La adaptación de la gestión del agua urbana en las ciudades ante el cambio climático

El cambio climático actual es una evidencia científica que nos obliga a replantear la gestión del agua y las pautas básicas de planificación de nuestras ciudades
Autor
15-12-2025

Preocupa cada vez más la evolución climática de nuestro planeta. El proceso de calentamiento causado por el desajuste registrado en el balance energético del planeta va más rápido de lo que se pensaba a comienzos de este siglo. Las últimas proyecciones de subida de temperatura elaboradas por el programa europeo Copernicus nos hablan de un aumento de 1,5ºC respecto a la existente a mediados del siglo XIX que se alcanzaría a finales de esta década; un umbral que se consideraba muy preocupante alcanzarlo en 2100. La realidad de un planeta que consume cada vez más combustibles fósiles y que no deja de emitir gases procedentes de la combustión de los mismos, nos sitúa en una coyuntura de gran complejidad en las próximas décadas.

 

El cambio climático y el desafío del agua

El cambio climático actual es una evidencia científica que nos obliga a cambiar pautas de planificación básica de nuestra sociedad. Entre otras, la gestión de los recursos de agua, cuestión fundamental para el funcionamiento de todo grupo humano. Un agua que debe garantizar el buen estado ecológico de los ecosistemas que genera, el desarrollo económico de las sociedades, el mantenimiento de los paisajes organizados con su uso y que suponen un patrimonio generado a lo largo de la historia. Esta es la importancia pasada y presente del agua, que debemos preservar hacia el futuro. Un futuro que, en el contexto actual de cambio climático, se presenta incierto también para el recurso agua. Y especialmente en España que, por su propia posición geográfica y sus rasgos climáticos, se muestra muy sensible a las alteraciones que ya está provocando el desajuste del balance energético en la circulación atmosférica de esta parte del globo. A lo que se une el calentamiento de los mares adyacentes, muy notable en la cuenca occidental del Mediterráneo. Todo esto está condicionando y lo hará más en las próximas décadas el régimen de precipitaciones y, en definitiva, la disponibilidad de agua en nuestros ríos y acuíferos, especialmente en los primeros que son altamente sensibles a las variaciones de las lluvias en un mismo año o entre años sucesivos.

Agua-saneamiento.retema.jpg

 

En España, hay tres manifestaciones ya evidentes de cambio climático: subida de temperaturas, precipitaciones más irregulares y eventos atmosféricos extremos más frecuentes e intensos. Los tres tienen relación con el agua disponible en nuestro país. El primero porque aumenta la evaporación, especialmente en los meses cálidos del año, cuando mayor es la demanda hídrica para la agricultura y el turismo; el segundo porque obliga a una planificación inteligente que pueda garantizar recursos durante períodos prolongados de ausencia de lluvias. Y la tercera, porque incrementa el carácter extremo de los eventos de lluvia intensa, los que provocan crecidas fluviales súbitas, desbordamientos e inundaciones más o menos desastrosas. Y los tres efectos tienen una relación directa con el medio urbano, que es el que concentra el 80% de la población que vive en nuestro país.

 

El cambio climático actual es una evidencia científica que nos obliga a replantear la gestión del agua y las pautas básicas de planificación de nuestras ciudades

 

La ciudad es el espacio geográfico que requiere atención prioritaria en el abastecimiento hídrico y el que sufre, con mayor impacto, el efecto de los eventos hidrológicos extremos. De manera que la planificación hídrica de la ciudad, en el contexto de cambio climático, debe realizarse superando el escenario de una oferta continuada y adaptando los usos del suelo futuros al comportamiento más extremo del agua. La ciudad, además, se ha convertido en las últimas décadas en un medio “productor” de agua para el entorno circundante, puesto que el agua consumida se depura, por exigencia de una directiva europea desde 1991. Y estas aguas depuradas pueden -y deben- integrarse de nuevo al ciclo hídrico para abastecer usos ambientales y económicos.

Poco a poco ha ido cambiando la filosofía de planificación hídrica en España, por lo que a medios geográficos de abastecimiento de recursos de agua se refiere: aunque la montaña sigue siendo la gran reserva de agua para la garantía hídrica del campo y de la ciudad, la ciudad proporciona “nuevos” recursos hídricos al sistema que pueden suplir las carencias que manifieste ríos y acuíferos en momentos de sequía. Si, además, la ciudad está situada junto al mar además de las aguas regeneradas mediante depuración, se pueden añadir aguas procedentes de la desalación para contribuir a la seguridad hídrica a la que nos obliga la ley española de cambio climático de 2021.

