Sogama edita un manual de buenas prácticas por la Semana Europea de la Prevención de Residuos 2018

Lleva por título \"Reducir para Sumar\" y, a través del mismo, se proporcionan sencillos consejos con los que reducir la generación de desechos en origen, gesto esencial para transitar hacia la economía circular
Sogama edita un manual de buenas prácticas por la Semana Europea de la Prevención de Residuos 2018
Sogama edita un manual de buenas prácticas por la Semana Europea de la Prevención de Residuos 2018
19-11-2018
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En el marco de la Semana Europea de la Prevención de Residuos 2018 y, bajo el título “Reducir para Sumar”, la Sociedade Galega do Medio Ambiente edita un manual de buenas prácticas a través del cual pretende proporcionar algunas de las claves para hacer frente a la elevada producción de desechos en las sociedades modernas, propiciando el ansiado tránsito desde una economía lineal de usar y tirar a una circular en la que los productos se aprovechan y recuperan mediante su transformación en recursos. Una verdadera revolución verde a la que todos estamos llamados a participar y contribuir.

Reflexionar, calcular, rehusar y reciclar

La Sociedad alude así a pequeños y sencillos gestos a adoptar por los ciudadanos para reducir la cantidad de residuos generados cada día, constituyendo la primera y principal “R” en la gestión sostenible de los mismos. Es por ello que, como medida estrella, invita a reflexionar sobre nuestras necesidades reales y adquirir los productos y servicios que verdaderamente precisemos. En este sentido, alude a la gran utilidad que supone elaborar una lista previa de la compra para no salirnos del guion y preservar nuestro bolsillo.

Los vasos, cubiertos y platos de un solo uso deben quedar en el olvido y apostar por su versión reutilizable (loza, vidrio o metal). También en el olvido deben quedar los envases y envoltorios innecesarios, dando preferencia a las compras a granel y a los artículos locales, toda vez que requieren menos transporte y contribuyen a disminuir las emisiones de CO2 a la atmósfera. Y, cuando por razones de higiene, seguridad o transporte no quede otra alternativa que adquirir productos envasados, una vez agotada su vida útil, los envases deben depositarse en el contenedor correspondiente: amarillo, para envases de plástico, latas y briks; azul, para envases de cartón y papel; iglú verde, para envases de vidrio.

La rentabilidad económica, ambiental y social del reciclado está garantizada. Con 6 briks se puede fabricar una caja de zapatos; con 40 botellas de PET, un forro polar; con 80 latas de refresco, una llanta para una bicicleta; con 8 cajas de cereales, un libro; y reciclando una sola botella de vidrio se ahorrará la energía suficiente para mantener encendida una bombilla de 100 W durante cuatro horas.

Disminuir el desperdicio alimentario constituye todo un desafío. Un tercio de la comida que se produce en el mundo acaba desechada, cantidad que resultaría suficiente para alimentar a 2.000 millones de personas. Por tanto, es preciso comprar sólo los alimentos que se necesiten, diferenciar entre fecha de caducidad y fecha de consumo preferente (la primera indica la fecha a partir de la cual un producto puede suponer un riesgo para la salud y la segunda la fecha a partir de la cual el producto puede perder cualidades tales como textura, presencia, color y sabor, pero sin entrañar riesgo para la salud), ajustar las raciones al número de comensales y aprovechar las sobras para elaborar nuevos menús.

Respecto a la ropa fuera de uso, pero en buen estado, constituye toda una sinrazón arrojarla al cubo de la basura. Hay personas que la necesitan. Una buena solución es recurrir a entidades especializadas, y con una clara dimensión social, que promueven su reutilización e reciclado, pudiendo convertirse aquellas prendas que ya no tienen utilidad en productos tales como mantas, aislantes o trapos para la industria de la automoción.

El suelo no es una papelera

Las colillas y los chicles no pueden acabar en el suelo. Además del impacto ambiental que generan, son muy difíciles y caros de retirar y eliminar por parte de los servicios municipales. Se estima que 4,5 billones de colillas acaban arrojadas al entorno natural cada año. Por su parte, un chicle tarda entre 20 y 25 años en biodegradarse.

En la medida de lo posible, lo ideal sería dar preferencia a los pañales reutilizables. Hasta los 3 años, un niño utiliza, nada más y nada menos, que entre 5.000 y 6.000 unidades.

Hacer frente al elevado crecimiento de la basura electrónica supone otro de los grandes retos. Crece tres veces más rápido que el resto de los desechos. Calculando una vida media de dos años para un Smartphone, se prevé que cada usuario consumirá más de una tonelada de recursos naturales.

Dar rienda suelta a la imaginación supone otra gran medida para combatir la ingente cantidad de basura que producimos cada día. Lo aparentemente inservible puede tener múltiples utilidades. Incluso hay quien crea verdaderas obras de arte a partir de los desechos.

Criterio multierre

Aplicar todas las R de la economía circular ayudará a que la gestión de los residuos sea realmente sostenible: Rediseñar, Refabricar, Reparar, Redistribuir, Reducir, Reutilizar, Reciclar y Recuperar energéticamente la fracción no reciclable.

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