De los pilotos a los cultivos de exportación: aplicaciones agrícolas de desalinización y reúso de agua en América Latina

Uno de los imperativos más urgentes para la humanidad es el de la producción de alimentos a niveles capaces de satisfacer la demanda de su demografía en crecimiento, en condiciones de escasez hídrica y pérdida de humedad en los suelos
Autor/es
Diego Ortuño
Publicado en
12-09-2025

Lo primero a decir es que España es potencia en desalinización agrícola. Zonas semiáridas como Murcia, Alicante y Almería se han consolidado como la huerta de Europa y esto demuestra el poder de la desalinización en la agricultura. Se trata de un modelo en cuyo núcleo se articulan acuerdos entre regantes, cooperativas y operadores de plantas que han permitido un abastecimiento estable que, combinado con el uso de energías renovables, refuerza la sostenibilidad integral del sistema. Este conocimiento y éxito probado, que ha transformado economías locales, se ha convertido en un referente global, influyendo en cómo se conciben hoy nuevos proyectos agrícolas en geografías lejanas pero con desafíos similares, como Chile.

No obstante, América Latina ya no se limita a replicar modelos. Frente a pérdidas agrícolas por sequía de 29.000 millones de dólares en las últimas dos décadas y 150 millones de hectáreas con degradación severa -según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO)- la región está forjando sus propias soluciones. Impulsada por la urgencia climática y la necesidad de proteger su vital sector agroexportador, está abriendo un nuevo camino a través de investigaciones locales, alianzas público-privadas y modelos de negocio que demuestran que es posible crear oasis productivos, rentables y sostenibles.

 

Impulsada por la urgencia climática y la necesidad de proteger su vital sector agroexportador, América latina está abriendo un nuevo camino a través de investigaciones locales, alianzas público-privadas y modelos de negocio que demuestran que es posible crear oasis productivos, rentables y sostenibles

 

En las Salinas de Pullally, en la Región de Valparaíso, Chile, un proyecto piloto está cambiando radicalmente la perspectiva de los agricultores locales. La iniciativa se centra en el uso de una planta desaladora modular que trata agua de un acuífero costero salobre como una solución tecnológica replicable para la pequeña y mediana agricultura. La planta modular diseñada por VIGAflow tiene una capacidad de producción de 5 L/s, y permite obtener un agua dulce de excelente calidad con una conductividad menor a 20 µs/cm.

 

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Por ello, el objetivo de las próximas etapas del proyecto es escalar a una fase productiva con volúmenes más relevantes.

Iván Sola, investigador del proyecto que lleva a cabo la Universidad de Playa Ancha, explicó a RETEMA que en este momento están en una segunda etapa del proyecto, en la cual han avanzado en el desarrollo de cultivos experimentales sustentables mediante el riego con agua desalada y su mezcla con fuentes de agua tradicionales; a través del cultivo en sistemas de growbags (cultivo sin suelo) y riego tecnificado con micro-goteo de berries (frutillas y frambuesas). Durante la primera fase experimental - comenta - se experimentó con cultivo en suelo de frutilla (cultivo muy sensible y poco tolerante) y quínoa (cultivo tolerante a las altas salinidades) a través de un sistema de economía circular con el riego con el agua de rechazo de la planta.

 

 

“Los resultados ya son contundentes” dice. El uso de agua desalada, pura o mezclada, ha reducido la mortalidad de las plantas del 40% (con agua de pozo tradicional) a solo un 7%, y ha incrementado el peso promedio de los frutos en un 13%. “Este aumento en la calidad y el rendimiento abre la puerta a una mayor rentabilidad” agrega.

 

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Además de la experiencia técnica, el impacto social se posiciona como un logro significativo. Agricultores de la zona habían tenido que abandonar cultivos tradicionales, como la frutilla, por la creciente salinización de sus pozos. Jesús Basáez, un productor local, comparte su testimonio: “Llegamos a producir casi tres hectáreas de frutilla y nos iba bastante bien. Pero se empezó a concentrar el agua en los pozos y empezó a bajar la producción. Se secaban. De a poco fuimos achicándonos hasta menos de dos mil metros”. Gracias al proyecto, afirma que han podido “retomar cultivos como las frutillas, frambuesas y otros berries”.

Sola dirime que, si bien el costo del agua desalada es más alto que el agua tradicional, el valor agregado de producir cultivos de mayor valor comercial demuestra que la desalinización es económicamente viable, especialmente cuando se aplican técnicas de cultivo más eficientes y productivas.

Añade que ahora trabajan en los análisis económicos y desarrollo de modelos de negocio agrícolas innovadores y adaptados a diferentes escalas de producción, desde la agricultura familiar campesina hasta la mediana y gran industria, que integren el uso de agua desalada y nuevos sistemas de tecnología agrícola para incrementar la productividad y rentabilidad económica de los cultivos.

El éxito de esta iniciativa, según Sola, radica en la sólida cooperación público-privada entre el sector científico, la empresa VIGAflow, el Gobierno Regional de Valparaíso y, crucialmente, la participación activa de las comunidades de agricultores.

