Así contribuye al cambio climático la agricultura química que intoxica el Mar Menor

Se emplea más del 5% del gas natural mundial para extraer nitrógeno de la atmósfera para fabricar fertilizantes, lo que constituye un problema energético y climático
Así contribuye al cambio climático la agricultura química que intoxica el Mar Menor
Así contribuye al cambio climático la agricultura química que intoxica el Mar Menor
09-09-2021

Por Jordi López Ortega, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech


La falta de oxígeno (anoxia) es la causa principal de la masiva muerte de peces y vida, en general, en el Mar Menor.

Vemos las consecuencias de un largo proceso. Se ha señalado como responsable de la catástrofe de esta laguna litoral a la masiva aportación de nitratos y nitritos, esto es, al abono sintético. También se culpa a las algas, que ante la presencia de nutrientes crecen de forma desmesurada y disminuyen la penetración de luz solar y aceleran la disminución de oxígeno. Todo apunta a la agricultura.

El nitrógeno y el fósforo en agricultura

En el mundo se producen 450 millones de toneladas de nitrógeno que se destinan a la agricultura. Entre 1961 y 2019 el uso de fertilizantes sintéticos ha crecido un 800 %, lo que constituye un problema energético y climático: gastamos más del 5 % de gas natural mundial en extraer nitrógeno de la atmósfera.

La agricultura contribuye al cambio climático. Dentro de la Hoja de Ruta del Hidrógeno en España –la apuesta por el hidrógeno verde del Gobierno– se quiere sustituir el gas natural para producir fertilizantes por energía renovable mediante el proceso Haber-Bosch. Para ello, se usa nitrógeno, potasa extraída de la roca y fósforo extraído de roca fosfórica. Un estudio de 2017 señala que en lo que llevamos de siglo XXI su uso ha crecido en un 41 %.

Además de ser un problema energético y climático, está detrás de la catástrofe del Mar Menor. Ese nitrógeno y fósforo que usa la agricultura acaban disipados, en parte en la atmósfera y en parte en los océanos. Ello a pesar de la convención de Naciones Unidas de 1992 que protege los océanos.

Entre 10,5 y 15,2 millones de toneladas de fósforo acaban cada año en los océanos. El nitrógeno provoca acidez: un pH menor de 7,8 hace que las aguas no sean aptas para la vida. No toda la acidez de los océanos está relacionada con el ciclo del carbono; la agricultura tiene parte de la responsabilidad.

Un sistema alimentario insostenible

El ciclo del nitrógeno y el fósforo ha sobrepasado los límites planetarios. En el largo plazo, si las tendencias no cambian, nos enfrentaremos en pocas décadas a un colapso del sistema alimentario global.

El uso de fertilizantes ha disminuido el fósforo del suelo: “El contenido de fósforo de nuestra tierra, después de años de cultivo, ha disminuido considerablemente. Necesita reponerse. La necesidad de un mayor uso de fosfatos y la conservación de nuestros suministros de fosfatos para las generaciones futuras es, por tanto, un asunto de gran preocupación pública”, señalaba F. D. Roosevelt en 1938.

Las reservas necesitan reponerse; el suministro de fosfato es una preocupación para generaciones futuras. En las últimas décadas se ha incrementado su uso en un 800 %. Hoy los agricultores afrontan una crisis de fósforo.

Nitrógeno sintético

En la vida están involucrados pocos elementos: nitrógeno, oxígeno, carbono, hidrógeno, azufre y potasio. En 1974 J. Lovelock y L. Margulis observaron que la homeostasis de la Tierra se estaba viendo alterada por el uso de nitrógeno sintético. Es otra prueba de la llegada del Antropoceno.

El resultado es que este nitrógeno de síntesis interfiere en el ciclo natural del nitrógeno orgánico, lo que a su vez explica la necesidad de incrementar su uso. Hoy necesitamos diez calorías de energía fósil para obtener una caloría de alimentos; hace un siglo, una caloría fósil proporcionaba diez de alimentos.

