
Monitorización ambiental e innovación tecnológica frente al desafío del sargazo en el Caribe
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El Caribe mexicano se ha convertido en uno de los escenarios más impactados por la llegada masiva de sargazo, una macroalga parda que prolifera en el Atlántico tropical y que, en los últimos años, ha transformado sus playas turísticas en zonas de emergencia ambiental. En 2018, más de 1,1 millones de toneladas invadieron la costa del Caribe mexicano, y para la temporada turística de 2025 se espera un aumento del 40 % respecto al año anterior solo en el litoral de Quintana Roo.
Este fenómeno, que se ha intensificado desde 2011 con la formación del llamado Gran Cinturón de Sargazo Atlántico (GASB), no solo altera el paisaje costero: su llegada masiva genera efectos en cascada sobre la biodiversidad marina, la salud pública y la economía local.
Un problema flotante que toca tierra
Aunque en mar abierto el sargazo cumple funciones ecológicas relevantes —sirviendo de refugio y alimento para especies marinas—, cuando llega a las costas y comienza su descomposición, se convierte en una amenaza seria. La biomasa acumulada libera gases como el sulfuro de hidrógeno (H₂S) y el amoníaco (NH₃), responsables de los olores nauseabundos, la degradación de la calidad del aire y posibles efectos tóxicos sobre la salud humana.
Además, durante su descomposición se producen lixiviados y nutrientes que contaminan el agua y los suelos, reducen el oxígeno disuelto y favorecen la eutrofización. Este proceso puede alterar ecosistemas enteros y acelerar la erosión de las playas, reduciendo su capacidad de atracción turística y su resiliencia ambiental.
La acumulación de sargazo no solo perjudica al entorno natural. También genera tensiones sociales y económicas en comunidades que dependen del turismo como principal fuente de ingresos, y que ahora deben afrontar los costes de limpieza, gestión de residuos y atención sanitaria por exposición prolongada a compuestos tóxicos.
Sargazo y cambio climático: una relación de doble vía
El crecimiento exponencial del sargazo está estrechamente ligado a factores climáticos y antropogénicos. El aumento de la temperatura del océano, la alteración de las corrientes marinas y la carga excesiva de nutrientes —derivados de escorrentía agrícola, aguas residuales y contaminación continental— han generado un caldo de cultivo perfecto para su proliferación. A su vez, la descomposición del sargazo emite gases de efecto invernadero, como metano (CH₄) y óxidos de nitrógeno, retroalimentando el propio cambio climático.
Esta interacción convierte al sargazo en un termómetro biológico que revela el estrés al que están sometidos los ecosistemas marinos. Y también en una llamada urgente a actuar, tanto en origen —reduciendo las fuentes de contaminación— como en destino —gestionando adecuadamente su acumulación y valorización.
De residuo a recurso: potencial para la producción de biogás
La búsqueda de soluciones sostenibles ha llevado a explorar la valorización energética del sargazo como alternativa viable. Su composición, rica en carbohidratos y baja en lignina, lo hace apto para procesos de digestión anaerobia, mediante los cuales se produce biogás —principalmente metano y CO₂— y subproductos como biofertilizantes.
Este modelo de economía circular requiere una cadena de tratamiento que incluye recolección eficiente, pretratamiento (lavado, secado, trituración) y control de contaminantes, además de infraestructuras adaptadas para el procesado seguro y la gestión de olores. Algunos prototipos ya operan en regiones del Caribe, aunque la escalabilidad industrial aún enfrenta desafíos tecnológicos, económicos y logísticos.
Pese a ello, el biogás generado puede emplearse en generación eléctrica, calefacción o movilidad, mientras que los digestatos resultantes pueden aprovecharse en agricultura. Todo ello, reduciendo al mismo tiempo los impactos negativos sobre el entorno y disminuyendo las emisiones ligadas a la descomposición incontrolada del sargazo.
El biogás generado puede emplearse en generación eléctrica, calefacción o movilidad, mientras que los digestatos resultantes pueden aprovecharse en agricultura.
Tecnología para anticipar y gestionar los impactos
Uno de los retos clave en la gestión del sargazo es la vigilancia en tiempo real de sus efectos ambientales, especialmente en lo relativo a la calidad del aire. Por ello, la monitorización de compuestos volátiles como el H₂S y el NH₃ se ha convertido en una herramienta esencial para las autoridades, tanto en la protección de la salud como en la planificación de respuestas.
Las soluciones tecnológicas actuales permiten medir, analizar y actuar de forma preventiva ante picos de emisiones, integrando datos meteorológicos, sensores en campo y plataformas de análisis inteligente.
Monitorización ambiental en Quintana Roo: un caso de éxito con tecnología Kunak
En respuesta a la creciente preocupación por los efectos del sargazo sobre la salud y el turismo, en la zona de Cancún (Quintana Roo) se ha puesto en marcha una solución de vanguardia basada en tecnología de monitorización ambiental desarrollada por Kunak.
Gracias a la colaboración entre una investigadora del Instituto Politécnico Nacional, la Red de Vigilancia y Medición de Calidad del Aire del Caribe y el distribuidor Repmex, se desplegaron equipos Kunak AIR Pro y AIR Lite, equipados con sensores de H₂S y NH₃, paneles solares y conectividad en tiempo real a la plataforma Kunak Cloud. Los equipos se instalaron en puntos clave de las playas afectadas, y se complementaron con dispositivos portátiles para proteger al personal de limpieza, capaces de emitir alertas inmediatas ante niveles peligrosos de gases tóxicos.
El sistema ha permitido detectar picos de concentración coincidiendo con arribazones masivas, optimizar las tareas de recolección del alga, sensibilizar a las autoridades y fundamentar estrategias de respuesta rápida.
Además, la transmisión remota de datos ha garantizado el seguimiento continuo incluso en condiciones meteorológicas adversas o zonas de difícil acceso.
Casos similares se han replicado en otros territorios afectados como el archipiélago francés de Guadalupe, demostrando la versatilidad de estas soluciones tecnológicas para proteger la salud pública, garantizar la calidad ambiental y reforzar la resiliencia de las comunidades costeras frente al desafío del sargazo.