La adaptación al cambio climático en Cataluña necesita repensar la gestión del agua, los bosques y la agricultura

Las conclusiones finales del proyecto LIFE MEDACC alertan sobre la necesidad de adaptar los bosques , la agricultura y la gestión del agua a las nuevas condiciones de aridez que provocará el cambio climático
La adaptación al cambio climático en Cataluña necesita repensar la gestión del agua, los bosques y la agricultura
La adaptación al cambio climático en Cataluña necesita repensar la gestión del agua, los bosques y la agricultura
25-04-2018

El proyecto LIFE MEDACC llega a su fin después de cinco años de recorrido y de haber analizado tres cuencas fluviales catalanas: Muga, el Segre y el Ter. Este martes se han presentado en Barcelona los resultados finales y las estrategias que hay que emprender para adaptar el Mediterráneo al cambio climático. Y en Cataluña aún queda un largo camino por recorrer.

Partimos de un aprobado justo

En 2014, la OCCC estableció un indicador global de adaptación al cambio climático para Cataluña. El resultado fue de aprobado, alrededor de 5 sobre 10. Posteriormente, el proyecto LIFE MEDACC ha adaptado esta metodología de trabajo de la OCCC con 22 indicadores para cuantificar el nivel de adaptación en agricultura, gestión del agua, y bosques. "De las tres cuencas, la que mejor se adapta en los tres ámbitos analizados es la del Ter, sobre todo tras el acuerdo alcanzado el verano de 2017 en torno a la Mesa del Ter. Es preocupante la situación de la Muga en cuanto a gestión del agua, sobre todo en verano; y la del Segre en el ámbito de la agricultura, que habrá que replantear profundamente", explica Gabriel Borràs, responsable del OCCC, la entidad coordinadora del proyecto conjuntamente con el CREAF. Y destaca, a partir de las modelizaciones realizadas por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC), la relación positiva entre la gestión forestal y el agua circulante en los ríos de las tres cuencas: "las diferentes proyecciones para el año 2050 constatan que las reducciones de caudal son menores si se realiza una gestión adaptativa de los bosques. Por tanto, las políticas forestales tendrán una gran relevancia en el ámbito de la gestión del agua".

Menos disponibilidad de agua: revisemos su gestión, fabriquemos el agua

El agua cada vez es más escasa, no sólo a las tres cuencas, sino en todo el Mediterráneo. El proyecto LIFE MEDACC confirmó una reducción de la precipitación, sobre todo en verano, con sequías más frecuentes e intensas y más evaporación del agua hacia la atmósfera. Las tres cuencas estudiadas han visto como sus ríos han reducido el caudal, una tendencia que se mantendrá en el futuro si no se aplican medidas. Sin embargo, las cuencas presentan particularidades que cabe destacar por separado.

La Muga, gran demanda en verano que no tiene solución con el recrecimiento de Boadella

La cuenca del Muga es la más pequeña (sólo 758 km2), y la que presenta una situación más preocupante, ya que de las tres es la más vulnerable. Desde 1973 a 2013, las precipitaciones estivales se han reducido un 60%, y el caudal de los ríos en la cabecera ha disminuido casi a la mitad. Esto es consecuencia tanto de un clima más seco y árido como los cambios que ha habido en los usos del suelo. "Tenemos que estudiar en detalle la relación del crecimiento del bosque con la reducción del caudal en ríos mediterráneos como Muga", explica Sergio Vicente-Serrano, investigador del IPE-CSIC.

La cuenca tiene una demanda muy elevada en verano, por la gran afluencia turística de la zona en la parte costera y por las campañas de riego. Según Javier Zabalza, investigador del IPE-CSIC, "con las simulaciones realizadas durante el proyecto, vemos que la solución no pasa en absoluto para agrandar el embalse de Darnius-Boadella, como se ha planteado". De hecho, los resultados muestran que no existe ninguna gestión posible que permita garantizar las demandas futuras y el cumplimiento de los caudales de mantenimiento. Gabriel Borràs añade que "hay que centrar el esfuerzo en reducir la demanda de agua, mejorar la eficiencia en el uso y poner en marcha instalaciones desalinizadoras y regeneradoras de agua en la costa. Son infraestructuras en las que el sector del turismo debe estar dispuesto a invertir, si quiere mantener el nivel de visitantes".

La recarga de los acuíferos locales es otra medida de adaptación a implementar y mejorar, en este contexto de elevada vulnerabilidad en la cuenca del Muga.

