos para Europa, porque tenemos que importarlo y es mucho dinero. Con el guayule, en vez de traer las gomas naturales del sudeste asiastico, podemos producirlo nosotros y obtener, por ejemplo, neumáticos de origen biológico. El ahorro del transporte y la autosuficiencia de Europa con respecto a ese material sería estratégico", explica Mena.

Desde el Proyecto Guayuprex investigan este nuevo proceso de producción de caucho y látex natural a partir de guayule, y en CLaMber se encargan de la parte demostrativa. "Después de que se haya probado en el laboratorio, estamos haciendo los escalados necesarios para que, en vez de una rueda, podamos hacer 50. Las primeras pruebas están saliendo bien y el proceso es relativamente fácil, así que creo que podremos validarlo tecnológicamente. Económicamente es viable", detalla Mena.

En este caso concreto, no trabajan con un residuo, sino directamente con un cultivo que revalorizan y hacen más atractivo para la inversión de las empresas. "Las biorrefinerías abren las puertas a que todas las industrias sean más sostenibles y más circulares, y a que los bioproductos finales sean de mayor valor añadido. Cuanto más conocimiento apliques a un proceso y a una biomasa, mayor valor añadido le estás otorgando al bioproducto final", resume Mena.

Pero tienen más proyectos abiertos. Actualmente, la Biorrefinería de I+D+i CLaMber participa en el Proyecto URBIOFIN, centrado en uno de los bioresiduos más abundantes: los sólidos urbanos o municipales.

 

  • URBIOFIN, una biorrefinería para la parte orgánica de los residuos urbanos

En España, en 2010 se recogieron un total de 483,7 kilogramos de residuos urbanos por habitante según la Estadística sobre Recogida de Residuos Urbanos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Alrededor de la mitad corresponde a residuos orgánicos. Los restos de alimentos, el papel no reciclable como servilletas y papel de cocina usado, los restos vegetales de podas municipales… Todo esto constituye esa fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos (FORSU).  ¿Y qué se puede hacer con todo eso? Sí: biorrefinarlo.

Esta fracción orgánica de los residuos urbanos contiene hidratos de carbono, proteínas y lípidos, materias primas útiles que pueden convertirse en productos valiosos para mercados como la industria química, la agricultura y la cosmética, en lugar de ser simplemente enviados al vertedero o incinerados.

Por eso, el objetivo del proyecto URBIOFIN es demostrar a escala semiindustrial la viabilidad tecnológica, económica y medioambiental de una biorrefinería integrada e innovadora para la transformación de la FORSU en nuevos bioproductos comercializables, componentes químicos (por ejemplo, bioetanol, ácidos grasos volátiles y biogás), biopolímeros (polihidroalcanoato y biocomposites) y aditivos (como bioetileno y microalgas hidrolizadas para biofertilizantes).

Caterina Coll es la CEO de PERSEO Biotechnology y la coordinadora del proyecto Europeo financiado por la BBI (Bio-based Industries Joint Undertaking), respaldado por un consorcio de 16 socios con representantes de la industria (como PERSEO Biotechnology), centros de investigación (como el CSIC, el CIEMAT y el mencionado CLaMber) y universidades (como la Universidad de Wageningen, Wageningen University & Research, de los Países Bajos, y la Universidad de Valladolid) procedentes de ocho países de la Unión Europea; entre ellos Bélgica, Francia, Dinamarca y Grecia.

"Tratamos 10 toneladas al día y obtenemos distintos productos intermedios o building blocks [unidades estructurales de cada proceso a partir de los cuales se producen otros productos de mayor tamaño o complejidad], para llegar a productos finales como bioetileno, bioplásticos y biofertilizantes. Generando productos intermedios tenemos mayor capacidad de amoldarnos a las necesidades del mercado, pudiendo así obtener distintos bioproductos de valor añadido", explica Coll.

En el caso de este enfoque, los mayores retos derivan de la propia naturaleza del tipo de residuo.

Por un lado, hay un reto técnico. "La complejidad de trabajar con residuos urbanos es su cantidad tan elevada de inertes [residuos que no sufren transformaciones físicas, químicas o biológicas, es decir, que no se descomponen o solo se descomponen muy lentamente]. Así que el primer paso es eliminar esa parte de inertes para que entren en el proceso solo entre la parte que vamos a poder valorizar en bioproductos", detalla la coordinadora de URBIOFIN.

Por otro lado, existe un reto burocrático, detalla Coll: "Este tipo de residuo sigue una regulación específica y está gestionado por un sistema muy bien definido en Europa, que tiene una componente pública, porque los residuos los gestiona la administración pública, y una parte privada, que son las empresas que gestionan los centros públicos. Así que tiene esa doble complejidad".

