Jóvenes profesionales del agua: el relevo generacional que impulsa la innovación y la sostenibilidad del sector

El relevo generacional se vuelve prioritario en un sector clave para el desarrollo de las sociedades modernas, la resiliencia climática o la sostenibilidad, entre otros
Autor/es
Luis Bustamante
Publicado en
17-09-2025

El sector del agua en España atraviesa actualmente una etapa de transformación y expansión. Factores como la mayor concienciación de la población sobre la gestión de nuestros recursos hídricos, unido a los desafíos motivados por el cambio climático -con una mayor frecuencia de sequías, estrés hídrico y fenómenos climáticos extremos- han generado un mayor interés en formar parte de este ámbito estratégico. Un sector que no solo se encarga de gestionar el ciclo del agua, incluyendo su tratamiento, distribución y depuración, sino que también lidera el desarrollo de tecnologías que permiten un uso más eficiente, resiliente y circular de este recurso esencial.

No obstante, el sector se enfrenta a una encrucijada en los próximos años: el envejecimiento y renovación de su fuerza laboral. Según datos publicados por el Observatorio de la FP. Informe 2024: La Formación Profesional ante los retos de sostenibilidad medioambiental en España, el 32,5% de los trabajadores en el sector del suministro de agua y saneamiento tienen más de 58 años. Un dato que indica una profunda brecha generacional y que plantea la necesidad urgente de incorporar talento joven que garantice la continuidad y sostenibilidad del sector.

Este relevo además no es solo cuestión de números, sino también de capacidades: es necesario incorporar perfiles con competencias digitales, fortalecer la gobernanza, mejorar la planificación a largo plazo y, sobre todo, atraer y retener a todos los jóvenes que quieran liderar estas transformaciones.

A pesar de este desafío, el sector del agua destaca por su alta empleabilidad. Según este mismo informe, presenta una tasa de ocupación verde del 71,9%, muy por encima de la media nacional, situada en el 27,9%. De hecho, según el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC), se espera que para 2030 se generen 300.000 empleos verdes, de los cuales 90.000 estarían dedicados a este ámbito.

A pesar de su potencial, el sector del agua sigue siendo un gran desconocido entre los más jóvenes. Su relevancia estratégica no siempre logra transmitirse en el ámbito académico o formativo, lo que dificulta la llegada de nuevas generaciones. A través de este reportaje se busca precisamente visibilizar esa realidad a través de la voz de cuatro expertos que, pese a su juventud, ya están contribuyendo activamente a la transformación del sector.

 

De la casualidad a la convicción: cómo llegaron al mundo del agua

Pocas veces el sector hídrico figura entre las primeras opciones profesionales de quienes hoy desempeñan funciones clave en ámbitos como la investigación aplicada, la operación técnica o la innovación en infraestructuras. Sin embargo, sus trayectorias demuestran que la vocación también puede surgir del descubrimiento, del contacto directo con procesos reales o del hallazgo inesperado en una etapa formativa.

 

Las puertas de entrada son diversas, pero comparten una base común: una sólida formación técnica combinada con una sensibilidad hacia los desafíos medioambientales contemporáneos. En ese cruce entre ciencia aplicada y propósito social, el sector del agua se posiciona como un ámbito donde ejercer una de las profesiones con mayor proyección ambiental. Lejos de responder a una vocación como tal, la trayectoria de los jóvenes en esta área ilustran una elección madura, apoyada por la experiencia y la identificación con los valores que lo atraviesan.

 

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“Me gustaría decir que fue vocacional desde el primer momento, pero, como muchos otros jóvenes del sector, llegué a él por casualidad… y por suerte”, cuenta Stephanie Aparicio, doctora en Ingeniería Química, Ambiental y de Procesos, especializada en aguas residuales. El descubrimiento llegó durante una asignatura clave en su último año de carrera. “Un tercio del temario estaba dedicado al tratamiento de aguas residuales, y casi sin quererlo, me vi atrapada por los procesos biológicos, las interacciones entre bacterias, las cinéticas, las ecuaciones de diseño de una EDAR”, explica.

