La transición ecológica se juega también en los residuos. Mientras Europa acelera su apuesta por las energías limpias y la digitalización, la demanda de materias primas críticas —como el litio, el cobalto, el indio o las tierras raras— se dispara hasta niveles sin precedentes. Son los elementos invisibles que hacen posible los móviles, los coches eléctricos, las baterías o los aerogeneradores, y cuyo acceso define hoy no solo la sostenibilidad ambiental, sino también la soberanía tecnológica del continente.
Frente a la escasez de recursos naturales, el reciclaje de residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) emerge como una mina urbana por explotar. ¿Qué papel pueden desempeñar estos residuos en la recuperación de materiales estratégicos? ¿Qué barreras frenan su aprovechamiento? ¿Qué transformaciones son necesarias para pasar de una economía lineal a un modelo verdaderamente circular? Para responder a estas preguntas, entrevistamos a dos voces expertas, referentes en la investigación sobre recursos, sostenibilidad y reciclaje: Félix Antonio López, investigador científico del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas del CSIC y coordinador de iniciativas punteras en recuperación de metales; y Alicia Valero, catedrática de ingeniería mecánica y directora del grupo de Ecología Industrial en el instituto ENERGAIA en la Universidad de Zaragoza.
Este reportaje explora, de la mano de ambos expertos, cómo una gestión eficiente y estratégica de los RAEE puede convertirse en una herramienta clave para recuperar materias primas críticas, reducir la dependencia exterior y construir una economía más circular, autónoma y resiliente en Europa.
Materias primas críticas y dependencia exterior
La transición energética y digital, pilares fundamentales del nuevo modelo económico europeo, están impulsando una demanda sin precedentes de materias primas estratégicas. Esta transformación no solo requiere más recursos, sino también una mayor diversidad de elementos en comparación con las infraestructuras energéticas tradicionales. Así lo explica Alicia Valero, directora del grupo de Ecología Industrial en el instituto ENERGAIA, quien refiere que, a diferencia de las centrales térmicas, que consumen pocos materiales pero requieren suministro continuo de combustibles fósiles, las tecnologías renovables como la eólica o la fotovoltaica necesitan, desde su fabricación, numerosos materiales escasos y complejos, presentes sobre todo en equipos electrónicos.
Esta creciente dependencia de elementos como tierras raras, indio, germanio o titanio plantea riesgos severos de suministro. Félix A. López, investigador del CENIM-CSIC, advierte que “la creciente demanda de minerales críticos, unida al desarrollo imparable de tecnologías como la inteligencia artificial, puede generar a medio o largo plazo importantes problemas de abastecimiento, especialmente de metales como el litio, clave para la movilidad eléctrica”.
Una gestión eficiente de los RAEE puede convertirse en una fuente clave de metales críticos, reduciendo la necesidad de extraer nuevas materias primas.
Ambos expertos coinciden en que los residuos de aparatos eléctricos y electrónicos (RAEE) pueden y deben desempeñar un papel clave como fuente secundaria de estas materias primas. No obstante, concuerdan también en que, a día de hoy, su potencial está lejos de aprovecharse. López señala que una gestión más adecuada de la fracción metálica conocida como e-scrap contribuiría significativamente a reducir la presión sobre los recursos naturales. “Actualmente, estamos perdiendo materiales muy valiosos por una gestión ineficiente de estos residuos”, advierte. En los RAEE se concentran cobre, estaño, oro, plata, paladio, níquel o tantalio, todos con alto valor económico y estratégico.
La creciente dependencia de minerales críticos, impulsada por el auge imparable de la inteligencia artificial, podría generar serios problemas de abastecimiento a medio y largo plazo
Por su parte, Valero pone el acento en las limitaciones estructurales del sistema actual: los canales de recogida son insuficientes, muchos dispositivos acaban almacenados en los hogares y, aunque se recogieran, el reciclaje de componentes tan mezclados y en cantidades tan pequeñas sigue siendo técnicamente complejo y económicamente inviable en muchos casos. En sus palabras: “aunque se lograran recuperar, como la demanda sigue creciendo exponencialmente, tampoco podríamos abastecer toda la demanda prevista en el futuro”. Incluso en un escenario de recolección y reciclado muy optimizados, sus estudios estiman que apenas se podría cubrir un 57 % de la demanda proyectada para 2050.
Además, Valero advierte que los metales más valiosos son también los más difíciles de recuperar. Mientras que se logra extraer acero, cobre o aluminio mediante técnicas convencionales, otros elementos críticos “simplemente se pierden o se subciclan”. En definitiva, el reciclaje de RAEE es imprescindible, pero insuficiente por sí solo para garantizar la autonomía material de Europa.

