Hacia un sector agroalimentario de residuo cero

Estrategias y tecnologías de revalorización
Autor/es
Patricia Ruiz Guevara
Publicado en
13-04-2023

En la industria agroalimentaria se generan altísimos porcentajes de residuos que se quedan por el camino y pueden incluso contaminar. A favor de la bioeconomía circular y la sostenibilidad, urge buscarles una segunda vida. Gracias a la tecnología y la innovación, lo que no se utiliza del sector ganadero o lo que se desecha en frutas y verduras se convierte en productos de alto valor añadido para las más diversas industrias, nutrientes, fertilizantes, nuevos ingredientes, valorización energética, biocombustibles y agua.


 

A lo lejos, los campos de coliflores son un paisaje verde pero, cuando te acercas, se descubre la flor blanca, escondida en el centro de la planta. Esta ver- dura de aspecto matemáticamente interesante puede tardar hasta 180 días en estar lista para ser recogida. Cuando ha pasado ese tiempo y se cosecha, a la coliflor hay que quitarle las hojas. Esto podría hacerse en la propia parcela de cultivo; podrían incluso picarse e incorporarse al suelo como compostaje. Pero si no se sigue este proceso y la coliflor se lleva entera - hojas, tallo y flor- a la fábrica, en algún momento de la cadena empezarán a producirse residuos.

Este es solo un ejemplo de los muchísimos que hay en el sector agroalimentario, en el que cada año se generan alrededor de 30 millones de toneladas de residuos en España. Estos vienen del sector primario, de la industria agrícola y ganadera; tanto de excedentes agrarios y cárnicos, como de desperdicios y pérdidas en los procesos de distribución. De hecho, el 47% de los residuos agroalimentarios se producen en las fábricas de procesamiento de alimentos, según datos que recoge el Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y Alimentación (CTNC).

No es un número baladí. Por ejemplo, según cifras de la Región de Murcia, conocida como la huerta de Europa por sus exportaciones hortofrutícolas, en la industria de procesa- do de tomate, el residuo generado por pieles y semillas equivale a un 15% de la producción; en el caso de los tallos y hojas de brócoli, un 45%; en la alcachofa, un 60%; en los críticos, sus destríos y pieles son aproximadamente un 45% de lo que se produce. "De media, entre el 15% y el 50% de los productos vegetales procesados se convierten en desecho. Ello supone solo en la Región de Murcia entre 700.000 toneladas y un millón de toneladas al año de restos vegetales no aprovechados", especifica el responsable de medio ambiente del CTNC, Miguel Ayuso.

También hay retos en el sector ganadero, algo que la opinión pública tiene especialmente presente después del debate candente de las macrogranjas y la ganadería intensiva. Las consecuencias pueden ser desechos y purines, malos olores, contaminación y un importante impacto ecológico. Por el camino, quedan además muchos residuos que se desperdician. Ya conocen los problemas; ahora, les contaremos las soluciones.

 

Menos residuos y más recursos con una segunda vida

La concienciación por la sostenibilidad y la necesidad de instaurar una economía circular, en la que se minimicen los residuos y los que sean inevitables de generar se reutilicen, va calando en todos los sectores y la Unión Europea apuesta por ello. "Este nuevo enfoque ha tenido y tiene una gran re- percusión en la industria agroalimentaria, donde la mayoría de las empresas han llevado a cabo actuaciones encaminadas a minimizar la generación de residuos, gestionar y facilitar el reciclado de los que se producen, e implantar protocolos de recuperación de activos y recursos presentes en los residuos", indica Ayuso.

Como en cualquier industria, esto no es como darle a un botón y que se active de forma mágica, "no tiene una implantación rápida y global porque es necesario desarrollar nuevas vías de aprovechamiento, tratamiento y negocio de estos 'nuevos' recursos, que son los residuos", añade.