Algo positivo es que, aunque este tipo de materia prima pueda ser variable, Coll ratifica que es posible adaptar la biorrefinería a esas variaciones.

 

Instalaciones de la biorrefinería de PERSEO Biotechnology

Instalaciones de la biorrefinería de PERSEO Biotechnology
 

Por su parte, en PERSEO Biotechnology son referentes por su proceso patentado PERSEO Bioethanol®, con el cual ya están trabajando en los primeros proyectos de biorefinería industrial. "Somos especialistas en la conversión de la fracción orgánica de los residuos sólidos urbanos y celulósicos, tenemos una biorrefinería semiindustrial con fermentadores de 50 metros cúbicos que participa en URBIOFIN y en otros proyectos trabajamos con este residuo diariamente. Lo que hacemos es implementar nuestra tecnología con otras para separarlo en fracciones valorizables, obtener el óptimo valor posible de ese residuo y los máximos productos posibles", explica Coll.

 

Si la tecnología está lista para despegar, las siguientes noticias que leeremos sobre biorrefinerías tendrán más que ver con analizar si son o no proyectos viables económicamente, y si hay empresas y organizaciones apostando por su desarrollo industrial.

 

 

  • Fraction, obteniendo polímeros y recuperando disolventes

Muchos de los productos que utilizamos a diario vienen del petróleo. Botellas de bebidas, disolventes de pinturas, los miles de envoltorios de plástico que recubren todo lo que compramos. Como parte de la transición hacia materiales sostenibles, debemos reemplazarlos por polímeros de orígenes más renovables.

Este es el objetivo de Fraction, un proyecto europeo de 12 socios (industriales, centros de investigación y pequeñas y medianas empresas) coordinado desde el Instituto de Catálisis y Petroleoquímica (ICP-CSIC), que busca demostrar un novedoso proceso de fraccionamiento de la lignocelulosa (materia seca vegetal o biomasa) para "obtener celulosa de alta calidad y corrientes de lignina y hemicelulosa que serán transformadas en productos de mayor valor, como disolventes, resinas, monómeros y polímeros que pueden utilizarse para producir plásticos", explican desde el CSIC.

Se trata de una biorrefinería de segunda generación, porque no usa biomasa que pueda utilizarse para alimentación humana, como maíz, soja o aceite, sino residuos lignocelulósicos, como pueden ser maderas o residuos urbanos, como cartón ondulado. Para el investigador del equipo del ICP-CSIC David Martín, esta es una de las novedades, porque "sobre todo hacen falta biorrefinerías con procesos que aprovechen los azúcares como materia prima, pero que venga de este tipo de biomasa y no de azúcar, caña de azúcar o remolacha".

Para conseguirlo, el proyecto Fraction utiliza el proceso GVL-organosolv, cuya novedad más sustanciosa es que utiliza un compuesto orgánico como disolvente en lugar de agua. "En otros procesos el más conocido es el etanol, pero nosotros usamos la GLV, que tiene ventajas técnicas, como reacciones más rápidas, por lo que podemos hacerlo a temperatura más baja. Esto previene que se degrade la celulosa de la biomasa", explica Martín, también uno de los inventores del proceso GVL-organosolv.

Y no solo eso: otra clave de Fraction es la recuperación de ese disolvente, que suele ser uno de los mayores retos, y es vital para que el proceso sea sostenible, tanto económica como ambientalmente. Porque, aunque en una biorrefinería podamos obtener nuevos productos o materiales a partir de biomasa, por el camino hay que hacerse cargo de otros residuos que se van generando. En su caso, "la GLV es un componente muy estable que no reacciona y que podemos recuperar y reutilizar, y no es tóxico", dice Martín.

Lo que se consigue en este proceso es fraccionar y separar los tres componentes principales de la lignocelulosa de manera muy eficiente: celulosa de alta calidad, hemicelulosa y lignina. Para que una biorrefinería sea rentable tienes que usar las tres fracciones, detalla Martín. El proyecto Fraction es actualmente a "escala de laboratorio, de kilogramos", especifica el investigador, ya que "casi todas las biorrefinerías que utilizan todas las corrientes están en escala piloto o demostración".

Una vez hecho todo el proceso y recuperado el disolvente, se obtendrían los anhelados monómeros y polímeros para producir plásticos. ¿Sigue este proceso siendo renovable, aunque se genere un plástico?

