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Se cumplen diez años desde que la Comisión Europea publicó su Primer Plan de Acción sobre la Economía Circular1. Fue una estrategia que nació con forceps. Una de las primeras decisiones del entonces recién llegado Presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, fue retirar la estrategia que previamente, en julio 2014, había adoptado la institución, oficialmente para hacerla «más ambiciosa». A nadie se le escapa, sin embargo, que el texto inicial fue elaborado por el equipo del previamente Comisario Europeo de Medioambiente Janez Potočnik, considerado demasiado «verde» para una Comisión Juncker enfocada en el «crecimiento y el empleo» y con muy escasa sensibilidad medioambiental. También recuerdan los viejos funcionarios de la Comisión que las presiones para volver a publicar una estrategia sobre la economía circular vinieron sobre todo del mundo empresarial, que ya venía desarrollando prácticas circulares en sus modelos de negocio y veía su potencial económico.
Es interesante observar que, aunque las cuestiones medioambientales no eran una prioridad para la Comisión Juncker, 2015 fue también el año del Acuerdo de París y de la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para los cuales la Unión Europea jugó un papel fundamental. Los designios de la Comisión Europea son inexcrutables.
En 2020, ya con Ursula Von der Leyen como Presidenta de la Comisión y con el Pacto Verde Europeo como prioridad fundamental del mandato, la institución publicó su Segundo Plan de Acción sobre la Economía Circular2, tras considerar que las 54 acciones previstas en el primer plan habían sido implementadas. Y en sus Líneas Políticas para el segundo mandato, la Presidenta Von der Leyen anunció un «Circular Economy Act» (Ley de Economía Circular) y una Estrategia de Resiliencia del Agua «con un enfoque de economía circular»3. Podemos por tanto decir que, a pesar de los vaivenes en las prioridades políticas de las instituciones europeas, la economía circular se ha convertido en una política insoslayable, por sus implicaciones económicas, sociales y/o medioambientales.
En este décimo aniversario del Primer Plan de Acción sobre la Economía Circular, resulta interesante analizar cuáles son las implicaciones socio-económicas y medioambientales de estas políticas. ¿Se ha desarrollado la economía circular como se esperaba? ¿Qué impactos reales ha tenido? ¿De verdad está la economía circular integrada en otras políticas relevantes, desde la económica hasta la climática?
Es necesario aclarar que la economía circular no surgió de la nada en las políticas europeas. El principio de jerarquía de los residuos, esencial para entender el concepto de economía circular y no limitarse – como todavía ocurre con demasiada frecuencia – al reciclaje, aparece ya en la Directiva Marco de Residuos de 2008, pero incluso entonces ya había precedentes políticos y legales.
Casi todos los datos de Eurostat muestran un cierto progreso, pero no enorme o no tan elevado como cabría esperar, y con grandes diferencias entre Estados Miembros. Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer para que la economía circular realmente ofrezca todo su potencial
¿Dónde estamos con la economía circular en la Unión Europea?
Eurostat publica el llamado Marco de Monitoreo de la Economía Circular («Circular Economy Monitoring Framework»)4, basado en indicadores estadísticos.
Observamos, por ejemplo, que la huella de los materiales («material footprint»), ha descendido entre 2008 y 2023 desde 18,7 toneladas de materiales brutos per capita hasta 14,2. La productividad de los recursos (PIB dividido por el consumo doméstico de materiales), ha aumentado un 44.5% desde el año 2000, pero sobre todo desde 2008, hasta cuando era prácticamente estable. Hemos disminuido un poco nuestra generación de residuos per capita, desde los 5.086 Kg en 2012 hasta los 4.991 en 2022 (en España, hemos pasado de 2.525 a 2.480). Reciclamos mucho más: el 27,3% de los residuos municipales en 2000, y el 48,2% en 2023 (con un leve descenso desde el 2021). El uso de materiales circulares ha pasado a nivel europeo desde el 8,2% en 2004 hasta el 11,8% en 2023 (en España, alrededor del 8.5% en 2023).
A nivel socio-económico, Eurostat estima que los sectores del reciclaje, las reparaciones, la reutilización y los alquileres empleaban a un 2% del mercado de trabajo en 2023. Estos supuestos «sectores circulares», evidentemente, no representan a toda la economía circular europea, muchas veces integrada en otros sectores, y es por tanto una estimación por lo bajo. La economía circular representaba en 2023 el 1,8% del PIB.