Además, hay muchos momentos de la cadena de suministro de alimentos en los que se pueden producir pérdidas y desperdicio de alimentos, como recuerda la Organización de las Naciones Uni- das para la Alimentación y la Agricultura (FAO) en su informe Las pérdidas y el desperdicio de alimentos en el contexto de sistemas alimentarios sostenibles. Un informe del Grupo de alto nivel de expertos en seguridad alimentaria y nutrición. Desde factores previos a la cosecha, productos no recolectados, la recolección y manipulación inicial, al almacenamiento, y después el transporte y la logística, hasta que se procesa, se envasa y se vende. Tema aparte es lo que se tira en el consumo.

El reto está claro: revalorizar los residuos agroalimentarios, darles una segunda vida y reducir su impacto medioambiental para poder avanzar hacia un modelo de producción agroalimentaria sostenible y residuo cero (o casi cero). Para desplegar todo el potencial posible, hay que hacer un esfuerzo para mejorar el nivel tecnológico e invertir en I+D+i.

"Existen diferentes alternativas para la valorización de los diferentes residuos y subproductos, pero en la mayoría de los casos suponen la combi- nación de varias tecnologías (en muchos casos, biotecnologías) en cascada, que permiten recuperar diferentes tipos de productos", explica Sergio Ponsá, director del Centro Tecnológico en Biodiversidad, Ecología, Tecnología Ambiental y Alimentaria (BETA) de la Universidad de Vic- Universidad Central de Cataluña (UVic-UCC).

Entre esos posibles productos están los biomateriales (bioplásticos, bioestimulantes, biopesticidas, enzimas, antioxidantes), fuentes adiciona- les o nuevas fuentes de proteínas, bioenergía (biometano, bioetanol, biomasa), nutrientes (en forma de biofertilizantes o enmiendas orgánicas) y agua, entre otros, enumera Ponsá. Estos pueden venir de distintos orígenes, ya que, además, lo enriquecedor es que de un mismo residuo se pue- den extraer muchas segundas vidas en lugar de simplemente incinerarlo o mandarlo al vertedero.

 

Compuestos de valor para el sector cosmético, textil y plásticos

El aprovechamiento de los com- puestos de interés, componentes nutricionales o principios bioactivos de los residuos agroalimentarios es una de las posibilidades más atractivas de valorización para Miguel Ayuso del CNTC. Estos se pueden extraer de diferentes maneras. En el caso de compuestos de origen vegetal, hasta ahora "la técnica tradicional es el uso de disolventes orgánicos, cuyas extracciones no son sostenibles con el medio ambiente debido a la contaminación que conllevan", explica el responsable. Por eso, el interés se mueve en torno al desarrollo de "protocolos de extracción con disolventes 'verdes', que sustituyan a los orgánicos, manteniendo en muchos casos los rendimientos de extracción". ¿Cómo se consigue? Con tecnología e in- novación: ultrasonidos, fluidos supercríticos y subcríticos, microondas, membranas o resinas poliméricas.

Los usos de los compuestos obtenidos también pueden ser muy variados. Por ejemplo, de los residuos de fruta procedentes de la producción de zumo se pueden obtener compuestos que mejoran la funcionalidad de los productos cosméticos.

"La transformación de cítricos para la elaboración de zumos genera como resto vegetal la corteza del fruto, que se corresponde con el 50% de la materia prima procesada. Esta corteza es rica en diversos compuestos de naturaleza antioxidante que extraemos mediante hidrólisis enzimática asistida con ultrasonidos, y también con tecnología de fluidos subcríticos", detalla el responsable de medio ambiente del CTNC. Gracias a estas propiedades antioxidantes, se pueden usar en la industria cosmética para potenciar propiedades antienvejecimiento, y también en la propia industria alimentaria, para elaborar alimentos enriquecidos.

 

La concienciación por la sostenibilidad y la necesidad de instaurar una economía circular va calando en todos los sectores y la Unión Europea apuesta por ello.