Lo que empezó como un reto académico acabó convirtiéndose en una pasión investigadora que desarrollaría en el grupo Calagua. “Al final, cosas de la vida, acabé convirtiéndome en Doctora en Ingeniería Ambiental especializada en tratamiento de agua residual con microalgas”, añade. Como bien señala la experta, no se trata de un caso único.

Un giro similar experimentó Jesús Mateos, ingeniero eléctrico y actual responsable de operación y mantenimiento de infraestructuras hidráulicas en Canal de Isabel II, al incorporarse a la compañía tras terminar sus estudios. “Durante esta etapa, me llamó la atención todo el proceso de gestión del ciclo integral del agua y su papel clave en nuestra sociedad”, señala.

Trabajar en una organización de referencia le permitió comprender desde dentro tanto la complejidad técnica como la relevancia social del sistema hídrico. “Ese día a día transformó mi interés en pasión, conectando con profesionales comprometidos y comprobando que el agua representa un vector de bienestar, sostenibilidad y justicia”, resume.

También Oriol Carbó, ingeniero especializado en I+D en tecnologías de tratamiento de aguas residuales urbanas, actualmente formando parte de esta área en GS Inima Environment, trazó su conexión con el sector durante sus primeras prácticas en una EDAR. “Quería enfocarme hacia la ingeniería ambiental y vi en el tratamiento de aguas un campo con mucho potencial”, explica. Esta primera toma de contacto lo llevó a especializarse con un máster y un doctorado industrial en GS Inima, dentro del grupo LEQUIA de la Universitat de Girona. “Lo que más me atrajo fue ver que en este sector cada día aprendes algo nuevo”, afirma. Hoy continúa vinculado a la misma empresa, formando parte de una línea de I+D en tecnologías avanzadas de tratamiento.

En el caso de Marina Arnaldos, doctora en Tecnologías de Tratamiento de Agua y actual gerente de Cetaqua Barcelona, el sector del agua apareció como una confluencia de circunstancias inesperadas. “En cuarto de carrera obtuve una beca para estudiar en Estados Unidos, y el programa que más me atraía era Environmental Engineering, una especialidad que no existía en España”, recuerda.

Ya en EE. UU., una conversación con el que sería su tutor resultó determinante: “Me dijo: ‘tú eres una persona de aguas’”. Aquella intuición se convirtió en camino profesional tras conocer al que luego sería su director de máster y doctorado, con quien trabajó cinco años en Chicago. “Probablemente, la razón por la que he dedicado mi tiempo y esfuerzo a este sector se debe a la influencia de esta persona, que fue y sigue siendo una inspiración para mí”, destaca. Para Arnaldos, el peso de los referentes es clave: “pueden transformar la percepción de un sector o una profesión, ejerciendo una influencia muy duradera”.

 

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Obstáculos y expectativas para el talento joven

Incorporarse al sector del agua representa, para muchos perfiles jóvenes, una oportunidad de contribuir a un ámbito estratégico desde el conocimiento técnico y la acción innovadora. Sin embargo, ese potencial transformador se ve condicionado por estructuras organizativas que aún no han interiorizado plenamente las dinámicas de relevo generacional ni las nuevas formas de trabajo. Además, la poca visibilidad del sector sigue siendo un gran handicap a la hora de lograr que más jóvenes se interesen por él.

 

Rigidez del sector y brechas

En un sector como el del agua, históricamente marcado por la estabilidad y la acumulación de experiencia, abrir espacio a nuevas generaciones sigue siendo una asignatura pendiente. Aunque el conocimiento técnico de los nuevos perfiles jóvenes es innegable y su compromiso con los retos ambientales está más marcado que nunca, el acceso a responsabilidades estratégicas, a menudo, se ve restringido por estructuras organizativas que aún funcionan con inercias del pasado. El relevo generacional se plantea así no solo como una cuestión de edad, sino como un cambio cultural profundo que aún no ha sido plenamente interiorizado.