Reducir el trasvase de agua hacia Barcelona es la prioridad en el Ter

El Ter ha visto como su caudal se ha reducido casi un 42% en la cabecera y un 66% en el tramo bajo, desde 1971. De nuevo, el clima más seco y los cambios de usos del suelo, pero sobre todo la gran cantidad de agua trasvasada hacia la Región Metropolitana de Barcelona, son unas causas que habrá que solucionar en breve para reducir la reducción de caudal en el futuro. Los estudios llevados a cabo por el MEDACC demuestran que si se redujera la aportación de agua que el Ter respecto a la de Barcelona se verían unas mejoras muy importantes en los caudales del río. Esto implicará poner a pleno rendimiento las desalinizadoras existentes, una solución efectiva para esta cuenca.

En este sentido, el proyecto LIFE MEDACC considera extremadamente positivo que el agua del Ter derivada hacia la Región Metropolitana de Barcelona durante el primer trimestre de 2018 haya sido de 27,5 hm3, un volumen mínimo histórico, según datos de la Agencia Catalana del Agua. Esta cifra, lograda en el marco de la Mesa del Ter, fija una serie de medidas en los próximos diez años para reducir de manera progresiva las derivaciones del Ter hacia Barcelona en casi el 50% y, así, potenciar los caudales de mantenimiento del río para recuperar el buen estado ecológico.

Para el Segre es necesario redefinir las concesiones del agua y replantear el Segarra-Garrigues

La cuenca del Segre presenta unas características propias bien conocidas. Es la cuenca más extensa (13.000 km2), donde la agricultura tiene una influencia más importante y la construcción del canal Segarra-Garrigues en modifica la estrategia de gestión a seguir. Las proyecciones indican que difícilmente será posible mantener las producciones agrícolas actuales. Por ello, desde el proyecto se proponen una serie de medidas que replantean la gestión y el uso del agua en la cuenca del Segre.

Por un lado, hay que revisar la cantidad de agua que debe pasar por el canal Segarra-Garrigues. Si se mantiene el volumen previsto en la concesión solicitada (342 hm3/año), se verán afectados los embalses de Camarasa y Rialb. De hecho, este último podría quedarse vacío un mes cada año a partir del 2027. "También es absolutamente necesario redefinir las concesiones de agua para riego, y ajustarlas a las necesidades ya la disponibilidad real: qué queremos regar, para quién y para qué", se lamenta Borràs.

Además, hay que considerar que el régimen de caudales ambientales en la cuenca del Segre está muy determinado también por la gestión que hacen las hidroeléctricas en las cabeceras de los ríos. "Es imprescindible poner en sintonía el caudal ecológico de los ríos, las necesidades de la agricultura y los intereses de las hidroeléctricas", señala Gemma Cantos, técnica de la OCCC.

Gestionamos los bosques para afrontar las sequías

En el caso de los bosques, la tendencia para las tres cuencas es similar. Como en Cataluña, durante las últimas décadas la superficie de bosques ha aumentado en detrimento de cultivos y matorrales. Concretamente, en la cuenca del Muga, sólo en 35 años (desde 1970 a 2005), la superficie boscosa ha aumentado un 20%, el caso más extremo de las tres. Estos nuevos bosques son muy densos y no suelen estar gestionados, lo que conlleva una gran competencia por el agua. De hecho, los resultados muestran que son bosques cada vez más vulnerables a la sequía y los incendios, especialmente en la Muga.

Si la tendencia continúa, los bosques de las tres cuencas, y de Cataluña en general, sufrirán un mayor riesgo de incendio y estarán más expuestos a sequías, plagas y otras perturbaciones. "En la Muga, por ejemplo, algunas zonas multiplicarán por dos el número de días al año con un riesgo extremo de incendio", comenta Eduard Pla, investigador del CREAF. Además, habrá especies de plantas que no podrán soportar las sequías cada vez más intensas y frecuentes, con lo que quedarán sustituidas por otras más resistentes a la falta de agua. Todo esto llevará hacia una menor productividad y capacidad para almacenar carbono de los bosques, especialmente los de las zonas húmedas. Sin embargo, una correcta gestión forestal puede ayudar a minimizar las pérdidas de caudal de los ríos, de acuerdo con las modelizaciones realizadas en las tres cuencas.

Para amortiguar esta tendencia, el proyecto LIFE MEDACC ha probado algunas medidas de gestión forestal, fácilmente extrapolables a otros bosques mediterráneos, para mejorar su capacidad de resistir condiciones severas de sequía. Los resultados son claros: "la gestión forestal ha reducido ostensiblemente el riesgo de incendio y el decaimiento de los árboles por culpa de las sequías estivales de 2016 y 2017. Esto ha pasado sobre todo en las parcelas de encina en la cuenca de la Muga, a las de pino rojo en el Ter; y en menor medida en parcelas de pino en la cuenca del Segre. En cambio, allí donde no se ha actuado, los bosques han sufrido más decaimiento y ha aumentado el riesgo de incendio por culpa de la falta de agua, en las tres cuencas", explica Diana Pascual, investigadora del CREAF. 

