Hacia una gestión sostenible de los residuos: obstáculos y estrategias para el cambio

El actual modelo de gestión de residuos enfrenta obstáculos significativos para el cambio, que requieren de un plan de acción inmediato y a gran escala, que priorice y prevenga los residuos, y facilite la transición hacia una economía circular
Autor/es
Griselda Romero
Publicado en
30-09-2024
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La gestión de residuos alrededor del mundo es un problema intrincado y multifacético, que involucra una red compleja de partes interesadas y depende de múltiples factores interrelacionados. A pesar de los esfuerzos colectivos de gobiernos, organizaciones no gubernamentales, el sector privado y trabajadores informales para abordar esta crisis, la naturaleza “perversa” del problema lo hace difícil de resolver con soluciones simples. La efectividad de los sistemas de gestión de residuos requiere no solo la participación activa del sector privado en el diseño de productos, sino también un cambio de comportamiento masivo en los hogares. Además, factores como los precios globales del petróleo, el valor de los materiales reciclables y la inestabilidad geopolítica añaden más capas de complejidad, lo que dificulta la implementación de soluciones universales y perpetúa los problemas ambientales asociados, como las emisiones de GEI y la pérdida de biodiversidad.

Basado en el reciente informe de Perspectivas mundiales de la gestión de residuos 2024: “Más allá de la era de los residuos: Convertir la basura en un recurso”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP) junto con la International Solid Waste Association (ISWA), el presente reportaje profundiza en los obstáculos a enfrentar para transformar el modelo de gestión de residuos; y explora las vías convergentes para prevenir y gestionar los residuos de forma eficiente.

 

Obstáculos al cambio

Desatención a la urgencia del reto de los residuos

La urgencia del reto de los residuos constituye un problema crítico que afecta profundamente tanto a la sociedad como al medio ambiente. Sin embargo, la falta de reconocimiento de este desafío global representa uno de los principales impedimentos para el desarrollo soluciones efectivas y sostenibles. Por esta razón, es imperativo que la crisis actual motive un compromiso urgente por parte de los líderes políticos, productores y otras partes interesadas para asumir una mayor responsabilidad y adoptar medidas más ambiciosas.

En este contexto, la carencia de datos precisos sobre la contaminación y riesgos para la salud pública asociados a los residuos no controlados agrava la situación. La mala gestión de residuos se relaciona con una amplia gama de enfermedades, incluyendo problemas de fertilidad y desigualdades sanitarias a largo plazo. Sin embargo, la falta de registros adecuados sobre la eliminación informal de residuos, como el vertido o la incineración ilegal, o la cada vez mayor complejidad de los productos, que contienen productos químicos peligrosos, dificultan la comprensión real de los impactos ambientales y sobre la salud humana, subestimando así las consecuencias de estos residuos.

Por otro lado, los impactos climáticos derivados de la generación y gestión de residuos han sido históricamente subestimados, lo que ha resultado en una falta de inversión en su reducción como estrategia de mitigación del cambio climático. A pesar de que se estima que entre el 15% y el 25% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI) podrían mitigarse con una mejor gestión de residuos, este potencial sigue sin ser plenamente reconocido en las políticas nacionales e internacionales. Ejemplo de esto ha sido que las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero proveniente de la descomposición anaeróbica de residuos orgánicos en vertederos, o las emisiones de la quema abierta de residuos, no hayan sido evaluadas ni registradas correctamente, lo que reduce las oportunidades de inversión en la recogida y valorización de residuos orgánicos. 

 

La actual crisis exige un compromiso urgente de toda la cadena de valor para asumir una mayor responsabilidad y adoptar medidas más ambiciosas.

 

 

Falta de inclusión

En segundo lugar, la gestión de residuos enfrenta desafíos significativos debido a la falta de inclusión en las políticas e infraestructuras, que no reconocen adecuadamente los aspectos de género y subestiman el papel del sector informal. Este actual enfoque excluyente ha llevado a que las decisiones de gestión de residuos sean menos efectivas e inadecuadas para el contexto local, lo que aumenta los riesgos de fracaso. En este sentido, es esencial que las políticas futuras adopten un enfoque más inclusivo, que valore y aproveche las contribuciones de todos los actores involucrados, desde las mujeres y los jóvenes hasta los trabajadores informales, para lograr una gestión de residuos más equitativa y sostenible.

A este respecto, uno de los retos persistentes es la falta de reconocimiento de las diferencias de género presentes en la cadena de valor, un problema significativo que perpetúa estereotipos y limita la capacidad de las mujeres para influir en las decisiones que afectan su vida diaria. Las mujeres, a menudo responsables de la gestión de residuos en el hogar y participantes clave en el sector informal, enfrentan riesgos de salud, condiciones laborales precarias, y discriminación. Además, cuando los sistemas de gestión se formalizan, las mujeres corren el riesgo de quedar excluidas de oportunidades de formación y empleo, lo que refuerza aún más la desigualdad. Sin un reconocimiento explícito de estas disparidades, los avances hacia una economía más circular y justa son limitados.