"Se consideran plásticos biorrenovables porque vienen de biomasa. Somos capaces de conseguir los mismos compuestos que si lo hiciéramos desde el petróleo, con las mismas propiedades, pero utilizando residuos. Sin embargo, no todos los procesos son más sostenibles. Para evaluarlo miramos cuánta energía se ha empleado en su producción y vemos si se pueden reutilizar", resume Martín.

 

Un listado de barreras que tachar para alcanzar el futuro

Plantas de demostración, proyectos piloto, pequeña escala, biorrefinerías que se cuentan con los dedos de una mano… Parece una promesa encima de la mesa a punto de empezar a brillar, pero en la que, de momento, científicos, tecnólogos e investigadores andan trabajando.

En una instalación de una envergadura así es normal: hay muchos flancos que cubrir. Así que recopilamos los que, según los expertos consultados, son los retos que aún hay que terminar de pulir para que esto tome el impulso definitivo.

"Una de las cosas pendientes por hacer es un detalle que, igual parece una obviedad, pero no lo es tanto: la cuestión logística. Es decir, la distancia desde el punto en que se produce un residuo hasta la nueva instalación de la biorrefinería", arranca Cristina González de SusChem-España.

Por eso, a la hora de planear una instalación de este tipo, hay que tener en cuenta dónde está la materia prima, es decir, los residuos que tendrán que ser transportados una cierta cantidad de kilómetros, para que esta operación sea rentable.

"Una biorrefinería tiene que ser sostenible, no tiene sentido estar transportando un residuo que venga de la otra punta de Europa. Un tema muy importante es la huella de carbono de estos bioproductos para que sean sostenibles", coincide Caterina Coll de PERSEO Biotechnology.

La funcionalidad de los productos es la siguiente cuestión. Por un lado, "dependiendo de si es una biorrefinería de lignocelulosa o de aceites vegetales, por ejemplo, obtendrás unos productos u otros; según el sector en el que se vaya a emplear esa biomasa, también tienes que pensar la ubicación", detalla González.

Por otro, hay que asegurarse de que el producto final tiene las mismas propiedades que un análogo generado de la manera tradicional. Esto es crucial en situaciones como plásticos que se vayan a usar para estar en contacto con alimentos. A su favor, González recuerda que "estamos en un momento en el que el consumidor demanda más productos respetables, así que es un momento muy favorable".

¿Y en cuanto a la tecnología? ¿Ya están ideados todos los desarrollos necesarios? Coll cree que sí: "A nivel tecnológico y de capacidades técnicas, en España estamos muy avanzados. La tecnología está lista, estamos trabajando en las primeras plantas industriales pero es importante implicar a todos los agentes en la integración de esos desarrollos".

Hay que crear sinergias suficientes entre todas las industrias: la cooperación entre sectores químico y energético, con industrias forestales, agroalimentarias y de otros bioresiduos es creciente, pero aún queda camino que recorrer.

Si, aunque tenemos la tecnología, lo que falta es implementarla, ¿qué barrera final lo está impidiendo? La económica.

"Falta inversión para poder demostrar que lo que hacemos en el laboratorio funciona de forma continua a escala industrial. El verdadero problema puede ser que hay tantos procesos que es difícil apostar por uno que sea rentable y abra camino a los demás", cree David Martín del ICP-CSIC. Pero "no hay una limitación tecnológica en sí", insiste, sino económica: "Un disolvente lo puedes recuperar, el tema es cuánto cueste hacerlo, y si eso hace el proceso rentable o no".

De cara al presente, el Manual sobre las Biorrefinerías en España de Bioplat y SusChem-España señala que las plataformas de biorrefinería estratégicas para el sector español son plataformas de aceite vegetal y otros lípidos, de lignocelulosa y de azúcares. Para el futuro próximo, se predicen plataformas de proteínas, biogás y gas de síntesis.

Si la tecnología está lista para despegar, las siguientes noticias que leeremos sobre biorrefinerías tendrán más que ver con analizar si son o no proyectos viables económicamente, y si hay organizaciones apostando por su desarrollo industrial. Una circunstancia va a la par de la otra, pero en toda esta situación, el rumbo está "biofijado": una gran parte del futuro será biorrefinado.


 

Mirándonos en Europa: en busca del consumo sostenible y autónomo del continente

803 biorrefinerías pueblan el mapa de la bioeconomía en la Unión Europa, según el informe Biorefineries distribution in the EU (Distribución de biorrefinerías en la UE) de la Oficina de Publicaciones de la Unión Europea. De estas, 507 producen productos químicos de base biológica, 363 biocombustibles líquidos y 141 compuestos y fibras de base biológica. 177 son  biorrefinerías integradas (es decir, combinan la producción de bioproductos y bioenergía).

