Ya no es posible concebir a la minería chilena sin desalación y reúso de agua. Se trata de una de las industrias de mayor eficiencia hídrica del mundo, pues se desarrolla en entornos áridos como el desierto de Atacama y le está vetada la competencia por las fuentes continentales con los usos sanitarios y agrícolas. Este reportaje pone el foco en la minería como principal motor de la desalación en Chile, aunque conviene acotar que el avance en tecnologías de tratamiento de efluentes ha permitido que, según la Comisión Chilena del Cobre (Cochilco), el rubro del cobre recircule más del 74% del agua que entra a sus faenas. Una vez alcanzados estos ratios, es natural voltear al océano.
En un escenario donde Latinoamérica se posiciona como un mercado en crecimiento para la desalación —con un crecimiento anual cercano a los ocho puntos porcentuales, según consultoras, y una porción del mercado global de más del 6% (GWI)—, gran parte de ese impulso se explica por la minería chilena. Pero la pregunta sigue abierta: ¿cuáles son sus desafíos y proyecciones? Para responder, conversamos con especialistas cuya rutina transcurre en las plantas desaladoras que abastecen las operaciones mineras.
De acuerdo con la Asociación Chilena de Desalación y Reúso (Acades), Chile está camino a quintuplicar su producción de agua desalada mediante 41 iniciativas que sumarán una capacidad de 45.239 litros por segundo. El salto es sustancial frente a la capacidad actual, que supera los 10.500 l/s repartidos en 24 plantas de gran porte, y se sustenta en una inversión total de US$ 22.159 millones. La mayor parte del monto —US$ 10.197 millones en 15 proyectos— tiene destino netamente minero, mientras que otras 11 iniciativas corresponden a un enfoque multipropósito-minero (US$ 5.606 millones). Establecido que el presente y el futuro de la desalación en Chile son principalmente mineros, resulta inevitable mencionar colosos como Escondida, que ostenta el récord americano de capacidad.
Si Latinoamérica se posiciona como un mercado en crecimiento para la desalación con un crecimiento anual de alrededor de los ocho puntos porcentuales y una porción del mercado global de más del 6% es en gran parte gracias a la minería chilena
En esa misma línea, el proyecto EWS (Escondida Water Supply) se ha consolidado como un sistema integral de captación, desalación y transporte de agua de mar que abastece a Minera Escondida (BHP) en la Región de Antofagasta, reconocido como uno de los proyectos de infraestructura hídrica más grandes y complejos de América Latina. En este caso, el costo de la infraestructura de impulsión —tuberías, estaciones de bombeo y electricidad— representó la mayor parte de la inversión total.
Las proyecciones sectoriales refuerzan el cambio de paradigma. Cochilco estima que para 2034 el setenta por ciento del agua utilizada por la minería provendrá de fuentes de agua de mar desalada o reutilizada, lo que implicará una caída del treinta y nueve por ciento en el consumo de agua continental. Empresas como BHP (Escondida), que desde 2020 solo utiliza agua desalada en sus operaciones de alta ley, o Antofagasta Minerals (Centinela), que lo hace desde 2023, son reconocidas como pioneras de esta transición al marcar el estándar de sostenibilidad hídrica para la industria.
A este mapa se suma la Corporación Nacional del Cobre de Chile, Codelco —compañía propiedad del Estado—, que avanza en su planta desaladora del Distrito Norte, prevista para inaugurarse en enero de 2026 con una capacidad inicial de 840 litros por segundo y posibilidad de ampliación en una segunda etapa. Se trata de un proyecto de infraestructura civil masivo que incluye un acueducto de 160 kilómetros.

En la mirada de los especialistas, el consenso es claro: la desalación ya dejó de ser promesa y se convirtió en condición habilitante para la minería en el norte de Chile. Ivo Radic, gerente general de Vigaflow, empresa especializada en tratamiento de agua y efluentes, lo sintetiza así: "prácticamente no habrá minería sin agua desalada si esta se lleva a cabo en el norte (desierto)". Su afirmación, sin embargo, abre una discusión técnica más fina sobre dónde se concentran los mayores riesgos y costos.