También, el sector informal, que desempeña un papel crucial en la gestión de residuos, especialmente en regiones donde los servicios formales son deficientes, ha sido históricamente infravalorado. Estos trabajadores, que incluyen un alto porcentaje de mujeres, jóvenes, personas con bajos ingresos y otras comunidades vulnerables, realizan tareas esenciales como la recolección y clasificación de residuos, a menudo en condiciones peligrosas y sin reconocimiento legal. A pesar de su importancia, este sector sigue siendo marginado en las políticas de desarrollo, ignorando su experiencia y conocimiento, y obviando su contribución a la economía, la sociedad y el medio ambiente. Asimismo, la formalización de servicios puede desplazar a estos trabajadores, privándolos de sus medios de subsistencia, lo que subraya la necesidad de proteger sus derechos y garantizar su inclusión en la transición hacia una economía circular. La desilusión y el pesimismo en las comunidades locales, resultado de no ser escuchados, también pueden frenar el progreso en la mejora de los sistemas de gestión de residuos. 

 

Es esencial que las políticas futuras adopten un enfoque más inclusivo, que valore y aproveche las contribuciones de todos los actores involucrados.

 

 

Legislación inadecuada

Cabe destacar, en tercer lugar, que la legislación relacionada con la gestión de residuos, a menudo suele ser inadecuada e ineficaz, en parte debido a definiciones ambiguas y a la falta de coherencia en su aplicación internacional. Deficiencias que, no solo dificultan la correcta clasificación y gestión de los residuos, sino que limitan el desarrollo de una economía circular y complican la formulación de políticas uniformes.

La falta de un entorno regulador propicio obstaculiza la participación del sector privado en la gestión de residuos, debido a barreras burocráticas o carencia de infraestructuras. Además, la falta de normativa específica sobre la recogida y reciclaje de flujos de residuos, junto con la ausencia de incentivos para el uso de materiales reciclados, inhibe el desarrollo de mercados nacionales de reciclaje. También, la inconsistencia en los sistemas de recopilación de datos entre diferentes actores a lo largo de la cadena de valor obstaculiza el intercambio de información, limitando aún más la eficiencia en la gestión de residuos.

Por otro lado, la aplicación deficiente de la normativa existente y la insuficiencia de sanciones eficaces fomentan prácticas inadecuadas y corrupción, tanto a nivel nacional como en el comercio internacional de residuos. Además, la privatización de los servicios de gestión de residuos, aunque potencialmente beneficiosa, también corre el riesgo de monopolizarse, favoreciendo a grandes multinacionales y marginando a las empresas locales. Estas deficiencias se ven exacerbadas por la falta de cooperación internacional y por los elevados costos de una gestión adecuada, lo que hace que el comercio global de residuos sea especialmente vulnerable a la corrupción y a la proliferación de traslados ilegales de residuos. 

 

La falta de un entorno regulador propicio y aplicación deficiente de la normativa no solo dificultan la correcta clasificación y gestión de los residuos, sino que limitan el desarrollo de la economía circular.

 

 

Barreras técnicas

Igualmente han de considerarse las barreras técnicas para la gestión de residuos, que bien pueden ser universales o específicas del contexto en que se aplican. Las barreras universales son comunes en todo el mundo, como por ejemplo, la dificultad para reciclar productos y envases no diseñados para este fin. A pesar de las normativas que exigen el “diseño para el reciclaje”, estos productos continúan dominando los mercados globales. Esto complica el reciclaje y suele resultar en la eliminación de estos materiales en vertederos o su incineración. Además, la recolección de residuos mezclados reduce aún más las posibilidades de recuperación de materiales, ya que la contaminación con residuos orgánicos disminuye la calidad de los reciclables y puede hacer que los residuos sean inútiles para su valorización agrícola o poco atractivos para el reciclaje, lo que exacerba el problema.

Por su parte, las barreras contextuales varían según las condiciones locales, como el clima, la infraestructura y los recursos disponibles. En regiones cálidas, por ejemplo, la gestión de residuos alimentarios requiere recolecciones más frecuentes para evitar problemas de salud pública, lo que incrementa los costos operativos. La falta de infraestructura adecuada, como carreteras en buen estado o estaciones de transferencia de residuos, también puede aumentar los costos de transporte, que ya son uno de los mayores gastos en la gestión de residuos. Además, las tecnologías de gestión de residuos desarrolladas en países de renta alta pueden no ser adecuadas para regiones con diferentes condiciones económicas y sociales, lo que puede resultar en instalaciones ineficientes y costosas.