 

 

Uno de los puntos de mayor consenso entre los profesionales es la necesidad de flexibilizar la cultura jerárquica del sector. En muchas organizaciones, los jóvenes siguen encajando en funciones eminentemente operativas, con escaso margen de maniobra para proponer o liderar. Mateos lo resume con precisión: “Uno de los mayores desafíos ha sido abrirse paso como joven profesional en un sector consolidado, donde el reconocimiento suele llegar con los años”. Una visión compartida por Carbó, quien recuerda cómo “costaba aportar una mirada fresca o un enfoque innovador a la hora de cambiar las formas de trabajar”.

El problema no es tanto la falta de oportunidades, sino su carácter restrictivo y poco estructurado. Las trayectorias se desarrollan con frecuencia al margen de un plan de crecimiento claro, lo que limita la capacidad del sector para aprovechar el potencial transformador del talento emergente. Aparicio lo subraya con ironía y claridad: “¿Oportunidades? Claro que las hay. El sector del agua será un campo con muchísimo potencial para crecer y aportar valor real. Y remarco ‘será’ porque todas esas oportunidades se concentran en el futuro”. A su juicio, ese futuro vendrá marcado por una ola de jubilaciones que abrirá nuevos espacios, aunque todavía “es muy difícil que un puesto de responsabilidad no tenga ya nombre y apellido”.

 

La falta de relevo generacional en el sector hídrico amenaza con ralentizar su capacidad de innovación y adaptación

 

En paralelo, la falta de renovación se ve agravada por factores culturales, como la reproducción de esquemas rígidos de validación profesional, donde las ideas nuevas se interpretan como riesgos más que como oportunidades. La experta señala que “el principal reto ha sido romper con esa inercia que arrastra el sector: el famoso ‘siempre se ha hecho así’”. Y añade: “Los más jóvenes del sector funcionamos con otras prioridades, otro enfoque y distintas aspiraciones. Cuando intentas alinear eso con el 85,5% restante del sector —personas mayores de 30 años, según el INE— que tienen motivaciones, objetivos y expectativas diferentes, muchas veces cuesta entenderse”.

Este desfase entre generaciones no siempre es explícito, pero se manifiesta en gestos, dinámicas de trabajo y asignación de funciones. En muchos casos, también se entrelaza con otras desigualdades más sutiles, como las de género. “Tener que demostrar el doble por ser joven y mujer. Ese paternalismo sigue siendo agotador”, denuncia Aparicio, reconociendo que si bien ella ha podido esquivarlo, “entre muchas compañeras del sector es un sentimiento extendido y generalizado”.

Desde una perspectiva complementaria, Arnaldos insiste en que “el sector necesita nuevas aportaciones para regenerarse y adaptarse a los nuevos contextos”, aunque advierte que el cambio exige revisar no solo las herramientas, sino también las formas de organización y liderazgo. “Es normal que exista una resistencia natural a las formas diferentes de hacer las cosas, pero los jóvenes también tenemos la responsabilidad de impulsar el cambio”, añade.

Mateos profundiza en esta idea: “Las nuevas generaciones buscan algo más que un empleo estable: quieren trabajar en proyectos alineados con sus valores, que tengan propósito social y ambiental. Pero para eso, el sector debe crear espacios donde las ideas frescas se escuchen”. Un argumento que también comparte Carbó, al recordar que “hay más demanda que oferta: tengo compañeros con doctorado que no han conseguido incorporarse al sector”.

 

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A pesar de las barreras, todos ellos coinciden en que el potencial existe y el contexto climático lo convierte en una urgencia. “Tenemos un sólido tejido profesional, una gran dependencia del agua y un futuro en el que nuestro impacto en la sociedad no hará más que crecer”, afirma Arnaldos. Pero ese futuro solo será viable si se entiende que retener talento no basta con ofrecer estabilidad: hace falta confiar en él, permitirle actuar y construir condiciones donde esa transformación que tanto se proclama pueda, por fin, convertirse en realidad.