 

Por otro lado, los residuos de hortalizas y verduras se pueden reutilizar para la fabricación de envases activos para la conservación de alimentos. Por ejemplo, en el procesado de alcachofa, más del 50% del peso de la matriz vegetal de entrada se convierte en un residuo alimentario, indica Ayuso: "Es- tos restos de alcachofa se pueden utilizar para la obtención de cinarina, ácido clorogénico y ácido cafeico mediante tecnologías verdes sin utilización de disolventes orgánicos. Nosotros hemos ensayado extracciones con disolventes de base acuosa asistidos con microondas o también con fluidos subcríticos".

Estos compuestos son interesantes debido al alto poder antimicrobiano que presentan. Una vez extraídos, se pueden utilizar para la producción de envases bioactivos para la conservación de alimentos que serán más seguros durante más tiempo. "Buscamos que, con la incorporación de estos compuestos antimicrobianos a los envases, estos sean capaces de emitir el compuesto incorporado a lo largo del tiempo, ayudando a la conservación del alimento y alargando su vida útil", concreta Ayuso.

 

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Todo esto se conjuga en el proyecto AGROMATTER en el que el CTNC trabaja con la agrupación Cervera AGROMATTER, financiada por el pro- grama CDTI y constituida por cinco centros tecnológicos especializados. El objetivo es aunar capacidades para valorizar residuos y subproductos del sector agroalimentario para el desarrollo de nuevos productos útiles para diversas actividades industria- les, como alimentación, textil, plásticos y cosmética.

Además de los usos comentados, también obtienen fibras a partir de los residuos, biomoléculas para la elaboración de bioplásticos mediante procesos de fermentación, o gelificantes para industria alimentaria. En el caso de otros programas, como GOARRO-ZINNOVA, estudian cómo valorizar los restos del cultivo del arroz para la obtención de energía, substratos agrícolas o textiles; y en GOAGROCIRCULA-RINNOVA están orientados a la obtención de fertilizantes orgánicos granulados a partir de distintos residuos orgánicos.

 

"Con la incorporación a los envases de compuestos antimicrobianos obtenidos de residuos de hortalizas y verduras, buscamos que estos sean capaces de emitir el compuesto incorporado a lo largo del tiempo, ayudando a la conservación del alimento y alargando su vida útil", destaca Miguel Ayuso, responsable de medio ambiente del CTNC.

 

 

Nutrientes, valorización energética y agua

Muchos de los ejemplos anteriores también pueden obtenerse de los residuos de la industria ganadera, en la que algunas actividades tienen una alta concentración geográfica y esto ha desencadenado algunas problemáticas ambientales difíciles de revertir. "La concentración de la actividad ganadera intensiva implica, en muchas ocasiones, tener que gestionar un excedente de deyecciones (y más concretamente de nutrientes) que no se pueden utilizar como fertilizantes al no disponerse de suficiente superficie agraria para su aplicación directa de forma segura", explica Sergio Ponsá, director del Centro Tecnológico BETA, que también recuerda que las deyecciones no son un problema en sí mismas, pero sí lo es tenerlas en exceso y no disponer de suficiente superficie agraria donde aplicarlas como fertilizante.

Sin embargo, es posible sacar provecho de ese excedente de nutrientes y valorizar las deyecciones ganaderas, porque hay otra realidad paralela: im- portamos nitratos de terceros países porque Europa es deficitaria en nutrientes. En el Informe Anual De Indicadores. Agricultura, Pesca Y Alimentación 2021 del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de España, se recoge que en los sistemas agrícolas, especialmente en Europa, las legumbres y los forrajes de leguminosas (que son fuente de nitrógeno) representan menos del 6% de los cultivos herbáceos. Como indica Ponsá y se constata en el informe, existe una gran dependencia de la importación de fertilizantes sintéticos para abastecerse de nitrógeno.

La idea es entonces poder maximizar la recuperación de nutrientes y reducir sus pérdidas, y que los productos recuperados puedan llegar a sustituir a los actuales fertilizantes de origen mineral, contribuyendo como un todo a mejorar la independencia de Europa. Ponsá subraya que en España hay regiones, como Aragón y Cataluña, con un gran potencial para ser productores de biofertilizantes y reducir las externalidades ambientales negativas relacionadas con la ganadería intensiva.