El verdadero desafío técnico
Con toda la experiencia que la minería ha traído a Chile con la desalación, Radic sostiene que la ósmosis inversa —el corazón de la planta desaladora— es hoy una tecnología eficiente y madura. Por ello, el desafío principal no está en la planta costera, sino en el transporte y la logística. “Tanto CAPEX como OPEX del transporte de agua a distancias largas y en altura pueden ser incluso tres veces o más el costo de la desaladora y su operación, respectivamente." En consecuencia, el foco técnico y la inversión más crítica se desplazan hacia la “especialidad” de impulsión, más que hacia la desalación en sí.
Esa infraestructura hídrica, inicialmente empujada por la minería del cobre, empieza además a adquirir un rol estructural en la habilitación de nuevas industrias estratégicas del país. Radic confirma la expansión de la desalación hacia el Hidrógeno Verde (H2V), que, según el catastro levantado por la Comisión de Bienes de Capital (CBC) y Acades, suma 12 proyectos por US$ 5.866 millones. “Las operaciones de H2V necesitan el agua dulce para sus sistemas de enfriamiento.
También para producir el H2V, pero eso es muy poca agua (muy pura)," detalla. Paralelamente, el sector del litio migra hacia la Extracción Directa de Litio (DLE), un modelo que reduce significativamente el uso del agua de los salares y cuyo proceso se apoya en tecnologías de membranas, como la ósmosis inversa y la ultrafiltración. Para Radic, tanto DLE como H2V son "nuevas aplicaciones para nuestra industria" de desalación.
Denis Concha, Superintendente de Comisionamiento en Antofagasta Minerals y con experiencia en Aguas CAP —una de las primeras plantas multipropósito del país—, subraya que la desalación a gran escala “es una tecnología y proceso que ya está internalizado en el sector minero”. Aun así, identifica retos operacionales vigentes: "mejorar el nivel de predicción de la calidad de agua de mar que permita ajustar los procesos de pretratamiento para mantener la eficiencia de proceso, lo cual ha avanzado estos últimos años con proveedores especializados incorporando en sus desarrollos sistemas de procesamiento de datos e inteligencia artificial."
El paso, explica, es transitar de modelos reactivos a modelos predictivos, anticipando episodios como la Marea Roja o eventos de turbidez que podrían dañar membranas de alto costo. “Actualmente los principales desafíos operacionales están en mejorar el nivel de predicción de la calidad de agua de mar para ajustar los procesos de pretratamiento y mantener la eficiencia de proceso”.
A la dimensión operativa se suma una búsqueda permanente de eficiencia energética y económica, con el objetivo de alcanzar el mínimo make-up de agua fresca para procesar más mineral con menos agua. En el plano medioambiental, Concha coloca el acento en la adaptación constante al marco legal: la evolución regulatoria, al incorporar nuevas variables de monitoreo, puede exigir equipamiento y prácticas adicionales a las consideradas en el diseño original. Esto obliga a “un análisis en mérito del tipo de proceso y las condiciones de cada proyecto con una mirada de producción armónica con el medioambiente", en un proceso dinámico y costoso que debe conciliar producción con entorno marino.
Chile está camino a quintuplicar su producción de agua desalada gracias a 41 iniciativas, las cuales sumarán una capacidad de producción de 45.239 litros por segundo
Respecto del crecimiento proyectado, Concha es directo: "es una realidad que el desarrollo de los distintos sectores productivos requiere implementar fuentes de suministro de agua no continental, donde el sector minero ha liderado en dicha transición”. Sin embargo, el avance de la desalación en Chile enfrenta un obstáculo que, según Patricio Martiz, Gerente de Desarrollo de ITECK, hoy pesa incluso más que la inversión. Martiz plantea la necesidad de abordar las "trabas o mayores exigencias que la propia ley" que se imponen a través de actos de la autoridad sectorial, como oficios y resoluciones. Esta burocracia, ajena al mandato legislativo, "retarda los proyectos" y "exige mayores inversiones, nuevos estudios o impone obligaciones en la operación," elevando complejidad y riesgo. Aun así, expresa confianza en que la situación será rectificada, optimismo que vincula al ambiente electoral nacional.