 

Una nueva planificación hídrica para un país más vulnerable

En España, las ciudades consumen anualmente alrededor de 4.000 hm3, una cantidad que debe depurarse y que se puede poner a disposición de los usos agrarios de los territorios próximos y de los propios usos urbanos (riego de parques y jardines, baldeo de calles). En la actualidad, tan solo se reutiliza un 15% del total de aguas depuradas. De manera que queda un colchón hídrico importante para poder utilizarlo en la planificación futura del agua de nuestro país.

 

Las ciudades consumen en España unos 4.000 hm³ de agua al año, pero solo se reutiliza el 15% de las aguas depuradas, un margen enorme para mejorar la sostenibilidad hídrica

 

La directiva europea del agua del año 2000 indica la necesidad de organizar los recursos hídricos de los países europeos a partir de los principios de calidad -y no cantidad- de agua y del buen estado ecológico de los cursos fluviales.  De manera que cualquier iniciativa de planificación hidrológica debe plantearse atendiendo al criterio ambiental como primer principio de actuación.

En España hemos llegado a la situación, no deseada, absurda, de identificar soluciones de planificación hidrológica con ideologías políticas. Los trasvases son propios de ideologías conservadoras; la utilización de recursos no convencionales (depuración y desalación) son propuestas de ideologías progresistas. Pero esto es una vulgar simplificación de la complejidad que conlleva un proceso de planificación del agua. En los territorios deben aplicarse las soluciones que resulten, por este orden, menos impactantes para el medio natural y socioeconómicamente menos costosas para los territorios. Estos dos aspectos obligan a realizar análisis detallados de impacto ambiental, estudios económico-financieros rigurosos y procesos de participación ciudadana. Todo ello con visión multiescalar y multidisciplinar.

 

Eficiencia, pérdidas y adaptación urbana

Las ciudades, en este contexto, deben basar su abastecimiento en el uso de fuentes múltiples, que puedan combinarse y sustituirse en coyunturas pluviométricas de déficit. Resulta paradójico que cuando se produce un período de sequía, como el registrado entre 2022 y 2024, sean municipios de zonas normalmente muy lluviosas del Cantábrico, las primeras que sufren restricciones y cortes de agua en el suministro urbano. Ello habla de una planificación urbana del agua no adaptada a la nueva coyuntura climática que va a haber que revisar. El abastecimiento urbano de agua no puede depender en exclusiva de las precipitaciones porque, como se ha señalado, éstas manifiestan ya mayor irregularidad. Y los modelos climáticos indican que esta tendencia va a ir al alza en el futuro.

 

El abastecimiento urbano no puede depender únicamente de las precipitaciones, cada vez más irregulares y difíciles de prever en un contexto de cambio climático

 

Otra cuestión necesaria en la planificación del agua urbana en el actual contexto de cambio climático es la mejora en la eficiencia de las redes de distribución. El porcentaje de pérdidas de agua en red por término medio en nuestro país sigue siendo inasumible. En torno al 30% del agua que se suministra en las ciudades no está registrada, bien por falta de contadores o bien por fugas en las tuberías. Eso sí, hay contrastes notables entre ciudades que pierden la mitad del agua suministrada y otras, como Benidorm, que alcanzan una eficiencia del 97% en la distribución.

 

Hacia una gestión del agua más eficiente y resiliente

Las inundaciones, tanto fluviales como pluviales, se han convertido en un problema para la ciudad. No son fenómenos desconocidos en los entornos urbanos, pero en las últimas décadas se ha incrementado la exposición y vulnerabilidad ante este extremo hidrológico. Las ciudades deben prepararse para asumir lluvias cada vez más intensas, que en pocos minutos dejan cantidades importantes. Debe haber una apuesta decidida por la construcción de sistemas de drenaje sostenible (alcantarillado de gran capacidad, depósitos de almacenamiento de lluvia, parques inundables, pavimentos-esponja), que han demostrado su eficacia para este tipo de inundaciones pluviales. Sirva el ejemplo del parque inundable “La Marjal”, el primero inaugurado en España hace ahora diez años, que ha permitido reducir el riesgo de inundaciones en un área urbana, frecuentemente afectada, de la ciudad de Alicante.

 

La gestión del agua urbana debe ser más participativa, transparente y guiada por la ciencia, ante un escenario climático cada vez más extremo e incierto

 

En definitiva, la gestión del agua urbana se vuelve más compleja y debe ser más participativa y transparente en el actual momento de cambio climático que vivimos. Estos supuestos, unidos a la necesidad de la obtención de la sostenibilidad ambiental y socioeconómica y de la adaptación al cambio climático deben presidir las acciones de planificación y gestión del agua urbana en España. Una tarea que debería abordarse sin mayor dilación en los próximos años. Porque el actual proceso de cambio climático manifestará efectos más constantes e intensos en las próximas décadas. No cabe otra. Y las administraciones deben dejarse orientar por la ciencia en este proceso.