Riesgos de escasez y seguridad de suministro
Pero el problema de las materias primas críticas no se limita a su disponibilidad física o a su reciclaje: también pone en juego la autonomía estratégica de Europa. La dependencia europea de materias primas críticas no es solo un problema técnico o ambiental, sino una cuestión profundamente geoestratégica. Así lo considera Félix A. López, quien subraya que buena parte de estos materiales, esenciales para la transición energética y digital, son procesados y controlados por países no pertenecientes a la Unión Europea, con un papel particularmente dominante de China.
En el caso de los RAEE, la preocupación es aún más acuciante, asevera López. Esto refuerza un ciclo económico desequilibrado, en el que la producción, el consumo y la recuperación se concentran en los países asiáticos, que además controlan una proporción significativa de los recursos mineros globales.
Alicia Valero coincide en este diagnóstico y lo amplía desde una perspectiva estructural: “Europa es especialmente vulnerable porque ha optado por deslocalizar tanto la minería como otras actividades intensivas en recursos, como la industria del refino”. Esta situación convierte a Europa en un actor dependiente de las decisiones estratégicas de otros países.
La experta advierte que esta vulnerabilidad ya se ha puesto de manifiesto: “hemos comprobado que, en cualquier momento, puede haber apagones literales en el suministro de determinadas materias primas”. En un contexto de tensiones comerciales, como la guerra de aranceles entre Estados Unidos y China, la capacidad de Pekín para restringir la exportación de materiales clave como el germanio o el indio pone en jaque cadenas enteras de producción industrial en Europa.
El reciclaje de RAEE, por tanto, no solo es una herramienta ambiental, sino un pilar potencial de soberanía material. Aunque Valero se muestra prudente respecto a su alcance, destaca que el Critical Raw Materials Act establece un objetivo claro: recuperar al menos un 25 % de la demanda mediante reciclado interno. Para que eso sea viable, alerta, será imprescindible rediseñar los productos para facilitar su recuperación y desarrollar capacidades industriales europeas para su tratamiento. “Lo que no tiene sentido —concluye Valero— es que importemos equipos eléctricos y electrónicos, y que, una vez terminada su vida útil, los exportemos de nuevo a otros países en lugar de tratarlos aquí. Si queremos recuperar materiales estratégicos, debemos ser capaces de cerrar el ciclo dentro de Europa.”
No tiene sentido importar equipos eléctricos y electrónicos y, una vez terminada su vida útil, exportarlos de nuevo a otros países en lugar de tratarlos aquí. Si queremos recuperar materiales estratégicos, debemos ser capaces de cerrar el ciclo dentro de Europa. Alicia Valero, directora del grupo de Ecología Industrial en el instituto ENERGAIA en la Universidad de Zaragoza.
Eficiencia y circularidad del modelo actual
Ahora bien, para que esa ambición de soberanía material se traduzca en una recuperación efectiva, es imprescindible revisar con honestidad el funcionamiento real del sistema actual: cómo se gestionan los RAEE hoy y por qué, a pesar de su potencial, apenas se recupera una fracción de los materiales que contienen.
Ambos expertos coinciden en que el actual sistema de gestión de RAEE está muy lejos de ser eficiente para recuperar los materiales valiosos que contienen. Félix A. López subraya que “la mayor parte de los RAEE —y concretamente del e-scrap— se trata actualmente fuera de la UE”, debido en parte a barreras económicas y medioambientales que limitan su procesamiento en territorio europeo. Por su parte, Alicia Valero apunta que la principal pérdida se produce incluso antes: “más del 80% del valor en materias primas de los RAEE se pierde simplemente porque no llegan a recogerse. Esta pérdida llega al 99% en el caso de las materias primas críticas, sin contar el aluminio”. Para ella, esta es la primera gran barrera estructural.
Una segunda limitación común es el diseño de los productos. Ambos coinciden en que muchos dispositivos no están pensados para ser desmontados ni reciclados de forma eficiente. En palabras de Valero, “si los equipos no están diseñados para ser desensamblados y luego finalmente reciclados, difícilmente vamos a ser capaces de recuperarlos”. López refuerza esta idea al señalar que uno de los pilares para avanzar hacia un modelo más circular debe ser exigir a los fabricantes “criterios de diseño que permitan
su reparabilidad”.
La experta del instituto ENERGAIA de la Universidad de Zaragoza incorpora una perspectiva física y termodinámica: la recuperación total de los materiales es inviable. “La economía circular al 100 % es imposible, por eso la llamamos economía espiral”, explica. A medida que los componentes se miniaturizan y se mezclan materiales diversos en cantidades ínfimas, los procesos necesarios para separarlos requieren más energía, más reactivos químicos y más inversión tecnológica, lo que encarece y complica su recuperación, agrega Valero, introduciendo así la dimensión económica a estas limitaciones.