 

Mayor visibilidad

Más allá de estas barreras culturales se suman otras dificultades que limitan el crecimiento del sector hídrico. Uno de ellos es la falta de visibilidad estructural del mismo para muchos jóvenes talentos. Según datos del INE, los profesionales del sector menores de 30 años representan apenas solo un 14,5%. En este contexto, dar a conocer esta área requiere de un esfuerzo desde el principio. En palabras de Aparicio, en los institutos apenas se habla del agua como una salida laboral en la que “prácticamente cualquier perfil puede desarrollarse” Además, apunta a la falta de una narrativa atractiva sobre su relevancia estratégica: “Falta contar el impacto real que tiene este sector en la vida de las personas, en la salud pública, en el medio ambiente, en la lucha contra el cambio climático”. Una idea que Mateos comparte: “Muchos jóvenes ignoran la capacidad que poseen de transformar el mundo a través del sector del agua, mejorando la resiliencia del entorno urbano, rural y natural”.

 

 

Aparicio recuerda que incluso en contextos clave —como la pandemia de la COVID-19, las DANAs o los episodios de sequía— el papel del agua ha sido decisivo, pero invisibilizado: “Muchas veces somos el dique que frena los desastres o, al menos, los que los laminamos. Pero pasamos completamente desapercibidos”. Una opinión que predomina en el resto de expertos. De hecho, Carbó destaca que la exposición mediática, aunque puntual, puede ser decisiva para despertar interés: “Durante la sequía del año pasado en Cataluña, los informativos hablaban a diario del tema, mostrando depuradoras, desaladoras e infraestructuras clave. Ese tipo de exposición genera conciencia y despierta interés, especialmente entre los jóvenes”.

Arnaldos apuesta por reforzar esa visibilidad, pero fomentando una comunicación más proactiva hacia el exterior: “Debemos empezar a comunicar de forma más abierta sobre el sector y sus oportunidades, y dar a conocer la profesión a quienes no saben nada al respecto”. Además, subraya el papel clave que pueden desempeñar los jóvenes en este proceso, como embajadores naturales del sector: “Son ellos quienes mejor comprenden los medios y los mensajes atractivos para su generación”.

En esta exposición del sector hay un factor que pueden ser decisivo: las nuevas tecnologías. En palabras de Mateos, juegan un papel fundamental: “Hay que visibilizar la oportunidad de combinar conocimientos técnicos -transformación digital, gemelos digitales- con un propósito social claro”.

 

Una nueva generación para impulsar la digitalización y la innovación

Uno de los ámbitos donde más se hace visible la contribución del talento joven al sector del agua es la innovación tecnológica. Las nuevas generaciones no solo se han formado ya en entornos altamente digitalizados, sino que incorporan esa lógica en su manera de entender los procesos, los datos y la resolución de problemas. La inteligencia artificial, el análisis predictivo, los sistemas de telegestión, los modelos de optimización o las soluciones basadas en la naturaleza no son para ellos un objetivo de futuro, sino parte de su presente profesional.

En entornos que a lo largo del tiempo han operado con procesos robustos pero poco ágiles, los jóvenes introducen nuevas herramientas y metodologías con naturalidad. No como una imposición, sino como una forma lógica de trabajar. Aparicio lo expresa con claridad: “la digitalización debe tener un propósito, y uno de los enfoques que estamos liderando es precisamente el uso de la tecnología para adaptarnos a las consecuencias de los diferentes escenarios climáticos que describe el IPCC”.

No obstante, esa visión funcional y estratégica de la tecnología contrasta con ciertas resistencias internas. Aunque muchas entidades del sector han iniciado su transición digital —impulsadas en parte por los fondos europeos y los PERTE de digitalización del ciclo urbano del agua—, el ritmo de adopción no siempre acompasa el potencial del capital humano disponible. “Mientras que muchos jóvenes disfrutan y aprovechan las ventajas de esta tecnología, los perfiles más expertos siguen siendo reacios y prefieren centrarse en los posibles problemas que puede generar”, advierte Aparicio.

 

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La brecha no es solo generacional, sino de visión: para muchos jóvenes, la tecnología no sustituye la experiencia, pero sí la complementa, acelera y optimiza. En sus respectivos ámbitos -ya sea en en empresas públicas, mixtas o de base tecnológicaaplican ya soluciones como gemelos digitales, detección de fugas en tiempo real, IA generativa para redactar propuestas técnicas o plataformas de gestión colaborativa.