Casi todos los datos colectados por Eurostat muestran un cierto progreso, pero no enorme o no tan elevado como cabría esperar, y con grandes diferencias entre Estados Miembros. Queda, por tanto, mucho trabajo por hacer para que la economía circular realmente ofrezca todo su potencial, como ya explicaba Teresa Domenech en el número 261 de esta revista.
Efectos socio-económicos y medioambientales de la economía circular
Las proyecciones sobre el impacto socio-económico de la economía circular han sido tradicionalmente muy ambiciosas. Un informe del Foro Económico Internacional y la Fundación Ellen McArthur de 20145 estimaba que una mayor circularidad en los sistemas de producción europeos podría reducir los costes en materiales en hasta 630 millones de dólares al año en la Unión Europea. Planteaba también que, desde la primera década del siglo XXI, vivíamos un incremento de precio de las materias básicas que había eliminado ya el declive de los precios a lo largo del siglo XX. La conclusión era evidente: hay que pasar de un modelo lineal a un modelo circular, por pura necesidad y porque es una oportunidad económica – y medioambiental.
Más recientemente, el International Resources Panel (IRP) de Naciones Unidas estima que más del 55% de las emisiones de gases de efecto invernadero, hasta el 40% de los problemas de salud derivados de la contaminación atmosférica por partículas finas y más del 90% de la pérdida de biodiversidad y el estrés hídrico ligados al uso de la tierra provienen de cómo los recursos materiales son extraídos y procesados a nivel global. Además, el informe muestra que nuestro sistema conlleva problemas masivos de desigualdad. Los países ricos usan diez veces más materiales per capita y tienen diez veces más impacto climático que los países de ingresos bajos6. Sus conclusiones son también evidentes. Hay que ser más eficiente en el uso de los recursos y desarrollar políticas que reduzcan el uso de materiales, como la economía circular. Para el IRP, es hoy en día posible combinar crecimiento económico y reducción del uso de los recursos – el desacoplamiento.
Los datos del Marco de Monitoreo de la Economía Circular muestran que la inversión privada en sectores de la economía circular en Europa creció desde los 75.274 mil millones de euros en 2012 hasta los 125.436 millones en 2021. Este incremento del 66.6% confirma que el sector privado es consciente de las oportunidades que ofrece la economía circular, aunque en términos relativos la inversión en 2021 «sólo» represente el 0,8% del PIB.
Y sin embargo, la ligera mejora en otros datos económicos relativos a la economía circular, como el empleo o el valor añadido (que alcanzó el 2,3% del PIB en 2022 para decaer después), no parecen corresponder con el incremento de la inversión.
Hay que pasar de un modelo lineal a un modelo circular, por pura necesidad y porque es una oportunidad económica y medioambiental
Sin embargo, en un territorio relativamente pequeño, denso en población, pobre en recursos naturales y viejo, como es Europa, es evidente que la economía circular es una necesidad absoluta. No tenemos suficientes recursos naturales que puedan extraerse del subsuelo, explotado desde tiempos de los romanos. La crisis energética derivada de la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin puso en lo más alto de la agenda política un grave problema de la economía europea: nuestra dependencia de recursos básicos, energéticos y materiales. Las energías fósiles pueden remplazarse en gran medida por renovables, de producción local y hoy en día menos costosas, pero la transición energética y la digitalización requieren materiales de los que carecemos, y cuya extracción y transformación está monopolizada por países como China. En este contexto, acelerar la economía circular y la eficiencia del uso de los recursos es una evidente prioridad para asegurar la autonomía y resiliencia de la economía europea. Cada vez más, el discurso político prioriza esta reflexión de economía política sobre la de los beneficios medioambientales de la economía circular – aunque también emergen voces y acciones para abrir o reabrir minas, incluso con subvenciones públicas.
En un territorio relativamente pequeño, denso en población, pobre en recursos naturales y viejo, como es Europa, es evidente que la economía circular es una necesidad absoluta
Más allá del empleo, el desarrollo de la economía circular aporta otros beneficios sociales indirectos, derivados de sus impactos positivos medioambientales. Según el Circular Gap Report 20237, duplicar el alcance de la economía circular podría reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en un 39%, sobre todo en los sectores del alojamiento, la movilidad y la alimentación. A nivel global, la circularidad de los materiales en 2023 era sólo del 7,2%, debido al constante aumento de la extracción de materiales primarios. En 2018, alcanzaba el 9,1%.