 

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El círculo virtuoso

El experto internacional y autor del libro “7000 años de Historia de Desalinización”, Emilio Gabbrielli, destaca el programa “Água Doce” en Brasil como un ejemplo notable y altamente innovador de economía circular de agua desalinizada por abordar uno de los mayores desafíos de la desalinización interior que es la gestión de la salmuera, cuyo transporte y tratamiento pueden ser prohibitivamente caros y ambientalmente complejos.

En lugar de considerarla un residuo, el programa la convierte en un recurso valioso. La salmuera se utiliza para la acuicultura, específicamente para criar peces como la tilapia, que prosperan en esas condiciones. Posteriormente, el agua de descarte de la piscicultura, enriquecida con nutrientes, se emplea para regar Atriplex nummularia, una planta forrajera tolerante a la sal que sirve de alimento de alta calidad para ovejas y cabras.

 

 

Gabbrielli describe este modelo como un “círculo virtuoso” perfecto. Esta aproximación holística ofrece una solución elegante y sostenible para la desalinización en zonas agrícolas del interior para generar múltiples cadenas de valor (peces, forraje, ganado) a partir de un solo proceso.

El Água Doce es una política pública federal de Brasil que opera desde 2004. El programa está diseñado para llevar agua potable a comunidades rurales aisladas del semiárido brasileño. Técnicamente, se basa en la instalación de sistemas de desalinización que utilizan la tecnología de ósmosis inversa para tratar aguas subterráneas salobres o salinas, que son a menudo la única fuente hídrica disponible en la región. Cada sistema consiste típicamente en la perforación de un pozo tubular profundo, una bomba, un depósito para el agua bruta, la unidad de desalinización (generalmente alojada en una estructura de mampostería), y un depósito para el agua tratada que se distribuye a través de un surtidor público.

Con el objetivo de garantizar la sostenibilidad en zonas remotas, muchas de estas plantas son alimentadas con energía solar fotovoltaica. El programa ha tenido una implementación masiva a lo largo de los años; en sus distintas fases ha llegado a tener más de 1.200 sistemas instalados o en proceso de implantación en 10 estados, beneficiando a cientos de miles de personas con agua de calidad y transformando la realidad de las comunidades más vulnerables a la sequía.

Gabbrielli, cuya trayectoria incluye la dirección de Thames Water en Brasil y el liderazgo ejecutivo de la Global Water Partnership, destaca que a diario se publican papers e investigaciones orientadas a obtener agua a un menor costo y de manera sostenible, por lo que alberga la esperanza de que estas soluciones beneficien a cada vez más personas. “Imagine un material que condense agua del aire durante el día y que lo suelte por goteo durante la noche. Ahora imagínelo en extensos cultivos en el desierto”, dice para referirse a algunas de las investigaciones que han llamado su atención recientemente.

 

Escalada de exportación

Más allá de los proyectos piloto, ya existen ejemplos de aplicación a gran escala que demuestran la viabilidad económica del uso de aguas no convencionales para la agroexportación de alto valor.

En la árida región de Ica, en Perú, uno de los desiertos más secos del mundo y epicentro de la agroexportación de uvas y espárragos, la empresa Agrokasa implementó una visionaria solución de reúso a gran escala. La sobreexplotación crítica de los acuíferos locales, única fuente de agua hasta entonces, amenazaba con el colapso de la sostenibilidad de toda la industria regional así que la compañía se forzó a buscar proactivamente una fuente de agua alternativa, segura y resiliente para proteger su modelo de negocio.

 

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La solución fue una apuesta por la economía circular. Tras adjudicarse en licitación pública el derecho a usar las aguas residuales tratadas de la ciudad de Ica, Agrokasa instaló una planta de tratamiento con capacidad para procesar 180 litros por segundo para mantener y elevar la productividad de sus cultivos de exportación.

En paralelo, en los valles costeros de Baja California, México, la desalinización se ha convertido en el pilar de una próspera industria agrícola enfocada en la exportación de berries (fresas, frambuesas) y hortalizas al exigente mercado norteamericano. El modelo de negocio se basa en la premisa de que la seguridad hídrica total es un requisito indispensable para competir a nivel internacional. Aunque el costo de desalinizar es superior al de extraer agua de pozo, se internaliza como una inversión estratégica, una “póliza de seguro” contra la sequía que garantiza la viabilidad de la operación.

 

 

Berrymex es uno de los casos emblemáticos de esta zona. La compañía inauguró en el Valle de San Quintín la que es considerada la planta desaladora para uso agrícola más grande de América Latina. Esta instalación de ósmosis inversa, que opera parcialmente con energía fotovoltaica, tiene una capacidad de producción que ha ido escalando progresivamente, comenzando con 225 litros por segundo (lps) con planes de expansión hasta más de 600 lps. Este volumen de agua de alta calidad se ha hecho imprescindible para el cultivo de berries en la localidad, que son especialmente sensibles a la salinidad.

Esta predictibilidad en el suministro de agua de alta calidad ayuda a los agricultores a cumplir con los estrictos calendarios y estándares de los grandes minoristas de Estados Unidos, acceder a mejores precios y operar de forma continua durante todo el año. Para finalizar, es oportuno retomar el ejercicio imaginativo de los desiertos productivos planteado por Gabbrielli. Pues, para la preservación de la especie humana y el mantenimiento de sus conquistas como la expectativa y calidad de vida de las que goza hoy, es más importante conquistar las arenas del Sahara y de Atacama que poner pie en los confines del sistema solar.

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