Regamos mejor, optimizamos los cultivos y gestionamos los secanos

Como en el caso de los bosques, las tendencias son similares para la agricultura en las tres cuencas y en toda Cataluña. Por un lado, se han detectado cambios fenológicos en los cultivos de las tres cuencas. Por ejemplo, se ha visto que ahora algunos cultivos como el manzano inician antes su actividad debido a las altas temperaturas del invierno y la primavera, y ven comprometida su floración por falta de frío así como la calidad del fruto debido los golpes de calor. Por otra parte, la reducción de las precipitaciones y la mayor demanda hídrica ha provocado que haya una disminución en la disponibilidad de agua, tanto en cantidad como en calidad, especialmente acusada en las llanuras litorales de la Muga y el Ter. Este hecho, necesariamente, implicará una adaptación de los cultivos -el 70% de la agricultura en Cataluña es de secano- y una mejora en el uso del agua. "Habrá que elegir las especies y las variedades más resistentes a la sequía, y aplicar la rotación de cultivos, el barbecho, y adoptar otros sistemas de cultivo más sostenibles", comenta Robert Savé, investigador del IRTA que ha liderado la parte del proyecto dedicada a la agricultura.

Si bien las tendencias son generales, el cultivo predominante de cada zona sí es diferente. La cuenca del Segre es la única de las estudiadas donde el cultivo de la vid es bastante relevante. En este caso, el proyecto ha probado y demostrado que, aparte del riego ya empleado, con técnicas de acolchado del suelo (mulching en inglés, una técnica que cubre el suelo con materia orgánica o plástico y que reduce la erosión y permite retener más agua) la viña crece mejor aun incrementado la eficiencia en el uso del agua. Algunas variedades de vid pueden cultivarse en más altura, y si bien conllevaría una pérdida de producción, se compensaría con las características organolépticas de los vinos obtenidos.

En las cuencas del Muga y del Ter se han conseguido grandes ahorros de agua en campos de maíz y manzanos, aunque siguiendo las recomendaciones de la cantidad de agua necesaria para el riego en cada momento a partir de la fase de crecimiento del cultivo, la previsión meteorológica semanal y la información obtenida de unos sensores de humedad instalados en los campos. Estos ahorros son consecuencia de los estudios llevados a cabo por el IRTA - Mas Badia (GIROREG) en los diferentes cultivos actuales y potencialmente futuros, tanto en cuanto a las necesidades hídricas, como la estacionalidad de estas debido a los cambios fenológicos.

"Aquellos agricultores que han seguido las recomendaciones de riego del sistema GIROREG han conseguido reducir de un 20 a un 30% la cantidad de agua utilizada en el caso del maíz. Además, la rentabilidad económica para las parcelas de manzano ha sido un 4,2% mayor que la de aquellas donde se ha seguido el criterio tradicional del campesino", explican Francisco Camps e Inma Funes, investigadores del IRTA. "Tenemos un grave problema, y es que el marco actual de gestión del agua no incentiva el ahorro. Hay un esfuerzo de integración de diferentes estrategias que involucre al máximo de actores posibles (agricultores, técnicos, comunidades de regantes, gestores territoriales, etc.) a fin de gestionar el agua de manera eficiente y sostenible", añaden Carmen Biel y Xavier Aranda, investigadores del IRTA.

Proceso participativo: implicamos a ellos

Durante el desarrollo del proyecto se ha establecido una red permanente de actores locales de las tres cuencas y de actores transversales de todo el territorio que han trabajado conjuntamente con los responsables del proyecto. Con ello se ha logrado que en todo momento el equipo de trabajo fuera multidisciplinar y haz sus las necesidades y los intereses de las cuencas implicadas. En las diversas reuniones realizadas periódicamente han trabajado juntos actores provenientes de la administración pública, los espacios naturales, las empresas, la agricultura, las ONGs, la ciudadanía, las universidades y los centros de investigación.

Uno de los objetivos de estas actividades participativas ha sido el desarrollo de unos planes de acción a las tres cuencas consensuados por todos los actores. Pero no sólo: decidir dónde hacer las pruebas piloto de gestión forestal, conocer qué medidas de adaptación e iniciativas ya se estaban aplicando sobre el territorio (mejoras en el riego, actuaciones forestales para hacer más resistentes los bosques a los incendios), qué nuevas medidas deberían implementarse. Fruto de este trabajo colaborativo, el proyecto ha propuesto una serie de recomendaciones para generar cambios en el desarrollo y la aplicación de las políticas de adaptación a los impactos del cambio climático.


El proyecto ha sido liderado por la Oficina Catalana del Cambio Climático (OCCC) y coordinado por el CREAF, y cuenta con la participación de dos socios más, el IRTA y el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC).

Newsletter

La información más relevante en tu correo.

Suscribirme

Último número