No todos los sectores generan el mismo nivel de impacto ambiental ni ofrecen el mismo margen de actuación para avanzar hacia una economía circular. Entre ellos, los sectores del plástico y del textil destacan por su elevada huella ecológica y por su potencial para activar transformaciones estructurales de gran alcance.
En el marco del mencionado informe sobre economía circular encargado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, ambos sectores han sido analizados en profundidad como casos de estudio paradigmáticos, representativos de los desafíos y oportunidades que plantea la transición hacia un nuevo modelo económico. La investigadora Teresa Domenech, profesora de Ecología Industrial y Economía Circular en University College London y coautora del informe, ha liderado específicamente los capítulos dedicados a estos sectores, considerados estratégicos por su impacto transversal y su capacidad de arrastre sobre otras cadenas de valor.
La elección de estos ámbitos responde a tres criterios fundamentales, explica. En primer lugar, tanto el plástico como el textil presentan una alta intensidad material y energética. Son responsables de una proporción significativa del consumo global de recursos, de las emisiones de gases de efecto invernadero y de la generación de residuos. Su peso ambiental justifica la urgencia de actuar sobre ellos.
Los sectores del plástico y el textil, por su elevada huella ecológica, su carácter multisectorial y su alto potencial de transformación, son claves para impulsar una economía circular con efectos estructurales y sistémicos en el modelo productivo.
En segundo lugar, se trata de sectores complejos y multisectoriales. En el caso del textil, su influencia va mucho más allá de la industria de la moda, extendiéndose a sectores como el automovilístico o el sanitario, a través del uso de textiles técnicos. Además, las interdependencias materiales son evidentes: buena parte de los textiles actuales están compuestos por fibras derivadas del plástico. Por su parte, los plásticos, comúnmente asociados al sector del packaging, tienen en realidad un espectro de aplicación mucho más amplio: se estima que más del 60 % se utiliza en sectores como la construcción, la automoción o el propio textil. Por tanto, estamos ante materiales que atraviesan múltiples cadenas de valor y cuya circularidad afecta a toda la estructura económica.

Por último, ambos sectores destacan por su potencial de transformación circular. Existen múltiples palancas para su reconversión: desde el rediseño de productos y materiales más duraderos o reutilizables, hasta la mejora de los sistemas de uso y reutilización, pasando por mejoras en la gestión de residuos y cambios en los modelos de negocio y la logística inversa. En definitiva, su transformación no solo tendría un efecto directo sobre los impactos ambientales que generan, sino que podría catalizar un cambio más amplio en el sistema productivo si se interviene de manera estructural y coordinada.
Rediseño y trazabilidad, claves para la circularidad del plástico
Según Teresa Domenech, el sector de los plásticos representa uno de los desafíos más complejos en la transición hacia una economía circular. Aunque comparte palancas sistémicas con otros sectores, presenta particularidades que dificultan su transformación estructural. Una de las más evidentes es la falta de enfoque en el diseño desde una lógica circular.
“Se ha hecho muy poco en ecodiseño, especialmente en el ámbito del envase”, señala la experta. Aunque existen objetivos de recuperación y reciclaje, la mayoría de las iniciativas se han centrado en acciones puntuales, como la obligación de que los tapones permanezcan unidos a las botellas o la reducción del peso de los envases (lightweighting). Si bien son avances, resultan claramente insuficientes. “Falta una política de diseño orientada a facilitar la recuperación de materiales con calidad suficiente para reintroducirlos en el ciclo productivo”, añade.
En el sector de los plásticos, aún no se ha consolidado una política de diseño orientada a facilitar la recuperación de materiales con calidad suficiente para reintroducirlos en el ciclo productivo.
La corta vida útil de la mayoría de los productos plásticos complica aún más su circularidad. Salvo excepciones como el sector de la construcción — donde los plásticos pueden sustituir a materiales de elevada huella de carbono como el acero o el hormigón—, la mayoría de los plásticos pierden rápidamente su valor funcional. A esto se suma la enorme diversidad de polímeros existentes en el mercado, así como la presencia de aditivos químicos en productos como los electrónicos o los automóviles, lo que dificulta seriamente su separación y reciclaje.
Desde el punto de vista fiscal, aunque se han dado pasos como la im - plantación del Plastic Tax, Domenech advierte que estas medidas no han estado acompañadas de una estrategia de infraestructuras coherente. “Actualmente en Europa no existe capa - cidad suficiente para generar plástico reciclado que sustituya al virgen, ni en volumen ni en calidad”, afirma. El coste del reciclaje sigue siendo elevado y los sistemas de recogida y clasificación aún presentan importantes limitaciones técnicas y logísticas, especialmente en lo que respecta a la clasificación por tipo de polímero.
Además, una proporción significativa del plástico recogido para reciclaje se exporta fuera de Europa, donde se pierde la trazabilidad y no siempre puede garantizarse su gestión adecuada. “La circularidad real requiere infraestructuras locales capaces de cerrar el ciclo con garantías de calidad y trazabilidad”, insiste.
