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El regadío recibirá 200 de los 3.000 millones de ayudas que contempla el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica de Digitalización del ciclo del Agua (PERTE- Digital del Agua), promovido por el Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (MITERD) con fondos Next Generation de la Unión Europea. Este dinero es una gran oportunidad para favorecer la digitalización del regadío y la modernización de la gestión de las comunidades de regantes, un reto que sin duda resulta apasionante y que puede significar innovaciones y mejoras de eficiencia en ámbitos muy diferentes. Así, la instalación y renovación de sistemas de telecontrol y telemando para optimizar el uso del agua; la integración de tecnologías de predicción para el cálculo de la demanda de agua; la incorporación del Big Data y la analítica avanzada para mejorar la planificación; la automatización de la gestión de canales de riego, balsas, estaciones de bombeo y redes de distribución; el impulso del uso de drones y satélites para mejorar la gestión; la instalación de sensores para captación en tiempo real de las demandas hídricas de los cultivos; la implementación de la gestión digital y electrónica en la administración de las comunidades de regantes; el desarrollo de planes de ciberseguridad para asegurar la estabilidad de las infraestructuras; la implantación de sistemas de información geográfica para la mejora de la gestión de las comunidades de regantes; y el desarrollo de aplicaciones web y de mensajería digital representan escenarios prometedores para avanzar a una mejor gestión del regadío y conseguir incluso ahorros de agua y energía.
Las ayudas del PERTE para digitalización son bienvenidas y desde Feragua estamos haciendo todo lo posible para que sean un éxito de convocatoria, pero lo que el regadío prioritariamente necesita en este momento es mejorar la garantía de agua, para lo cual, necesitamos inversiones en infraestructuras hidráulicas.
Sin embargo, debemos ser cuidadosos con no crear falsas expectativas. Y la realidad es todas estas ayudas tendrán un efecto muy limitado si no seguimos avanzando en la modernización “clásica” de las infraestructuras de riego. Favorecer la transformación digital del regadío es muy relevante, pero no tanto como seguir mejorando canales, entubando acequias y optimizando en suma el reparto de agua, es decir impulsando el gran proceso de modernización del regadío que, por ejemplo en Andalucía, ha permitido ya que más del 80% de los riegos sean de riego localizado, es decir, por los sistemas más eficientes en el consumo de agua, logrando ahorros en el empleo de los recursos hídricos que se estiman superiores al 15%, que sumado al ahorro en la sustitución de canales y acequias por tuberías pueden llegar al 30 %. Las dotaciones de riego han pasado de 8-10.000 m3/Ha en los años 80 a 5-6.500 m3/ha en el 2020, con un ahorro neto medio del 25 %-40 %. Frente a estos ahorros de la modernización clásica, la digitalización puede ayudar a ahorrar no mas de un 5% en sistemas ya modernizados, y sobre todo, a tener un mejor control de la red de riego en todo momento.
Todo lo relacionado a transformación digital tiene hoy muy buena venta, es visto como algo chic, y a los políticos les encanta, pero no deberíamos guiar las prioridades públicas por el marketing y, aunque lo cierto es que las ayudas del PERTE son bienvenidas y desde Feragua estamos haciendo todo lo posible para que sean un éxito de convocatoria, lo que el regadío prioritariamente necesita en este momento es mejorar la garantía de agua, para lo cual, además de la citada modernización, necesitamos inversiones en infraestructuras hidráulicas, a corto plazo con un Plan de ejecución de Balsas de Riego sostenibles, y a medio largo-plazo con nuevas presas de regulación técnica, económica y ambientalmente viables. Si no hay garantía de agua en las zonas regables, la digitalización no sólo es que quedaría incompleta: es que supondría un dinero mal empleado, porque, si no tiene agua para regar, al regadío le sobra todo lo demás.
Es necesario que despojemos a las inversiones hidráulicas de los falsos estereotipos que las presentan como actuaciones no sostenibles. No tiene ningún sentido incidir en el cambio climático, y reconocer que nos va a traer ciclos de sequía más intensos, así como precipitaciones más fuertes y por tanto mayor riesgo de inundaciones, y al mismo tiempo estigmatizar y vetar las obras de regulación como políticas de otros tiempos y antiprogresistas. Algunos asocian los embalses con el franquismo, pero lo cierto es que todas las políticas de puesta en riego del campo arrancan en España del regeneracionismo español del siglo XIX, y, más remotamente, de las ideas ilustradas de Jovellanos y posteriores en el siglo XX del ministro Indalecio Prieto y el Ingeniero Lorenzo Pardo. Fueron políticas abanderadas por figuras reformistas y progresistas, a las que se opusieron precisamente los sectores más conservadores y reaccionarios.
