Recursos no convencionales: un nuevo enfoque en Naciones Unidas sobre la desalación

Informes oficiales publicados por distintas Agencias y programas del Sistema de NNUU han puesto de relieve un cambio de orientación hacia posiciones más favorables respecto de los recursos no convencionales como medio para enfrentar la escasez de agua
Autor/es
Eduardo Orteu
15-03-2023
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Los informes que de modo periódico publica NNUU para evaluar el grado de cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 ponen de relieve el progreso dispar y el retraso generalizado en su consecución. El ODS 6 sobre agua y saneamiento no es una excepción. La situación se ve agravada por los retos cada vez mayores asociados a la escasez de agua, en parte debidos a los efectos negativos del cambio climático. Según la ONU, “el 60% de la población mundial vive en zonas de escasez de agua, donde los suministros disponibles no pueden satisfacer la demanda de forma sostenible al menos durante una parte del año. Como se prevé que la escasez de agua continúe y se intensifique en las zonas secas y superpobladas, el mundo en general corre el riesgo de dejar el reto de la escasez de agua a las generaciones futuras, que se enfrentarán a las consecuencias de las prácticas actuales”. Los recursos hídricos convencionales han demostrado ser insuficientes para afrontar este reto. “Teniendo en cuenta los desafíos de desarrollo sostenible relacionados con el agua en las regiones áridas, la utilización de recursos hídricos no convencionales es una oportunidad emergente para reducir la brecha entre la demanda y el suministro de agua“ Esta es una de las conclusiones establecidas en el informe “Unconventional Water Resources” publicado por ONU-Agua en junio de 2020.

Cabe señalar que en los últimos años el sistema de las Naciones Unidas ha cambiado su enfoque con respecto a los recursos hídricos no convencionales, en particular en relación con la desalación de agua de mar, lo que obedece, en buena medida a la creciente magnitud del problema de la escasez de agua. La Agenda 2030 de NNUU y el ODS 6 abogan por un uso más eficiente para hacer frente a la escasez de agua (meta 6.4), pero no hacen referencia al uso de recursos no convencionales para abordar el reto de la escasez. Aunque la reutilización del agua está contemplada en este objetivo (meta 6.2), la llamada para aumentar el empleo de la reutilización del agua (en particular de las aguas residuales) está vinculada a la idea de mejora de calidad del recurso y no tanto a un incremento en su disponibilidad.

 

En los últimos años el sistema de las Naciones Unidas ha cambiado su enfoque con respecto a los recursos hídricos no convencionales, en particular en relación con la desalación de agua de mar, lo que obedece, en buena medida a la creciente magnitud del problema de la escasez de agua.

 

En realidad, cuando se adoptó la Agenda 2030, los recursos no convencionales no se consideraban parte de la solución al problema de la escasez de agua. La desalación de agua de mar, como fuente alternativa para el incremento de los recursos hídricos disponibles no solo no se tomó en consideración como posible solución al reto de la escasez, sino que directamente se descartó, fundamentalmente, por tres razones principales. En primer lugar, porque, desde el punto de vista de la gestión de los recursos hídricos, naciones ha seguido tradicionalmente un enfoque basado en la gestión de la demanda -maximizar la eficiencia de los recursos hídricos existentes- frente a otro apoyado en el aumento de la oferta de recursos a la hora de para abordar la gobernanza del agua. En segundo lugar, por los impactos ambientales negativos asociados a los procesos de desalación (contaminación del medio marino causada por las salmueras, las cuales pueden aumentar la salinidad y la temperatura del mar, junto con las elevadas emisiones de CO2 generadas como consecuencia del consumo energético que requieren las instalaciones de desalinización); y en tercer lugar, por razones económicas asociadas al elevado coste de producción (el precio del agua desalada de mar sigue siendo inasequible para muchos países en desarrollo).

Desde hace varios años, sin embargo, diversos informes oficiales publicados por distintas Agencias y programas del Sistema de NNUU han puesto de relieve un cambio de orientación hacia posiciones más favorables respecto de los recursos no convencionales como medio para hacer frente a la escasez de agua.

Los procesos de evaluación del impacto ambiental de procesos de producción de desalación exigen tecnologías más avanzadas que están permitiendo evitar o minimizar los impactos negativos de las salmueras (incluyendo la posibilidad de recuperar minerales de la salmuera). Y el empleo de energías renovables, junto con nuevos avances tecnológicos (como los sistemas de recuperación de energía basados en intercambiadores de presión o membranas de ósmosis inversa de mayor eficiencia) están disminuyendo la energía necesaria para la producción de agua desalada de mar y, por consiguiente, reduciendo, las emisiones de CO2 generadas en el proceso, así como el propio coste de producción. Como ponía de relieve el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente -PNUMA- en 2021, “la desalación de agua de mar puede ampliar el suministro de agua más allá de lo que permite el ciclo hidrológico, pero es necesario innovar en la gestión y eliminación de la salmuera”.

 

Los procesos de evaluación del impacto ambiental de procesos de producción de desalación exigen tecnologías más avanzadas que están permitiendo evitar o minimizar los impactos negativos de las salmueras.

 

En el citado informe “Unconventional Water Resources” se afirma que el agua desalada proporciona “un suministro constante y no dependiente de la meteorología de agua de alta calidad” y se explica cómo a consecuencia de la actual “tendencia constante a la baja de los costes de la desalación de agua de mar, unida al aumento de los costes convencionales del tratamiento del agua y los de la reutilización de aguas residuales, consecuencia de unos requisitos normativos más estrictos, se espera que se acelere la tendencia actual de dependencia del mar como fuente de agua atractiva y competitiva. Es probable que estas tendencias continúen y que en los próximos 15 años la desalación de agua de mar se consolide aún más como una alternativa fiable y a prueba de sequías para las comunidades costeras de todo el mundo”. Este argumento se ha incorporado al “United Nations world water development report 2021: valuing water”  donde, además, la desalación se presenta como “una de las opciones tecnológicas que pueden proporcionar una fuente adicional de agua dulce para el riego, especialmente en zonas costeras con escasez de agua”, subrayando cómo gracias a la disminución de los costes, “el suministro de agua desalada para la agricultura tiene más probabilidades de ser rentable en un entorno estrictamente controlado, utilizando prácticas agrícolas con el uso más eficiente del agua, cultivos de alta productividad y energías renovables”.

Ya en 2019, el Banco Mundial ya había dejado claro que las opciones de gestión del suministro de agua, incluida la producción de desalada, podrían ayudar a paliar la escasez, elaborando una guía completa para que los responsables políticos evalúen la viabilidad de las soluciones basadas en la desalinización para lograr la seguridad hídrica. Más recientemente, a finales de 2022, la Plataforma de Finanzas Sostenibles de la Unión Europea reconocía el papel que puede desempeñar la desalación de agua de mar para la consecución de los objetivos ambientales de adaptación y mitigación del cambio climático.

Este mes de marzo, la Asamblea General de las Naciones Unidas acoge en Nueva York la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua 2023, un encuentro multilateral clave para impulsar la agenda internacional sobre el agua y proporcionar directrices políticas claras sobre cómo avanzar en la implementación del ODS 6. También será una oportunidad para llevar al lenguaje oficial de la ONU el reconocimiento del papel clave que puede desempeñar la desalación de agua de mar en la lucha contra la escasez de agua y para establecer un mandato para movilizar fondos públicos y privados hacia una tecnología que actualmente es más asequible, más sostenible desde el punto de vista medioambiental y más necesaria para garantizar la seguridad hídrica en un mundo que está más sediento que nunca de soluciones para hacer frente al reto de  la escasez de agua.

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