Bélgica y Países Bajos son los países que concentran la mayoría de biorrefinerías. Sin embargo, en España, hay mucha superficie del mapa en blanco (la densidad de biorrefinerías según el tamaño de nuestro país es mucho menor).

En general, los residuos agrícolas son la materia prima más usada (menos en Finlandia, Suecia y Portugal). En particular, los cultivos de azúcar y aceite son los más utilizados, seguidos de los cultivos de almidón y biomasa lignocelulósica, especifica el estudio EU biorefinery outlook to 2030 (Perspectivas de la biorrefinería de la UE hasta 2030) de la Comisión Europa.

 

"El combo de las políticas correctas, inversores y una comprensión conjunta de las asociaciones público-privadas es probablemente la respuesta para el desarrollo de la bioeconomía en Europa". Bernard de Galembert, mánager del Grupo Sectorial de Cefic.

 

Las materias primas de origen marino (como el aceite de pescado y las algas) se emplean en un número importante de instalaciones. Por ejemplo, en Francia hay 10 que las usan y, en España, cinco. Las materias primas derivadas de residuos están especialmente representadas en Alemania (16 instalaciones) y Países Bajos (15); en España hay 10 proyectos de biorrefinerías que las usan.

Como demuestran los números de ambos informes, en Europa se observa de cerca a las biorrefinerías con la lupa de la sostenibilidad, pero también hay retos que sobrellevar.

"No solo las biorrefinerías, sino todo el sector bioquímico es un actor clave para alcanzar los objetivos del Pacto Verde Europeo, que van más allá de la economía circular. Se trata de contribuir a la economía neutra en carbono para 2050 y conseguir una energía más sostenible y asequible en Europa, algo de vital importancia en la situación actual", explica Bernard de Galembert, mánager de un grupo sectorial dedicado a productos químicos de origen biológico en Cefic (Consejo Europeo de la Industria Química).

Por ejemplo, la química basada en la biología puede ayudar a identificar nuevas moléculas para reemplazar moléculas actuales de riesgo o escasas. En el contexto de la invasión rusa en Ucrania y la crisis derivada del coronavirus esto es "crítico y exige que seamos capaces de producir de manera autónoma en Europa; tenemos biomasa de sobra de distintos tipos para hacerlo", asegura De Galembert.

Es el camino que Europa debe seguir, pero el experto también llama a ser realistas: "Obviamente no puede ser el único futuro, todo lo que está hecho de fósiles ahora no puede estar hecho de renovables mañana, pero hay que empezar a tener en cuenta la biomasa y, sobre todo, hacer el mejor uso de cada recurso. Eso significa que quemar madera para conseguir electricidad o calor no es la elección más inteligente que puedes hacer, y desde luego no es la más circular".

Como recoge el estudio EU biorefinery outlook to 2030, la implantación de biorrefinerías que utilicen la biomasa europea no solo aumenta la seguridad del suministro de materias primas, también crea puestos de trabajo y oportunidades empresariales, especialmente en las zonas rurales.

Si está tan claro, ¿por qué se está desarrollando de manera tan lenta en Europa? "Una de las razones tiene que ver con la política. Si el contexto de policy no es estable y lo suficientemente predecible, nadie va a hacer una inversión para una biorrefinería a 20, 25 o 30 años. ¿De dónde vendrá el dinero, quién está listo para invertir y aceptar el riesgo?", se pregunta De Galembert.

Para que los inversores ganen confianza, una pata importante debe ser la inversión pública. Aquí, el experto señala al European Investment Bank y al CBE (Circular Bio-based Europe Joint Undertaking). Este último mueve 2.000 millones de euros entre la Unión Europea y el Consorcio de Industrias de Base Biológica (BIC) para financiar proyectos con base biológica que promueven industrias circulares competitivas en el marco de Horizonte Europa.

"En el momento en que una investigación ha alcanzado un nivel en que ha sido testeada y probada en pilotos, necesita escalar y no encuentra dinero, ahí es donde entra el CBE", asegura De Galembert. Esta financiación ya está ayudando a crear instalaciones pioneras, que después se convertirán en proyectos bandera y casos de éxito. Como concluye, "el combo de las políticas correctas, inversores y una comprensión conjunta de las asociaciones público-privadas es probablemente la respuesta para el desarrollo de la bioeconomía en Europa".

Fuera de Europa, el informe EU biorefinery outlook to 2030 de la Comisión Europa, identifica como los 12 países más relevantes en materia de biorrefinerías fuera de la Unión Europea a Estados Unidos, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Japón, Brasil, China, India, Tailandia, Noruega, Suiza y Reino Unido. El mapa de las biorrefinerías va a dar mucho de qué hablar.

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