Carbó explica cómo esta lógica digital se ha integrado en su día a día profesional: “hemos crecido en un entorno tecnológico, lo que nos permite adoptar con rapidez herramientas emergentes como la inteligencia artificial, el análisis de datos, la automatización o el modelado digital”. Lejos de tratarse de un complemento accesorio, estas capacidades se convierten en el motor de propuestas que mejoran la eficiencia operativa y la sostenibilidad de las infraestructuras.

Desde el ámbito público, Mateos subraya cómo la digitalización se orienta cada vez más hacia la anticipación y la toma de decisiones basadas en datos. “Utilizamos herramientas digitales como gemelos digitales de redes, sistemas de detección de fugas en tiempo real, plataformas de telecontrol y modelos predictivos”, explica.

Por su parte, referido a la innovación aplicada, Arnaldos subraya el valor estructural de esta transformación. “Para mí, el principal cambio lo está impulsando la digitalización del ciclo integral del agua, con un enorme potencial para ganar en eficiencia y sostenibilidad”, señala. Desde su experiencia en Cetaqua-Centro Tecnológico del Agua, la innovación tecnológica no solo permite mejorar la operación, sino generar nuevo conocimiento para anticiparse a riesgos emergentes. “El tratamiento de aguas ya no puede concebirse sin una capa de digitalización que facilite la toma de decisiones y optimice recursos”, subraya.

Por tanto, ya se puede hablar de jóvenes profesionales que están protagonizando transformaciones reales en el sector. El reto, como subrayan ellos mismos, no es solo tecnológico. Es también cultural. Requiere que las organizaciones sean capaces de entender que el cambio no vendrá únicamente desde fuera, sino que ya lo tienen dentro: en los equipos jóvenes que están preparados para liderarlo.

 

El futuro del sector

Para el talento joven del sector, la transformación del modelo hídrico no es una posibilidad remota, sino una necesidad inmediata. En un contexto marcado por la incertidumbre climática, la escasez de recursos, la presión normativa europea y la demanda social de resiliencia, las nuevas generaciones reclaman una redefinición estructural que permita al sector no solo resistir, sino liderar el cambio.

Esa transformación requiere de nuevas formas de pensar, planificar y gobernar el agua, donde la innovación técnica vaya de la mano de una cultura organizativa más abierta, horizontal y participativa. No se trata solo de introducir tecnologías o mejorar indicadores de eficiencia, sino de modificar mentalidades y estructuras que aún frenan el potencial del relevo generacional. Como apunta Aparicio, “la innovación no puede seguir siendo solo un palabro en las presentaciones; debe convertirse en una práctica habitual y valorada en el día a día del sector del agua”.

El margen de transformación más profundo se encuentra, según los jóvenes expertos, en la capacidad de adaptación al cambio climático. La gestión hídrica ya no se limita al suministro y la depuración: ahora implica anticiparse a fenómenos extremos, diseñar redes resilientes capaces de absorber lluvias torrenciales, garantizar el suministro en escenarios de sequía prolongada y abordar la presencia de contaminantes emergentes.

 

El talento joven ya está transformando el sector desde dentro; lo que falta no es capacidad, sino estructuras que permitan consolidar ese impulso

 

Sin embargo, esta transformación no podrá sostenerse sin una apertura real hacia nuevos modelos de innovación y liderazgo. En este sentido, Mateos identifica el mayor margen de evolución en “la colaboración y el impulso de la innovación abierta”, especialmente mediante el desarrollo de startups especializadas que operen en sintonía con empresas tradicionales y administraciones públicas. “El sector necesita abrirse más a estos ecosistemas, donde jóvenes talentos puedan trabajar con agilidad en tecnologías que respondan a desafíos como el estrés hídrico, el reúso o la digitalización”, sostiene. El cambio, añade, pasa por estructuras “basadas en la autogestión, la confianza y el empoderamiento del individuo”.