 

 

 

Barreras financieras

Por último, las barreras financieras y de mercado constituyen un obstáculo significativo para la transición hacia una economía circular y una gestión eficaz de residuos. Desafíos que se manifiestan principalmente en dos áreas: la inadecuación de los mecanismos de financiación y la falta de responsabilidad de los contaminadores. A menudo, los mecanismos de financiación para la gestión de residuos son insuficientes o están mal orientados, y el valor de los materiales reciclables no cubre los costos operativos de los sistemas de gestión, lo que genera una dependencia de la financiación externa. Las barreras para crear mercados sostenibles incluyen el aumento de la generación de residuos, la falta de disposición a pagar por servicios de gestión, y la falta de incentivos económicos para una gestión adecuada. Además, las condiciones desfavorables de los préstamos y la falta de acceso a capital limitan la capacidad de los municipios para invertir en infraestructura de gestión de residuos.

Además, el principio de “quien contamina paga” no siempre se aplica efectivamente, lo que provoca que las externalidades negativas de una mala gestión de residuos recaigan sobre la sociedad en general, especialmente sobre las comunidades más vulnerables. Aunque existen instrumentos como impuestos a los envases de plástico o sistemas de Responsabilidad Ampliada del Productor (RAP), estos a menudo no logran incentivar adecuadamente la reducción de residuos ni internalizar los costos ambientales. Los sistemas de RAP, en particular, han sido eficaces en algunos aspectos, pero insuficientes para reducir la generación de residuos. Además, las diferencias en las normativas internacionales complican la aplicación uniforme de estos principios. Las iniciativas voluntarias, como los créditos de plástico y compromisos globales, también han mostrado avances limitados y riesgos de ser utilizados para “greenwashing”. 

 

A menudo, los mecanismos de financiación para la gestión de residuos son insuficientes o están mal orientados, y el valor de los materiales reciclables no cubre los costos operativos de los sistemas de gestión, lo que genera una dependencia de la financiación externa.

 

 

Estrategias para el cambio

Una vez identificados los principales impedimentos para el cambio en el actual modelo de gestión de residuos, resulta crucial explorar soluciones y estrategias efectivas para superar estos desafíos, mitigar los impactos negativos y facilitar la transición hacia prácticas más sostenibles y responsables.

 

 

 

Priorizar los residuos

El primer paso para abordar eficazmente la crisis global de los residuos es otorgar al problema la importancia que le corresponde. Para ello, es fundamental que los líderes políticos prioricen la reducción y la gestión de los residuos. Este proceso debe iniciarse con la recopilación y utilización de datos fiables, así como con el despliegue de tecnologías digitales que fortalezcan la cadena de valor de los residuos.

Actualmente, la carencia de datos precisos y coherentes sobre la generación y el impacto de los residuos, así como la falta de metodologías uniformes a nivel nacional, obstaculiza la implementación de políticas efectivas. En este sentido, establecer un enfoque unificado, como la creación de un Observatorio Mundial de Residuos, permitiría una mejor comprensión del problema y facilitaría la planificación de infraestructuras y servicios adecuados. La recopilación de datos no solo apoya la toma de decisiones informadas, sino que también refuerza la gobernanza y financiación adecuada, y promueve la inclusión de todas las voces afectadas por la gestión de residuos.

Por otro lado, la transición digital del sector residuos es clave para garantizar transparencia y fiabilidad, prevenir la contaminación, proteger las operaciones de reciclaje de riesgos legales y financieros, optimizar procesos como la recolección y clasificación, o facilitar la formalización de sistemas de gestión de residuos en países con infraestructuras menos desarrolladas, mediante aplicaciones que conectan a recolectores con generadores de residuos. En la actualidad, herramientas como la inteligencia artificial y otras tecnologías permiten predecir la composición de los residuos y mejorar la eficiencia en su manejo, así como apoyar la gestión de residuos urbanos con datos precisos. No obstante, es fundamental que la inclusión digital sea equitativa, evitando que las brechas tecnológicas perpetúen desigualdades. 

 

La carencia de datos precisos y coherentes sobre la generación y el impacto de los residuos, así como la falta de metodologías uniformes a nivel nacional, obstaculiza la implementación de políticas efectivas.

 

 

Prevenir los residuos

El segundo eje crucial para lograr un desarrollo sostenible y minimizar el impacto de los residuos es la prevención. Para ello, es primordial adoptar de modelos “cero residuos” o de economía circular, que buscan maximizar el uso de productos y materiales, minimizan la generación de residuos y protegen tanto la salud humana como el medio ambiente. Además, la creciente preocupación por los costes de los residuos está impulsando la exploración de modelos de producción y consumo más sostenibles, incluyendo la prohibición de productos innecesarios y la inversión en reutilización y rellenado. Sin embargo, para lograr un entorno de cero residuos, es vital que todas las partes trabajen conjuntamente en la transformación de los sistemas de suministro de productos y servicios, así como en la reducción de los residuos.