 

En España hay regiones, como Aragón y Cataluña, con un gran potencial para ser productores de biofertilizantes.

 

¿Qué estrategias se utilizan para ello? Estas deben ajustarse lo máximo posible a las características del propio residuo. "No es lo mismo trabajar con deyecciones del sector porcino, del bovino o del avícola, aunque muchas veces los recursos finales que se obtienen sean similares. También es esencial pensar en el destino y uso final de los productos que se pretenden recuperar. Esto nos lleva a diseñar conceptos de biorrefinería específicos para cada caso", detalla Ponsá.

¿Y las tecnologías? El experto las separa según su nivel de desarrollo. "Algunas como el compostaje, la di- gestión anaerobia, separadores sólido-líquido, tecnologías de desorción y absorción, son tecnologías probadas y validadas para el tratamiento de deyecciones ganaderas", empieza. Otras son más recientes pero también pueden considerarse consolidadas, como el secado solar o algunas tecnologías de membranas. En el siguiente escalón hay tecnologías innovadoras que están cerca de poder ser aplicadas a escala real: "El biosecado, la crioconcentración o la precipitación, que ya cuentan con las primeras experiencias en plantas reales, o tecnologías térmicas como la pirólisis o la gasificación". Y por último, las tecnologías emergentes que llaman a la puerta del futuro, como los tratamientos con microalgas, la fermentación en estado sólido, la carbonización hidrotermal y los contactores de membranas.

 

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Pongamos el acento en el objetivo de todo esto: ¿qué recursos se pueden obtener gracias a todos estos procesos? Ponsá divide la valorización de deyecciones ganaderas en tres grandes estrategias: obtención de productos con valor agronómico, valorización energética y valorización en forma de productos de alto valor añadido; de forma complementaria, también la recuperación de agua reutilizable.

Además, la idea óptima es que se puedan obtener diferentes recursos a la vez. Por ejemplo, en uno de los proyectos del Centro Tecnológico BETA que están implementando a escala precomercial, obtienen a partir del purín porcino "materia orgánica seca con valores superiores al 1% de los principales nutrientes (nitrógeno, fósforo y potasio), ácido fosfórico a partir de las cenizas generadas en la valorización energética de la fracción sólida seca, concentrado líquido rico nutrientes y materia orgánica, bioestimulantes ricos en aminoácidos y sulfato amónico además de agua para su posible reutilización". Un ejemplo reseñable de las posibilidades de la bioeconomía circular.

 

"No es lo mismo trabajar con deyecciones del sector porcino, del bovino o del avícola, aunque muchas veces los recursos finales que se obtienen sean similares. También es esencial pensar en el destino y uso final de los productos que se pretenden recuperar. Esto nos lleva a diseñar conceptos de biorrefinería específicos para cada caso", afirma Sergio Ponsá, director del Centro Tecnológico BETA (UVic-UCC).

 

 

Energía renovable y biogás

Como ya se ha atisbado, la generación de residuos es una inmensa oportunidad para producir combustibles limpios. Luis Puchades, vicepresidente de la Asociación Española de Biogás (AEBIG), subraya la generación de biogás a partir de los residuos de la industria agroalimentaria, algo en lo que España tiene un gran potencial.

"Los subproductos y residuos de la industria cárnica, como los purines e incluso los lodos de las depuradoras, tienen un potencial muy interesante para la producción energética. También los desechos de la industria del aceite, la del vino (las linaza o los orujos), la de la cerveza (las aguas residuales o la cebadilla) o la de la industria láctea (los sueros). Es decir, gran parte de la industria agroalimentaria genera una serie de subproductos muy interesantes para producir biogás", aglutina Puchades.

Para el experto, los residuos en sí mismos, es decir, aquellos que no se pueden volver a utilizar directamente en la industria, son los más interesantes para la valorización energética ya que, si no, suponen un problema para la industria agroalimentaria: "Estos residuos no deben de ir al campo directamente porque pueden llevar patógenos y contaminar, y son causantes de malos olores y emisiones de gases, como metano y amoniaco".