Por su parte, Carbó pone el foco en un ámbito que pronto cobrará protagonismo: “El uso de agua regenerada para consumo humano es uno de los grandes cambios que se verán”. Aunque ya existen avances normativos y técnicos, como el caso reciente de Barcelona, el verdadero desafío será mental. “La aceptación social, la confianza en la calidad del agua y la normalización de este recurso como parte del ciclo urbano serán fundamentales”, subraya. En paralelo, destaca el papel de tecnologías emergentes que permiten mejorar la eficiencia de los tratamientos. “Me haría ilusión ver la implementación de la tecnología anammox en la línea de agua de una EDAR real. Hemos trabajado en ello desde la investigación, pero el salto a escala industrial sería clave para transformar el funcionamiento de las depuradoras”, afirma.

Arnaldos amplía la mirada sobre los retos del sector desde una perspectiva sistémica. En su opinión, el verdadero cambio pasa por renovar los esquemas de incentivos para facilitar la incorporación de nuevos modelos y tecnologías. “Necesitamos mayor flexibilidad regulatoria mediante ‘sandbox’ que nos permitan probar soluciones innovadoras y adaptar la normativa en función de sus resultados”, señala. Esta apertura debe ir acompañada de un enfoque más emprendedor, capaz de generar nuevos espacios de mercado a partir del conocimiento técnico. “El agua va a estar cada vez más presente en las agendas políticas por las crisis derivadas del cambio climático, pero si no hacemos cosas diferenciales, no habrá transformación”, advierte.

Más allá de la innovación tecnológica, la experta de Cetaqua también reivindica el impacto humano. “Me hace ilusión tener un legado. Por ejemplo, inspirar a quienes trabajan conmigo a intentar lo imposible”, afirma. Para ella, apostar por el “sí” ante nuevas ideas es una forma de liderar desde la confianza, convencida de que el potencial transformador del sector pasa por las personas. Y por generar entornos donde esa motivación se traduzca en acción, impacto y continuidad.

 

Conectar para transformar: comunidad y transmisión de conocimiento

Pero toda transformación estructural requiere de una base humana sólida. Y en ese plano, las redes, la transmisión de conocimiento y la colaboración intergeneracional se convierten en palancas clave para construir un sector hídrico más innovador, resiliente y justo.

El desarrollo profesional en el sector del agua no depende únicamente del acceso a la tecnología o del entorno institucional donde se trabaje. La colaboración entre profesionales, el intercambio de experiencias y el aprendizaje mutuo son factores clave para construir una trayectoria sólida y con sentido. Para el talento joven, este aspecto adquiere una importancia aún mayor: en un contexto donde las oportunidades no siempre son visibles ni accesibles, las redes se convierten en espacios de crecimiento, empoderamiento y legitimidad.

Organizaciones como Young Water Professionals (YWP) han cumplido un papel decisivo en este proceso. Lejos de ser una simple red de contactos, YWP ha evolucionado hacia una plataforma que visibiliza, articula y da voz a las nuevas generaciones dentro del sector hídrico. Carbó, que forma parte de esta comunidad, destaca que “estos espacios generan comunidad, fomentan el debate, la creatividad y el aprendizaje mutuo, y dan visibilidad a una nueva generación que aporta ideas frescas y perspectivas diferentes”.

Precisamente Mateos es el actual presidente de la red YWP Spain y destaca que la implicación en este tipo de iniciativas ha sido parte fundamental de su desarrollo. “Nuestra red no solo es un punto de encuentro, es un hogar para el impulso y desarrollo del sector del agua”, afirma. Desde su experiencia, estas plataformas permiten conectar talento, fomentar la transferencia de conocimiento intergeneracional y construir una visión compartida de futuro en la que jóvenes y profesionales consolidados trabajen de forma colaborativa.

Estas redes no sustituyen el aprendizaje técnico, pero lo amplifican. Permiten que ideas que podrían quedar diluidas en el entorno corporativo encuentren espacio para debatirse, perfeccionarse y eventualmente escalarse, ya sea a través de proyectos, jornadas, concursos de innovación o publicaciones técnicas. Además, ofrecen un entorno seguro donde los jóvenes pueden expresarse con libertad y formar parte de debates estratégicos que tradicionalmente les estaban vedados.