Desde el punto de vista técnico, López sostiene que no hay grandes barreras para avanzar, y señala con claridad el camino a seguir: “reducir el consumo de aparatos eléctricos y electrónicos, alargar su vida útil y fomentar el desarrollo de tecnologías de reciclaje y recuperación”. En una línea complementaria, Alicia Valero advierte que “vamos a toparnos con los límites físicos del planeta”, y subraya que la economía circular debe entenderse más allá del reciclaje: “hay que verla desde una perspectiva mucho más amplia, que es la de reducir drásticamente el consumo. Ese es el primer paso y el más importante”.

Ecodiseño para el reciclaje: clave desde el origen
El diseño de los productos es, para ambos expertos, uno de los principales cuellos de botella en la gestión eficiente de los RAEE y factor estructural de ineficiencia. Como ya anticipaban en el análisis del sistema actual, muchos dispositivos no están pensados para facilitar su desmontaje, separación de materiales o recuperación. Esta falta de criterios de ecodiseño convierte el reciclaje en una tarea técnicamente compleja, costosa y en muchos casos inviable.
“A día de hoy, el ecodiseño no está realmente implantado en el sector”, señala Félix A. López, quien apunta que las fases iniciales del reciclaje —donde se podrían extraer los materiales más valiosos— son precisamente las más afectadas por este problema: “suelen estar poco automatizadas y, por tanto, encarecen el tratamiento”. López reclama una implicación más decidida por parte de los fabricantes a lo largo de toda la cadena de valor: “deberían asumir una mayor responsabilidad, incluyendo la implementación efectiva de criterios de ecodiseño”. Aunque ya existen marcos legislativos europeos en esta dirección, su aplicación práctica, advierte, sigue siendo muy limitada.
Los fabricantes deben asumir una mayor responsabilidad en toda la cadena de valor, incluyendo la implementación efectiva de criterios de ecodiseño. Félix A. López, investigador científico del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas del CSIC (CENIM-CSIC)
Desde una perspectiva más física y operativa, Alicia Valero ejemplifica esta dificultad con una imagen sencilla y potente: “mezclar azúcar y sal es muy fácil, lo difícil es separarlas después”. En su opinión, los dispositivos actuales no solo combinan componentes de forma irreversible, sino que lo hacen a microescala y con una enorme variedad de elementos —“casi toda la tabla periódica”—. Esto hace que, al intentar recuperar un metal específico, se pierdan otros en el proceso, especialmente cuando el diseño no sigue criterios de modularidad ni estandarización.
Para Valero, el problema no es solo técnico, sino también de comunicación entre agentes clave: “Si existiesen canales de comunicación entre fabricantes y recicladores, probablemente los productos se diseñarían de forma más robusta y modular, con una identificación clara de las piezas críticas”, señala. Sin esta trazabilidad, quienes se encargan de la recuperación se enfrentan a dispositivos cuyo contenido desconocen, sin herramientas específicas ni estándares definidos para desmontarlos con eficacia.
Si existiesen canales de comunicación entre fabricantes y recicladores, probablemente los productos se diseñarían de forma más robusta y modular, con una identificación clara de las piezas críticas. Alicia Valero, directora del grupo de Ecología Industrial en el instituto ENERGAIA en la Universidad de Zaragoza.
En definitiva, tanto López como Valero coinciden en que el ecodiseño debe dejar de ser una excepción para convertirse en una condición estructural. Solo así será posible cerrar el círculo de los RAEE y hacer viable su aprovechamiento a escala industrial.

Palancas políticas y económicas para la transformación
Si el ecodiseño es una condición estructural para avanzar hacia un modelo circular real, también lo son las políticas públicas que lo hagan exigible, viable y económicamente atractivo. Tanto Alicia Valero como Félix A. López coinciden en que el papel del marco legislativo y los incentivos económicos es crucial para transformar el sistema de gestión de RAEE, aunque difieren en el enfoque y el nivel de profundidad con el que abordan esta dimensión.
Félix A. López apunta con claridad una medida técnica prioritaria: “sería muy importante avanzar en la exigencia de que todos los aparatos fabricados incorporen un porcentaje mínimo de materiales reciclados, y que ese porcentaje se incremente progresivamente con el tiempo”. Desde su perspectiva, establecer este tipo de objetivos vinculantes contribuiría a cerrar el ciclo material y a generar demanda industrial para los productos reciclados.
Es crucial exigir que todos los aparatos eléctricos y electrónicos incorporen un porcentaje mínimo de materiales reciclados y que este porcentaje se incremente progresivamente con el tiempo. Félix A. López, investigador científico del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas del CSIC (CENIM-CSIC)
Alicia Valero trasciende el plano técnico para plantear una visión más sistémica sobre el papel de la política. En su opinión, las medidas legislativas actuales son claramente insuficientes: “están empezando a aparecer, pero de forma muy tímida, y habría que ser mucho más ambiciosos”. Entre las acciones prioritarias, destaca la necesidad de impulsar leyes de ecodiseño, normativas que prolonguen la vida útil de los productos y, sobre todo, nuevos modelos económicos como la servitización: “no vender el producto, sino vender el servicio”. Este enfoque, argumenta, permitiría que los fabricantes asumieran la responsabilidad directa sobre la durabilidad, reparación y reciclaje de sus productos.