Otro desafío global que atañe a la prevención de residuos es el desperdicio alimentario, representando un tercio de los alimentos globales. Combatir esta pérdida masiva de recursos es, por consiguiente, esencial para reducir la enorme huella ambiental que provocan estos residuos. En este contexto, las campañas de concienciación sobre la gestión de alimentos y residuos en el hogar, junto con la redistribución de alimentos y la educación en cocinas comerciales, pueden reducir significativamente el desperdicio. Además, los residuos alimentarios inevitables pueden aprovecharse de manera sostenible en una bioeconomía circular para producir compost, biocombustibles o utilizarse en industrias como la cosmética y la farmacéutica. 

 

Es primordial adoptar modelos ‘cero residuos’ o de economía circular, que buscan maximizar el uso de productos y materiales, minimizar la generación de residuos y proteger tanto la salud humana como el medio ambiente.

 

 

Lograr cambio social

Sin embargo, ningún cambio será factible si no parte, en primera instancia, de las propias personas. El cambio social es esencial para mejorar la gestión de residuos, implementar y mantener prácticas sostenibles. Para ello, es pertinente adoptar la “ciencia del comportamiento”, que proporciona herramientas eficaces para promover la participación ciudadana, al hacer más fácil y accesible el “hacer lo correcto”. Las iniciativas exitosas han demostrado que, con mensajes claros y coherentes, y proporcionando la infraestructura adecuada, es posible lograr cambios significativos en los comportamientos individuales y colectivos.

Además, para que las iniciativas sean verdaderamente efectivas y equitativas es fundamental garantizar la inclusión y representación de todos los sectores de la sociedad. Esto significa que la gestión de residuos debe abordar no solo los aspectos técnicos, sino también las repercusiones socioeconómicas, asegurando una transición justa que beneficie a todas las personas, especialmente a las más vulnerables. Esto implica incluir a las mujeres en la toma de decisiones y reconocer su papel clave o integrar a los trabajadores informales del sector de la gestión de residuos, entre otros. 

 

La gestión de residuos debe abordar no solo los aspectos técnicos, sino también las repercusiones socioeconómicas, asegurando una transición justa que beneficie a todas las personas, especialmente a las más vulnerables.

 

 

Crear capacidad nacional

Por último, desarrollar la capacidad nacional en la gestión de residuos es crucial para enfrentar la escasez global de profesionales capacitados. Esto requiere una expansión urgente de programas de formación, intercambio de conocimientos y certificación profesional para construir una fuerza laboral cualificada, que impulse mejoras significativas en la gestión de residuos. Para ello, será fundamental fortalecer la infraestructura y la legislación. En este sentido, los gobiernos nacionales juegan un papel crucial, debiendo asegurar la implementación de servicios universales de recolección de residuos, prohibir prácticas nocivas como el vertido o la incineración al aire libre, establecer objetivos claros de reciclaje a nivel municipal o promover la demanda de productos reciclados mediante políticas de contratación pública y exenciones fiscales.

Además, la participación del sector privado, especialmente de las PYMEs, es clave para reducir costes y mejorar la gestión de residuos. Las políticas que reducen los riesgos y fomentan las inversiones pueden crear un entorno empresarial competitivo y propicio, impulsando tanto la eficiencia de recursos como el crecimiento económico. También, la cooperación internacional ofrece valiosas oportunidades para compartir estrategias efectivas y fomentar economías circulares, facilitando un cambio sostenible y equitativo en la gestión de residuos. 

 

Crear capacidad nacional para la gestión de residuos requerirá de una expansión urgente de programas de formación, intercambio de conocimientos y certificación profesional para construir una fuerza laboral cualificada.

 

Una vez identificados los obstáculos y propuestas las soluciones, queda evidenciada la importancia de abandonar el modelo lineal de consumo de recursos y adoptar enfoques de economía circular y residuos cero, que mantengan los materiales en uso el mayor tiempo posible, y mejoren la reciclabilidad, combatan los delitos relacionados con residuos y garanticen una transición justa que proteja la seguridad y el bienestar de los trabajadores del sector de residuos. En definitiva, la transición circular es esencial para mitigar el impacto ambiental y asegurar un futuro habitable para las próximas generaciones, que además traerá consigo importantes beneficios socioeconómicos. Sin embargo, se necesita de la colaboración efectiva entre gobiernos, sector privado y sociedad civil. Si bien ya se están percibiendo avances prometedores, es esencial seguir reforzando estos esfuerzos y adaptándolos a los contextos específicos de cada región. “Sin un cambio rápido y a gran escala, la humanidad se enfrentará a cantidades inmanejables de residuos con impactos potencialmente irreversibles sobre la biodiversidad, la salud humana y el cambio climático”, advierte la UNEP.  

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