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Por Fernando Valero Cervera, Jefe de I+D+i y Control de Procesos en el Ens d’Abastament d’Aigua Ter Llobregat (ATL).
La palabra innovar nos acompaña a diario. Se ha convertido en un comodín para hablar del presente y del futuro. Es la letra minúscula de la I+D+i y es la más joven de ellas, pero tiene mucho futuro. Seguramente podríamos discutir durante horas su significado con distintos ejemplos. En tiempos del PERTE de digitalización, hay quien piensa que cambiar un contador mecánico por uno digital en un pueblo de 1000 habitantes es innovar. Otros creen que simplemente es una evolución tecnológica, sin riesgo. A lo mejor, con otro enfoque, podríamos convencer a más gente. Por ejemplo, si la información de ese nuevo contador la transformamos en conocimiento: si hacemos patrones de consumo para vigilar si la población vulnerable puede tener una incidencia y crear un aviso sanitario…quizás eso sí es innovación. Al mirar de forma diferente lo que teníamos, habremos conseguido un resultado diferente. Hemos alterado el uso habitual para hacer algo nuevo que, además, la sociedad lo percibirá como un cambio positivo.
En el sector del agua español todavía quedan ámbitos conservadores, que son reacios a arriesgar. Sin duda, grandes empresas multinacionales han desarrollado y perfeccionado con gran éxito diferentes soluciones para la gestión del ciclo del agua, pero, en las empresas gestoras de servicios, los riesgos son siempre muy controlados. Como las carteleras de los teatros que cada año vuelven a estrenar un nuevo montaje del musical de ABBA. Si fuese un proyecto europeo no sería un TRL3. ABBA es un TRL9. La rueda del hámster. Sólo cambian de hámster porque los anteriores se van “jubilando”. No hay riesgo con esa obra. Siempre triunfa. En ese entorno, no es imprescindible establecer una cultura innovadora que nos anime a buscar una solución alternativa. El producto se vende solo.
En el sector del agua español todavía quedan ámbitos conservadores, que son reacios a arriesgar
En el ciclo global del agua hay muchos clientes. Cada uno de nosotros lo somos, pero a veces, no nos damos cuenta. Somos como una mayoría silenciosa, que en muchos casos no acaba de entender la complejidad del servicio. Muchos sólo valoran el grifo y el desagüe. ¿Cómo les hacemos partícipes de la innovación? Si la mejora (incluso el éxito) es interno, endogámico, sólo para los que nos rodean en nuestras empresas…no será un éxito. Cuesta mucho salir en las noticias porque se ha puesto un analizador de materia orgánica de última generación en una planta de tratamiento o incluso si se ha implantado fibra óptica para la detección de fugas en las canalizaciones. Sin embargo, es fácil salir por una contaminación puntual o una avería. ¿Qué demanda de innovación nos pide el cliente final, si no conoce el sistema que le lleva el agua al grifo o que le trata lo que sale por su desagüe?, ¿realmente para garantizar el servicio hace falta la innovación? Yo diría que depende. Y aquí de nuevo discutiríamos durante horas. No nos podemos quedar rezagados (“laggards”, que dicen los anglosajones), está claro, pero también hay que recordar el refranero: “no hay que empezar la casa por el tejado”. Por ejemplo, queremos digitalizar infraestructuras de hace 50 años con tecnologías “innovadoras” …Es una especie de innovación a saltos.
Aunque todos deseamos, por ejemplo, reducir errores en operación, mejorar la eficiencia de los procesos y anticipar fallos mediante un mantenimiento predictivo, no parece una buena idea desarrollar y aplicar algoritmos a partir de modelos de aprendizaje para operar infraestructuras obsoletas, de las que no tenemos datos para entrenar el modelo. Pero en nuestra sociedad, nos encontramos con la paradoja de que a veces es más fácil disponer de presupuesto para “innovar” que para mantener…y en este escenario, no siempre obtenemos el mejor resultado.
En nuestra sociedad nos encontramos con la paradoja de que a veces es más fácil disponer de presupuesto para “innovar” que para mantener…y en este escenario no siempre obtenemos el mejor resultado
Qué duda cabe que nos encontramos en un ambiente propicio para mejorar, atropellados por la IA, que de nuevo nos complica encontrar una definición adecuada dentro de nuestro sector, que se mueve desde el ámbito rural hasta el de las multinacionales, y desde un pequeño pozo hasta una reutilización indirecta para aguas de consumo. Siendo positivo hay que reconocer que el ciclo global del agua deja mucho margen para incorporar la innovación en diferentes etapas. Aunque después nos cueste explicarlo de manera que la sociedad lo ponga en valor. Probablemente, lo más fácil es asociarla directamente a la tecnología, sin duda uno de los motores de la innovación. Es un riesgo controlado. Como el musical de ABBA. Sabemos que nos va a ayudar. Hasta la administración nos permite la compra pública innovadora (CPI)…pero hay una parte de sueño y de visión que tiene un valor no presupuestado. Riesgo.