Una dimensión complementaria de esta comunidad se articula en torno a la transferencia de conocimiento entre generaciones. La formación interna en empresas y entidades públicas es, en muchos casos, una vía efectiva para adquirir habilidades y entender el contexto operativo. Sin embargo, todos coinciden en que ese traspaso no siempre está estructurado. También  Aparicio ha formado parte activa de esta red durante años, y destaca que en los últimos tiempos ha ganado notable visibilidad. Subraya que “YWP ofrece un espacio y visibilidad a los más jóvenes del sector”, recordando una frase que le marcó especialmente: “los contactos de ahora serán las colaboraciones del futuro”, en palabras de su mentor, Ángel Robles, primer vicepresidente de la red.

En el caso de Arnaldos, también pone en valor estos espacios, destacando que “en España tenemos la suerte de contar con la red de YWP Spain, un colectivo de jóvenes del sector con ganas de hacer cosas”. Pero añade que estas redes también se construyen desde dentro de las propias organizaciones: “Cetaqua es un hervidero natural de networking entre profesionales jóvenes, y Aigües de Barcelona lanza todos los años programas de promoción del talento”. Para ella, estas redes deben cuidarse con generosidad, no como herramientas de interés individual, sino “para favorecer al sistema en su conjunto, que es, al final, lo que rinde mejores resultados para todos”.

 

Un sector en evolución necesita líderes emergentes

El sector del agua se encuentra ante un momento decisivo. A medida que los efectos del cambio climático se intensifican y las exigencias normativas se hacen más estrictas, la necesidad de contar con estructuras resilientes, procesos innovadores y gobernanza adaptativa es más urgente que nunca. En este contexto, el papel del talento joven no es accesorio: es esencial.

Lejos de reproducir discursos genéricos sobre renovación o modernización, las voces recogidas en este reportaje dibujan un panorama complejo, pero esperanzador. Un sector que aún arrastra inercias organizativas, barreras culturales y rigideces estructurales, pero que también cuenta con una generación preparada, comprometida y técnicamente solvente, capaz de asumir responsabilidades estratégicas y de impulsar la transformación desde dentro.

El futuro no se construirá únicamente desde la tecnología o la regulación: requerirá también nuevas formas de liderazgo, colaboración intergeneracional y una cultura profesional más permeable al cambio. Y es aquí donde los jóvenes ya han comenzado a marcar la diferencia.

Quienes hoy acceden al sector con ideas frescas, metodologías innovadoras y compromiso profesional no representan únicamente su porvenir: son parte activa del presente más transformador del ciclo del agua. Como afirma Aparicio, no se debe subestimar el impacto que pueden tener las nuevas generaciones en el sector. En sus palabras: “El sector del agua no es solo tuberías y plantas; es el corazón que mantiene viva a la sociedad”. Su llamada a “cuestionar, proponer y tener paciencia” refleja una vocación que va más allá del trabajo: “Entrarás por trabajo y te quedarás por amor al agua”.

En la misma línea, Mateos recuerda que este es un espacio “lleno de oportunidades, donde puedes formarte y crecer con propósito”. Desde redes como Young Water Professionals, los nuevos talentos ya están conectando, aprendiendo y liderando iniciativas que buscan un futuro más justo, resiliente y sostenible. “Cada persona tiene un talento único. Debemos unirnos para construir el futuro en el sector del agua”.

“Es un sector en el que siempre habrá trabajo. Necesitamos el agua para vivir. Y eso implica que haya gente trabajando para asegurarla”, asegura Carbó. Una vocación estructural que, además de generar empleo, sostiene derechos básicos como el acceso, la salud pública o la equidad territorial.

El atractivo del sector es indiscutible para Arnaldos: “Si entras en el sector del agua, no te aburrirás ni un día. Mientras aprendes, estarás cuidando uno de los recursos más valiosos”. El agua no solo es recurso: es sistema, es conocimiento, es comunidad.

Quienes apuestan por ella desde el comienzo de su carrera no lo hacen por inercia, sino por decisión. Y eso, en un mundo en constante evolución, es quizá la mejor garantía de futuro.

 

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