Además, Valero subraya la importancia de garantizar el derecho a reparar, apelando a la necesidad de revitalizar las redes locales de reparación mediante incentivos específicos y el impulso de nuevas infraestructuras sociales, como los repair cafés: espacios comunitarios donde compartir conocimientos técnicos y alargar la vida útil de los aparatos. “Se han perdido los zapateros, los sastres y muchas profesiones de artesanos que hacían durar las cosas”, afirma.
Así, mientras López centra su propuesta en una medida cuantificable y orientada a la industria, Valero introduce una batería de transformaciones estructurales —legales, económicas y culturales— para consolidar una economía del reciclaje con verdadero valor añadido.
Visión de futuro: hacia una soberanía material europea
El recorrido realizado por ambos expertos converge en un mismo horizonte: la necesidad de repensar de forma estructural la relación entre tecnología, consumo y sostenibilidad. Desde enfoques diferentes, tanto Félix A. López como Alicia Valero coinciden en que una gestión eficiente de los RAEE debe integrarse en una estrategia más amplia para construir una economía europea autónoma, resiliente y sostenible.
López propone una hoja de ruta basada en criterios técnicos y de rediseño industrial. Entre sus prioridades están “reducir el consumo, implantar el ecodiseño, fomentar la reparabilidad, alargar la vida útil de los productos, simplificar su composición para reducir la variedad de metales utilizados, y apostar por tecnologías que permitan sustituir metales críticos por otros más abundantes”. Asimismo, subraya la importancia de fortalecer la dimensión productiva del reciclaje en Europa: “es fundamental reforzar la industria del reciclaje y la recuperación de metales dentro de Europa”, afirma, citando como ejemplo el proyecto CircULAr desarrollado por Atlantic Copper en Huelva, con apoyo del CSIC, orientado a la recuperación de cobre y otros metales presentes en los residuos electrónicos.
Para avanzar hacia una una economía europea más autónoma, resiliente y sostenible es clave reducir el consumo, implantar el ecodiseño, fomentar la reparabilidad, alargar la vida útil de los productos, simplificar su composición y apostar por tecnologías que permitan la sustitución de metales críticos por otros más abundantes.
Valero, por su parte, introduce una reflexión con un fuerte componente social y cultural, apelando a la necesidad de transformar no solo los productos, sino los valores que rigen su uso y su consumo. La experta aboga por una mayor concienciación ciudadana, reclamando más información para el usuario sobre la “mochila ecológica” que soportan todas las actividades económicas y, en particular, los aparatos eléctricos y electrónicos. Se trata de una carga enorme, advierte, ya que estos dispositivos requieren minerales escasos que deben ser extraídos, concentrados, refinados, ensamblados y transformados en productos. Si no se recuperan adecuadamente al final de su vida útil, todo ese esfuerzo y recursos se pierden. E incluso cuando sí se recuperan, continúa Valero, se pierde una parte considerable de energía, agua y materiales, porque hay que volver a fabricar de nuevo ese teléfono —o cualquier otro dispositivo— desde cero.

También invita a pensar en lo local. “Back to the roots, back to the future. Vuelta al pasado, vuelta al futuro”, plantea la investigadora. Frente a la idea de progreso ligada a la acumulación, defiende el retorno a modelos de producción y consumo más sobrios, inspirados en la autonomía y la resistencia de generaciones anteriores. Su propuesta no ignora la necesidad de tecnología, pero llama a contextualizarla dentro de un marco de límites planetarios: “En un planeta finito no caben deseos infinitos”, concluye.
Ambos coinciden en que la transformación debe ser transversal y profunda, abordando tanto la parte física de los productos como la lógica de fondo que los multiplica. Solo así podrá garantizarse que el reciclaje deje de ser un parche residual y se convierta en un pilar estratégico de sostenibilidad y soberanía europea. Por tanto, la gestión de los residuos electrónicos ya no puede concebirse como un simple problema de final de ciclo, sino como una palanca estratégica para la autonomía material de Europa. La recuperación de materias primas críticas a partir de RAEE es, al mismo tiempo, un reto tecnológico, un desafío económico y una oportunidad política. Las voces expertas de Félix A. López y Alicia Valero dibujan un panorama claro: necesitamos rediseñar productos, reforzar infraestructuras, repensar políticas y revisar hábitos de consumo. Solo una acción integrada —que combine innovación científica, regulación ambiciosa y responsabilidad colectiva— permitirá convertir los residuos de hoy en los recursos del mañana.