De hecho, las políticas climáticas, tanto a nivel europeo, incluyendo sus Estados Miembros, como global, cada vez reconocen más el papel de la economía circular. Por citar algunos ejemplos, el último informe del IPCC, el plan de la Comisión Europea para el objetivo climático para 20408, el Global Stocktake del COP28 en Dubai o los Planes Nacionales de Energía y Clima, subrayan el papel de la economía circular para combatir el cambio climático… aunque en la práctica, queda mucho por hacer para integrar plenamente la economía circular en las políticas y modelos climáticos. Por el momento, el discurso prevalece sobre las acciones concretas.
La economía circular no sólo ayuda a combatir el cambio climático, sino también a reducir otros impactos medioambientales, como la contaminación o la pérdida de biodiversidad. En 2022, murieron en Europa unas 350.000 personas debido a problemas atribuibles a la contaminación atmosférica, cuyas causas son similares a las de cambio climático, como la combustión de energías fósiles. La lucha contra el cambio climático, incluyendo la circularidad, ayuda, por tanto, a mejorar la salud de los ciudadanos. Huelga comentar los impactos de los eventos extremos ligados al cambio climático, cada vez más frecuentes e intensos, como las aún recientes inundaciones de Valencia y sus consecuencias.
La economía circular no sólo ayuda a combatir el cambio climático, sino también a reducir otros impactos medioambientales, como la contaminación o la pérdida de biodiversidad
La economía circular a nivel global
Hoy en día, los impactos positivos de la economía circular están ya más que demostrados científicamente y reconocidos políticamente. Sin embargo, van apareciendo voces que consideran que la economía circular no es la panacea que se había anunciado, y que forma parte de una «agenda política»9. Cabe preguntarse si la verdadera «agenda política» no es aquella de los diferentes grupos de interés, empresas e incluso estados que se ven perjudicado por el desarrollo de la economía circular – al igual que ocurre en otros sectores, como las energías renovables, criticadas por los lobbies de las energías fósiles o el nuclear, que observan una evidente amenaza para sus mercados tradicionales.
Y es que, en efecto, el desarrollo de la economía circular implica ganadores y perdedores. Un estudio presentado recientemente por investigadores de la Universidad de Ferrara10, todavía no publicado, confirma que la economía circular aporta valor añadido y empleo neto en los países analizados. Sin embargo, hay sectores que salen perjudicados. Como cabía esperar, se trata de los productores de materias básicas, derivadas de la extracción primaria: electricidad, gas, agua, petróleo, productos químicos y minerales. Precisamente aquellos que son más responsables del cambio climático, la pérdida de biodiversidad o la contaminación, crisis globales derivadas del consumo excesivo y agotamiento de los recursos naturales.
Normal, por tanto, que estos sectores extractivos no estén contentos. El problema sería que quienes toman decisiones políticas les escucharan.
Las opiniones y puntos de vista expresados sólo comprometen a su autor y no reflejan necesariamente los de la Comisión Europea. La Comisión Europea no puede ser considerada responsables de ellos.
REFERENCIAS
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?uri=celex:52015DC0614
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?qid=1583933814386&uri=C…
https://commission.europa.eu/document/download/e6cd4328-673c-4e7a-8683-…
https://ec.europa.eu/eurostat/web/circular-economy/monitoring-framework
World Economic Forum and Ellen McArthur Foundation (2014) Towards the Circular Economy: Accelerating the scale-up across global supply chains. Ginebra, World Economic Forum.
Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente (2024): Global Resources Outlook 2024: Bend the Trend – Pathways to a liveable planet as resource use spikes. International Resource Panel. Nairobi, p.XIV. https://wedocs.unep.org/20.500.11822/44901
Circle Economy. (2023). The circularity gap report 2023. Amsterdam: Circle Economy.
https://eur-lex.europa.eu/legal-content/EN/TXT/?uri=celex:52024DC0063
Corvellec, H. ; Stowell, A.F. y Johanson, N. (2021) “Critiques of the circular economy”, in Journal of Industrial Ecology, Vol.26, Issue 2, https://doi.org/10.1111/jiec.13187
Albaladejo, M. ; Amman, J. ; Cantore, N. ; Flammini, A. ; Marin, G. y Mazzanti, M. (2025) Assessing the socio – economic impact of the circular economy through input – output modelling. Power Point, no publicado, análisis realizado para UNIDO. Países analizados: Egipto, Georgia, Indonesia y Vietnam.