La agricultura usa nitrógeno sintético, el 70 % del agua mundial, fósforo mineral y biocidas. Y el resultado es que se altera el ciclo del nitrógeno, el oxígeno y el carbono. Y una de las consecuencias es el desastre de Mar Menor.

Este tipo de catástrofes que ocurren a “cámara lenta” no se perciben: se pierde 75 000 toneladas de suelo fértil anual, 1 300 millones de personas viven en zonas agrícolas degradadas, un 25 % de suelo agrícola muestra pérdidas persistentes en productividad. Mientras tanto, se señala como culpable al impersonal cambio climático.

En el camino equivocado

La agricultura es responsable de la emisión 6,1 Gt de CO? equivalente de carbono. Estas emisiones tienen lugar especialmente en primavera y otoño cuando los tractores remueven la tierra y los rayos de sol matan microorganismos que fijan nutrientes. El control de plagas contamina toda la planta y mata polinizadores; pero también la fertilidad que proporciona microorganismos.

Sabemos que los microorganismos están involucrados en el ciclo del nitrógeno, de la materia orgánica, del oxígeno y del carbono y participan en la producción de la molécula de dimetilsulfuro (DMS), clave en el crecimiento vegetal y la formación de nubes y lluvia.

Si las plantas agotan los recursos, como suponía Justus von Liebig en 1864, nuestra civilización hubiera desaparecido hace miles de años. El concepto de capacidad de carga no explica la causa del problema, sino la consecuencia. El hombre cazador-recolector tiene un comportamiento ecológico; la agricultura actual respecto a la de las civilizaciones persa y egipcia es cuantitativa. Para Paul Ehrlich, la agricultura se convierte en problemática cuando ha de alimentar un crecimiento poblacional.

En 1842, von Liebig fundó la agricultura científica, que aplica una mirada química a las plantas que usan el nitrógeno. Frente a las tesis de Malthus y sus profecías, encuentra una solución a la amenaza de pérdida de fertilidad de la tierra: usar nitrógeno inorgánico. En 1920, otro químico, Fritz Haber usa nitrógeno directamente en la agricultura.

Inicios de la agroquímica

Después de la Primera Guerra Mundial se empieza a usar nitrógeno en agricultura, siguiendo las teorías de Justus von Liebig, para mantener las interacciones metabólicas. Fritz Haber había perfeccionado la técnica para aplicar directamente en las planta estos fertilizantes, por lo que obtuvo el premio Nobel. La industria química fabricó nitrógeno sintético para producir explosivos y encontró, después de la guerra, un uso como fertilizante.

Pero ese uso civil de la industria de la guerra en agricultura tuvo críticas tempranas. Ragnar Berg advirtió en 1930 que el nitrógeno sintético altera el ciclo del nitrógeno orgánico y los alimentos con nitrógeno de síntesis no tienen las mismas vitaminas, ni minerales, ni oligoelementos que los productos orgánicos. Hoy, la exposición a los nitritos y nitratos constituye un problema para la salud.

Alimentos deficitarios en nutrientes

El contexto importa. No solo es un problema de dietas, ni de comer de modo más sostenible productos de proximidad, ni de comer productos frescos, pues seguramente son cultivados con nitritos y nitratos. Los productos ecológicos solo garantizan haber sustituido fertilizantes sintéticos por ecológicos, pero no garantizan haber recuperado la fertilidad del suelo que permite que los alimentos tengan las vitaminas, aminoácidos y oligoelementos adecuados.

Lo más grave no es que el proceso Haber-Bosch suponga un tercio de la energía de la agricultura. No seremos sostenible si no se cuestionan los postulados de Justus von Liebig, padre de la agroquímica.

Lo ocurrido en el Mar Menor nos enseña que es necesaria una completa transformación de la ciencia aplicada a la agricultura; una ciencia que apenas tiene unas décadas y ha producido desastres como no se habían producido en miles de años.

The Conversation

 

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