Agua por tiempo
El enfoque de Martiz introduce una lógica distinta para el desafío de impulsar agua a gran altura. En un mundo que evalúa el agua por su calidad y no por su procedencia, sostiene, podría evitarse una inversión energética masiva. Ese es el principio del SWAP de Aguas, propuesta impulsada por ITECK para resolver el alto costo de transportar agua desalinizada a faenas ubicadas a más de tres mil metros en la Cordillera de los Andes. El mecanismo opera por compensación y eficiencia: en lugar de bombear agua desalada desde la costa hasta la faena, la compañía entrega ese volumen de agua dulce y de alta calidad a una ciudad, un proyecto agrícola o una sanitaria en la costa. A cambio, la minera recibe una cantidad equivalente de agua continental o derechos de agua ya disponibles en altura, más cerca de la operación.

Consultado por eventuales beneficios fiscales a mineras que compartan agua desalada, Martiz se inclina por la integridad del mercado y la transparencia. "Personalmente no creo en el subsidio a la oferta," afirma, y prefiere que se transparenten las tarifas en las cuentas de agua y que las sanitarias asuman inversiones para sostener la responsabilidad del servicio. Bajo ese modelo, las sanitarias decidirían si invierten o compran agua a terceros, como plantas desaladoras privadas.
La situación rural abre otra dimensión. Allí, donde la infraestructura sanitaria es limitada o inexistente, Martiz sugiere que el Ministerio de Obras Públicas podría licitar o comprar agua con subsidios, aunque insiste en que el mercado debiera ser más libre. Reconoce que una minera podría adoptar un formato multipropósito para abastecer comunidades, pero advierte que el beneficio tributario asociado sería "muy marginal" para impulsar esa decisión. A su juicio, el incentivo más efectivo para compartir agua sería una "vía más expedita para obtener los permisos" vía SEIA cuando el proyecto incorpora suministro para agricultura o consumo humano en áreas rurales.
Como ejemplo de desarrollo integral, Martiz menciona la planta de Aguas Pacífico, que abastecerá a Anglo American y simultáneamente proveerá a una ciudad, pueblos rurales y una central térmica, lo que la convierte —según su descripción— en un proyecto "cien por ciento multipropósito". Denis Concha coincide en que este modelo permite diversificar clientes y minimizar CAPEX, pero advierte que incrementa OPEX y complejiza la gestión del riesgo, por lo que debe evaluarse caso a caso. En su visión, el multipropósito debe seguir analizándose en paralelo a la evolución regulatoria y a definiciones de política de Estado, para "apalancar sinergias”.
Concha remarca que la minería ya logró ser el motor del cambio hídrico —porque otros sectores productivos se orientarán a la desalación— y que el paso siguiente es consolidar la infraestructura de agua desalada del país. Esa infraestructura, sin embargo, no es solo acero: también requiere ideas y materiales intelectuales que permitan construir bases sólidas.
En el plano interno, lo resume como un cambio cultural que ocurre al incorporar el uso de agua desalinizada, porque muchas personas aún desconocen su funcionamiento, beneficios y niveles de control. En los últimos años, agrega, se ha avanzado de forma significativa con comunidades en información y conocimiento del proceso, algo imprescindible para la licencia social.
“Hemos hecho visitas y charlas a colegios, universidades y comunidades en general para romper mitos tales como la descarga de salmuera”, señala, aunque insiste en continuar el trabajo con estudios y monitoreos que permitan explicar resultados y demostrar la madurez de diseños, tecnología y controles, en beneficio de la compatibilidad de la desalinización con el medio ambiente, un ámbito en el que —acota— las mineras también han sido pioneras.