Frente a estos retos, la investigadora identifica dos áreas clave de oportunidad. La primera es reducir el consumo de plásticos, especialmente aquellos de corta vida útil. Aunque ha habido avances en la concienciación ciudadana, como la reducción en el uso de bolsas, los datos muestran que el consumo global de plásticos sigue creciendo de forma exponencial.
La segunda línea de intervención consiste en desarrollar sistemas eficaces de reutilización y recuperación. Esto implica no solo frenar la producción de plástico virgen, sino también diseñar infraestructuras y modelos económicos que permitan mantener estos materiales dentro del sistema productivo mediante estrategias closed-loop (de ciclo cerrado), siempre que sea técnicamente viable.
Necesitamos frenar la producción de plástico virgen y diseñar infraestructuras y modelos económicos que permitan mantener estos materiales dentro del sistema mediante estrategias de ciclo cerrado.
Calidad y durabilidad, palancas para transformar el sistema textil
El sector textil representa otro de los grandes retos estructurales para la transición hacia una economía circular. Tal como explica Teresa Domenech, su complejidad reside tanto en su impacto ambiental como en la velocidad y volumen de su modelo de producción y consumo, marcado por la lógica del fast fashion.

“El mercado se ha inundado de ropa cada vez más barata, lo que ha incrementado enormemente el volumen de prendas adquiridas, a pesar de que el porcentaje de renta que se destina a ello ha disminuido en términos reales”, señala. El problema, según la experta, no es solo económico, sino ambiental: estas prendas tienen una vida útil extremadamente corta. En muchos casos se utilizan apenas tres o cuatro veces antes de convertirse en residuo.
Este modelo ha provocado un crecimiento exponencial de la producción y del consumo, con consecuencias muy graves para el medio ambiente. El sector textil es ya el tercer mayor emisor de carbono a nivel mundial, además de tener un fuerte impacto en el consumo de agua dulce y en la contaminación hídrica, como resultado de los procesos químicos y tintes utilizados durante su fabricación.
A ello se suma la complejidad de los materiales. Domenech distingue dos grandes categorías: las fibras naturales y las fibras sintéticas, que cada vez están más mezcladas en un mismo producto. Esta combinación reduce drásticamente la reciclabilidad de las prendas y su valor al final de vida útil. “Antes existían redes más estables de reutilización, pero muchas de ellas se están erosionando porque las prendas actuales tienen una calidad muy baja y mezclan materiales que dificultan su recuperación”, advierte.
Antes existían redes más estables de reutilización de textil, pero muchas de ellas se están erosionando porque las prendas actuales tienen una calidad muy baja y mezclan materiales que dificultan su recuperación.
Aunque existen tecnologías de reciclaje químico capaces de separar fibras naturales de sintéticas, su uso es aún muy limitado. “Menos del 1 % de los textiles se reciclan realmente a nivel global”, indica. Lo que el consumidor entiende como “reciclaje textil” suele consistir en la recogida de ropa usada que, en realidad, es vendida a comerciantes internacionales. Estos clasifican las prendas por calidades y las exportan a mercados de segunda mano en África o Europa del Este. Parte de esta ropa termina desechada como residuo en países que no disponen de infraestructuras adecuadas para gestionarla, generando efectos negativos tanto ambientales como sociales.
Frente a este escenario, Domenech insiste en que no basta con actuar en una sola etapa del ciclo de vida. “Hay que intervenir en toda la cadena de valor: desde la producción, hasta el consumo y el final de vida del producto”, afirma. Entre las medidas prioritarias, destaca la necesidad de romper con la lógica del fast fashion, fomentar prendas de mayor calidad y durabilidad, y promover el uso de fibras con menor impacto ambiental. Esto implica desde técnicas de cultivo más sostenibles —en el caso del algodón— hasta la reducción del uso de fibras sintéticas derivadas del petróleo.
La coautora del informe también llama la atención sobre ciertos mitos de sostenibilidad en el sector. Uno de los más extendidos es el uso de “fibras recicladas”, muchas veces presentadas como solución circular. “En la mayoría de los casos se trata de poliéster reciclado procedente de botellas de plástico PET, que podrían haberse reutilizado para fabricar nuevos envases”, explica. Esta práctica no solo transfiere un recurso valioso desde el sistema del plástico al del textil, sino que además crea una fibra difícil de reciclar tras su uso. “Es una distorsión que no resuelve el problema en ninguno de los dos sectores”, concluye.
Repensar la economía desde sectores estratégicos
Tanto el sector del plástico como el del textil encarnan, en sus desafíos y potenciales, las tensiones propias de un modelo económico que necesita transformarse. Son ejemplos paradigmáticos de cómo el rediseño de materiales, productos y sistemas puede actuar como palanca para una transición estructural hacia una economía circular
Como destaca Teresa Domenech, el camino no pasa únicamente por mejoras técnicas puntuales, sino por intervenir en las dinámicas profundas que determinan cómo se produce, se consume y se gestionan los recursos. En este sentido, plásticos y textiles no son solo sectores problemáticos: son también laboratorios vivos desde los que repensar y reconstruir las bases materiales de la economía.