Es necesario crear un ambiente (ecosistema lo llaman ahora) que favorezca el librepensamiento y las piscinas vacías a las que se pueda lanzar aquel que sepa distinguir entre un avance y una innovación. Conocer las nuevas herramientas, su uso y sus posibilidades. Todo el mundo sabe utilizar un procesador de textos, pero no todo el mundo sabe escribir una novela con él. No nos compremos un reloj si no queremos saber qué hora es; pues encima tendremos que mantenerlo. Se trata de que, por ejemplo, cuando vayamos a ver la presentación de un nuevo equipo imaginemos qué podemos hacer con él, no sólo qué es lo que hace el equipo. Pero luego, alguien tiene que apostar por la novedad, por la innovación. Alguien tiene que comprar la novela, la idea.
Y, además, están las personas. Imprescindibles en la era digital. La IA no nos quitará el trabajo, nos lo quitará el que sepa adaptarse y manejar las nuevas tecnologías, y la IA, por supuesto. Pero alguien nos lo tiene que decir. Mejor desde fuera, con una mirada externa que nos aporte crítica constructiva. No podemos quedarnos como las liebres discutiendo si son galgos o podencos en la fábula de Tomás de Iriarte. Necesitamos utilizar toda la fuerza que nos permitan los nuevos avances, transformar la gestión del agua conectando procesos **(**automatización, digitalización…). Buscamos (¡ni más ni menos!) eficiencia, sostenibilidad y resiliencia en un entorno de infraestructuras críticas y vemos que hay un mundo digital que nos ofrece múltiples soluciones. Pero, sobre todo, nos permite tener información, conocimiento.
“Scientia potentia est” (el conocimiento es poder, frase atribuida a varios padres, entre ellos a Sir. Francis Bacon). Pero este conocimiento sólo es positivo si lo sabemos aprovechar. No hay que comprar soluciones que nos dan una información que a lo mejor no necesitábamos, provocándonos una “infoxicación”, que nos crea la necesidad de nuevas dependencias. A lo mejor con un dato al día teníamos bastante en nuestro sistema, pero ahora podemos tener uno cada segundo. ¿Es realmente coste-efectivo “fiabilizar” y trabajar todos esos datos? Depende. Quien los necesite deberá transformarlos en conocimiento, y abrir la mente hacia cambios que nos permitan obtener resultados diferentes, por supuesto mejores, para la empresa y para los clientes.
“Scientia potentia est”, el conocimiento es poder. Hay que implantar una cultura innovadora de la que todos formemos part
Al final innovar es ser capaces de mirar de manera diferente el potencial que nos dan no sólo las nuevas tecnologías, sino el avance del mundo. El nexo agua/energía es un ejemplo de innovación, antes nuestra mirada era excluyente, ahora hay que hacerlo a vista de dron. Como el ciclo del agua: desde la captación, hasta el retorno al medio para su posible recuperación. La mirada del conjunto es realmente la innovación. En todo el proceso aplicaremos la mejor de las distintas opciones de las que dispongamos. Un abanico que incluye procesos y herramientas: analítica de datos, sensorización, gemelos digitales, interoperabilidad de sistemas, etc.
Al final innovar es ser capaces de mirar de manera diferente el potencial que nos dan no sólo las nuevas tecnologías, sino el avance del mundo
“Scientia potentia est”, el conocimiento es poder. Hay que implantar una cultura innovadora en la que todos formemos parte. Cada uno, en función del tamaño y de los objetivos de su empresa, debe procurar conocer el “estado del arte” de las herramientas que nos pone a disposición el nuevo ecosistema tecnológico, pensar cómo pueden mejorar nuestras tareas, transformar la nueva información en conocimiento, fomentar el espíritu creativo y de trabajo en equipo y adaptar nuestras capacidades profesionales al nuevo entorno. Atribuyen a la expedición del Apolo XIII en 1970 la frase “failure is not an option”, en nuestro caso, en nuestro sector, en este momento, “la cultura innovadora no es una opción”.