No tiene ningún sentido incidir en el cambio climático, y reconocer que nos va a traer ciclos de sequía más intensos, y al mismo tiempo estigmatizar y vetar las obras de regulación como políticas de otros tiempos y antiprogresistas.
Sin nuevas obras de regulación, no habrá forma de combatir el cambio climático, el agua no podrá garantizarse para el riego y esas arboledas que son los bosques de nuestros campos morirán y no podrán cumplir la función que cumplen como sumideros de CO2. Por no hablar del efecto devastador que el abandono del regadío tendría sobre la erosión del suelo y sobre la propia biodiversidad, pues no hay más que darse un paseo por cualquier zona regable para acreditar que son entornos privilegiados para la flora y fauna. En resumen, frente a la imagen que habitualmente se traslada, hablar de regadío es hablar de paisaje, de biodiversidad, de descarbonización y de medio ambiente, además de equilibrio demográfico, vertebración social y lucha contra la España vaciada.
En todas las cuencas andaluzas los regantes se verán expuestos en esta campaña a fuertes restricciones de agua, que llegarán en el Guadalquivir a un 70%, después de varios años de dotaciones deficitarias. Podemos seguir poniéndonos una venda en los ojos, pero la realidad es que todo esto no se solucionará sin inversiones hidráulicas, y, si estas no llegan, la ruina de la agricultura de riego significará acabar con cualquier posibilidad de desarrollo sostenible en el medio rural, condenarlo a la desertización y a la despoblación y, en suma, destruir ese medio ambiente que se dice querer proteger. Y por todo ello el MITERD, que hace muy bien impulsando la transformación digital del regadío, debe también asumir, como objetivo propio, incrementar la garantía de agua para la agricultura de riego, con nuevas presas y balsas y culminando la modernización tradicional del regadío, en coordinación y cooperación fluida con el Ministerio de Agricultura y Alimentación (MAPA), que no deje atrás ninguna de las zonas regables pendientes de modernizar, las cuales por desgracia para sus regantes, han sido abandonados en los planes hidrológicos, como es el ejemplo de la zona regable del Rumbar en Jaén, que lleva años queriéndose modernizar ante el silencio de las administraciones del agua (CHG) y agrarias, estatal y regional (MAPA/CAGPDS).
Desde Feragua alentamos, por supuesto, la transformación digital del regadío andaluz. Pero no nos queda más remedio que advertir al Ministerio, del que depende la gestión de la Cuenca del Guadalquivir, que la digitalización no resolverá el problema de los 1.750 m3/ha de dotación que vamos a tener este año (frente a los 6000 m3/ha de dotación óptima) y que tendremos en el futuro más veces, por mucho que implantemos tecnologías de Bigdata.
Es el momento de apostar por la planificación y ejecución urgente de inversiones hidráulicas que ayuden a resolver el déficit hídrico estructural. Esas inversiones son también políticas verdes, además de políticas sociales.
La digitalización no evitará que tengamos que soportar restricciones del setenta por ciento, después de tres años consecutivos de déficit dotacional, como va a ocurrir en esta campaña. La digitalización no evitará que un ciclo de sequía nos conduzca, como ahora, a que el olivar, el principal cultivo de nuestra Cuenca, se vea sometido a una restricción del 40% y a que el arroz solo pueda sembrar un máximo del 30%. La digitalización no evitará las pérdidas de 300 millones de euros que estimamos vamos a tener en el ámbito de la Cuenca. La digitalización ayuda, pero no es la panacea, y necesitamos medidas desde todos los frentes, tanto de incremento de oferta (incluida los recursos no convencionales) como de control de la demanda, donde se enmarca la digitalización dentro del concepto global de modernización de regadío. Todo cuenta, cada gota cuenta.
Fue en 2008 cuando entró en servicio el último embalse construido para la Regulación General: la Breña II (cuya estación de bombeo aún sigue sin funcionar, por cierto, lo que está privando de 140 hm3 anuales a la Cuenca). Es el momento de apostar por la planificación y ejecución urgente de inversiones hidráulicas que ayuden a resolver el déficit hídrico estructural. Esas inversiones son también políticas verdes, además de políticas sociales, como bien supieron ver los políticos regeneracionistas que las impulsaron en el siglo XIX y XX.