En este caso, en los procesos de obtención destacan diversas tecnologías de digestión anaerobia. Usar una u otra dependerá del residuo. "En líneas generales se habla de cuatro o cinco tipologías de digestores distintas, pero la más utilizada son los reactores de mezcla completa, que tienen aplicación para muchos residuos de la industria agroalimentaria. Aunque es la opción más se ha implantado en Europa, también hay sistemas de alta carga de lechos granulares que están muy adaptados al tratamiento de fuentes donde hay mucho caudal pero la composición es homogénea, como pasa con los residuos de las cerveceras", desarrolla el vicepresidente de AEBIG.

 

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Una vez que el residuo pasa por estos procesos de digestión anaerobia "se reduce su carga orgánica, se eliminan los problemas de malos olores, se hace una valorización energética y se produce un digerido que además es una buena materia prima para producir fertilizantes", explica Puchades.

De nuevo, un ejemplo simbólico de bioeconomía circular: no solo se obtiene una nueva forma de energía renovable, sino que también se reducen residuos y emisiones. "Ese es el gran sentido del biogás: no solo es una tecnología energética o una tecnología medioambiental, es las dos cosas", resume el experto.

 

"Gran parte de la industria agroalimentaria genera una serie de subproductos muy interesantes para producir biogás, que además tiene un gran sentido: no solo es una tecnología energética o una tecnología medioambiental, es las dos cosas", destaca Luis Puchades, vicepresidente de AEBIG.

 

 

Aceites microbianos, biocombustibles y productos de alto valor añadido

Que acudamos al supermercado y todas las frutas y verduras tengan un tamaño parecido, estén maduras y presenten un buen aspecto no es casualidad. Muchas otras se quedan por el camino porque no cumplen con estándares de tamaño, están mal formadas, tienen manchas o rajados, no habían completado el proceso de madurez, o estaban afectadas por algún patógeno. Estas frutas y verduras rechazadas para la comercialización por su calidad durante el proceso de selección se conocen como destríos, y pueden suponer hasta un 10% de la producción final agraria.

Para darles una segunda vida, en el Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (CIEMAT) están investigando para utilizar estos destríos para la producción de aceites microbianos a partir de levaduras oleaginosas. "La cantidad de destríos que se producen ha disminuido, pero aún es un porcentaje importante. Muchos van a parar a plantas de reciclaje y compostaje, en otros casos a alimentación animal, pero nuestra propuesta es usarlos como fuente de carbono para la producción de estos aceites microbianos", indica María José Negro, investigadora de la Unidad de Biocarburantes en la División de Energías Renovables del CIEMAT.

El grupo de investigación se dio cuenta de que estos destríos tenían un porcentaje adecuado de carbohidratos y que, por tanto, eran buenos para la primera fase de crecimiento de la levadura. "A partir de destríos de sandía o tomate hacemos una trituración y centrifugación, separamos la fibra y nos quedamos con la fracción líquida, donde están los carbohidratos y otros compuestos. Con esta fuente de carbono, podemos producir lípidos microbianos", desarrolla la investigadora.

Para conseguir esto, lo que se hace es 'estresar' a las levaduras: "Cuando sometes a la levadura a condiciones de estrés, acumula lípidos, así como otros productos de interés, como los compuestos carotenoides que podemos extraer a posteriori". Además, estos lípidos microbianos podrían utilizarse para la producción de biocombustibles, mientras que los carotenoides suponen un producto de alto valor añadido para la industria agroalimentaria, señala Negro. Ahora están en fase de investigación con el objetivo de hacer que sea rentable a nivel industrial.

Además, desde CIEMAT junto a IMDEA Energía están llevando a cabo el proyecto BIOMIO, que investiga precisamente la producción de biocombustibles mediante aceites microbianos, como alternativa a los producidos a partir de aceites vegetales. De nuevo, en este proyecto se utilizan residuos agroalimentarios, entre otros residuos, para obtener fuentes de carbono y convertirlas en lípidos gracias a las levaduras. "Los aceites microbianos pueden jugar aquí un papel importante para poder cubrir la demanda de lípidos para estos biocombustibles y, con la obtención de productos de valor como los pigmentos o incluso el bio-hidrógeno, otro subproducto obtenido en el proyecto BIOMIO se puede conseguir que el proceso sea rentable", concluye Negro.

 

"La cantidad de destríos que se producen ha disminuido, pero aún es un porcentaje importante. Nuestra propuesta es usarlos como fuente de carbono para la producción de aceites microbianos, que pueden jugar un papel importante para la producción de biocombustibles", asevera María José Negro, investigadora del CIEMAT.

 

 

Nuevos ingredientes para el sector alimentario y biotecnológico

Descartes del tomate, troncos de los brócoli, hojas de alcachofa, espinacas de baja gama, puerro, acelga, ajo... Son muchísimas las hortalizas que tienen una parte de ellas que se queda por el camino. En el viaje hacia el residuo cero, en la empresa murciana Agrosingularity tratan de revalorizar es- tos alimentos perdidos creando nuevos ingredientes para el sector alimentario.

"Hay una parte de lo que se tira que es directamente porque se deja en el campo. También hay motivos de calibre y estética, y otra parte que se descarta cuando llega a la cooperativa o la fábrica. Por ejemplo, en la conserva de alcachofa, la conservera la pela y usa el corazón, pero no saben qué hacer con las hojas. Esto es lo que nosotros aprovechamos", explica Daniel Andreu, CEO de Agrosingularity.

La idea es producir de manera natural ingredientes que puedan sustituir a otros artificiales, como los aditivos convencionales o los conservantes. "Creamos lo que podríamos llamar ingredientes tecnológicos: fibras alimentarias, antioxidantes, proteínas, aromas y colorantes naturales", detalla Andreu.

Según la verdura o la fruta con la que trabajen, siguen diferentes procesos, pero todo empieza por "una materia prima húmeda que tenemos que deshidratar y convertirla en materia prima seca a través de una evaporación forzada". Esto se hace a baja temperatura para preservar minerales, proteínas, vitaminas, antioxidantes... "En definitiva, todo lo bueno que tienen los vegetales.

A partir de ahí se llevan a cabo una serie de procesos con los que el alimento original acaba siendo una especie de polvo, parecido a la harina que tenemos en casa", detalla Andreu. Para acometer todo esto con la vista puesta en la sostenibilidad, trabajan con fuentes de suministro lo más cercanas posibles y operan en Europa.

El CEO reconoce que "hay que hacer un cambio de mentalidad en el sector agroalimentario, porque antes esos restos de hortalizas y frutas los utilizaban como residuos para biomasa o compostaje, y nosotros les decimos que no son residuos: son subproductos y podemos darles valor".

Para ayudar también a los fabricantes, que tienen que entender cómo pueden incluir este tipo de ingredientes en sus alimentos, Agrosingularity ofrece un software basado en inteligencia artificial que ayuda a digitalizar los parámetros físico-químicos de los ingredientes. "Con un simulador online, una especie de gemelo digital, se pueden hacer pruebas y combinaciones, y así el fabricante se puede quedar con la combinación más estable que haya obtenido sin necesidad de hacer mil pruebas físicas", concluye Andreu.

 

"Hay que hacer un cambio de mentalidad en el sector agroalimentario, porque antes utilizaban los restos de hortalizas y frutas como residuos para biomasa o compostaje, y nosotros decimos que no son residuos: son subproductos y podemos darles valor", destaca Daniel Andreu, CEO de Agrosingularity.

 

 

Cuero vegano y cuero a partir de pieles de pescado

¿Y si, gracias a los residuos, también se pudiera encontrar una alternativa menos contaminante al cuero de ganado? Sí, se puede. Hay iniciativas que contemplan utilizar residuos de origen vegetal o frutal, e ideas que buscan aprovechar la piel del pesca- do que no se consume.

Por ejemplo, en el proyecto valenciano PersiSKIN han desarrollado un cuero vegano a partir de los restos y excedentes de la cosecha del caqui, una fruta tropical de la que se puede llegar a desperdiciar en cada cosecha el 50%. Su objetivo es aprovechar el otro 50% que produce el árbol.

"Pasamos del producto desaprovechado a un producto de alta calidad. Para ello, separamos las partes del caqui para utilizar aquello que nos interesa; por ejemplo, el pedúnculo hay que quitarlo. Se desmenuza la fruta para eliminar parte de ciertos elementos, como el azúcar, porque si lo utilizas a altas temperaturas se puede caramelizar y entonces no amalgamaría todo de forma correcta", explica Jaime Sanfelix, CEO de PersiSKIN.

Aunque el principal objetivo es utilizar la mayor cantidad de producto natural, también necesitan incorporar otros compuestos para que la unión resultante pueda cumplir los requisitos técnicos de la industria textil. Ahora mismo están en fase de desarrollo, pero los sectores que precisan de este tipo de material están receptivos y en unos meses tendrán productos en el mercado, asegura Sanfelix.

Por otro lado, también se pueden buscar residuos reutilizables en la pesca. Para Pili Luna, creadora del proyecto Vos Honduras Centroamérica, la piel de pescado es un material de desecho que se acaba arrojando al mar, se pudre y contamina. Se trata de millones de toneladas a las que se podría dar otro uso: curtir la piel de pescado para crear cuero sostenible. Además, se genera el doble del ingreso con una sola captura.

Según Luna, una vez curtida la piel de pescado, esta puede ser hasta nueve veces más resistente que la de ganado vacuno gracias a la forma específica en que se entrelazan sus fibras. En Europa, la empresa Atlantic Leather de Islandia fue pionera en utilizar este enfoque y utiliza pieles de salmón, perca, bacalao o pez lobo que emplean grandes firmas de la moda, como Dior o Jimmy Choo. Más cerca de España, la empresa emergente francesa ICTYOS utiliza trucha, esturión o carpa y persigue el mismo objetivo: residuo cero y aprovechamiento de lo que sobra, también de la pesca.

 

Bioeconomía circular, el presente y el futuro

Algunos de estos nuevos productos de valor añadido podrán reintroducirse en el propio sector agroalimentario de donde han salido; otros, se usarán en otros muchos sectores. Su potencial ya no es solo teórico, sino que las empresas y los jugadores de la industria entienden su importancia.

"La concepción que este sector tiene de sus propios residuos o subproductos ha evolucionado mucho en poco tiempo. Hoy en día sus planes estratégicos ya asumen en mayor o menor medida que deben 'lograr más con menos', reducir las pérdidas alimentarias, asegurar un suministro constante de alimentos y bioproductos y contribuir a la gestión sostenible de los recursos naturales en armonía con el medio ambiente", asegura Sergio Ponsá del Centro Tecnológico BETA.

No es fácil ni inmediato, pero el experto recuerda que la aparición de nuevos conceptos basados en la bioeconomía circular está dando algunos resultados que permiten ser "optimista", ya que "está ayudando a trabajar en nuevos productos de base biológica y en la descarbonización de la economía en base a ellos".

En todo este escenario, como ha quedado patente y como suele suceder en todo progreso, la tecnología es parte de la solución, pero no el fin en sí mismo. Además, también existen barreras regulatorias que pueden impedir que estas nuevas tecnologías puedan tener capacidad de impacto real. "Este es otro aspecto en el que la innovación debe focalizar esfuerzos, ya que las tecnologías avanzan muy rápidamente mientras que las regulaciones lo hacen más lentamente", añade.

Como conclusión, Ponsá subraya que "la tecnología necesita contextualizarse en un modelo de negocio que contemple incluso el desarrollo de nuevas cadenas de valor, estudios de mercado, aceptación de los consumidores y el desarrollo de sistemas logísticos adecuados; esta es la clave del éxito de los proyectos innovadores que actualmente se están desarrollando".

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