
En el marco del encuentro organizado por Knauf el pasado 24 de abril, centrado en la economía circular y las certificaciones sostenibles aplicadas a los materiales de construcción, tuvimos la oportunidad de dialogar con Michael Braungart, figura de referencia internacional en ecodiseño y co-creador del modelo Cradle to Cradle (C2C).
Aprovechando su participación como ponente, abordamos con él las limitaciones del enfoque constructivo convencional y profundizamos en la relevancia de dos conceptos fundamentales para la transición hacia una economía circular: la calidad en el diseño y la trazabilidad de los materiales.
Su carrera ha estado muy enfocada en la protección del medio ambiente. ¿Qué experiencias o conocimientos fueron determinantes para que decidiera centrar su trabajo en promover la sostenibilidad dentro del ámbito productivo?
Desde mis primeros años de formación me involucré activamente en la enseñanza de la química, compartiendo conocimientos con mis compañeros y analizando cualquier contexto del que pudiera extraer aprendizajes. Pasé unos años en España abordando aquellos aspectos de la química relacionados con la ecología, ya que había líneas de investigación enfocadas en esta línea. Podríamos decir que mi trayectoria siempre ha estado guiada por aprendizajes dispersos pero constantes en relación a este ámbito.
“Para mí, la sostenibilidad es el mínimo aceptable, no una meta. El término ha sido malinterpretado al punto de convertir al cliente en el enemigo, transmitiéndole la idea de que lo mejor sería que no consumiera”.
Para mí la sostenibilidad es el mínimo aceptable, no una meta. El término ha sido malinterpretado al punto de convertir al cliente en el enemigo, transmitiéndole la idea de que lo mejor sería que no consumiera. Lo esencial no es que algo sea compostable o reciclable, sino que esté bien diseñado desde el principio. Un producto que se convierte en residuo conlleva, en realidad, un problema de calidad. Dado que somos la única especie del planeta que genera residuos, si continuamos así acabaremos transformando el planeta en un vertedero.
Lo que realmente me preocupa es lo primitivo que sigue siendo nuestro mundo material. ¿Cómo aceptamos la presencia de sustancias tóxicas en objetos de uso cotidiano? Mi equipo y yo llevamos más de 36 años analizando muestras de leche humana y hemos llegado a detectar hasta 2.800 compuestos químicos, donde un tercio de los mismos proviene directamente del sector de la construcción. Esto debería preocuparnos tanto como otros problemas sociales.
A pesar de todos los avances, seguimos rodeados de materiales que no respetan la salud ni el entorno. Como químico e ingeniero químico, he podido intercambiar conocimientos en universidades como Stanford, Harvard y Princeton para analizar este aspecto alrededor del mundo, pero sigo percibiendo un atraso notorio respecto al mundo material.
En 2002, creó junto al arquitecto William McDonough el estándar Cradle to Cradle como alternativa al modelo lineal de producción. ¿A qué hace referencia exactamente este enfoque?
La certificación Cradle to Cradle (C2C) surge de un extenso programa de investigación destinado a comprender en profundidad la relación entre los seres humanos y el resto de especies del planeta, apostando por un modelo regenerativo. C2C es el único programa que ve a los humanos como una oportunidad para el planeta, porque tradicionalmente se ha dicho a las personas que aminorando su huella ambiental están protegiendo el medio, cuando realmente al reducir su factura energética o producir menos residuos únicamente están minimizando la destrucción.
“La certificación Cradle to Cradle surge de un extenso programa de investigación destinado a comprender en profundidad la relación entre los seres humanos y el resto de especies del planeta, apostando por un modelo regenerativo”.
Formamos parte de la naturaleza, que es un sistema completo e interconectado, y afirmar que uno quiere ser “climáticamente neutro” sin transformar el modelo actual de producción y consumo ni comprender su trasfondo, resulta una visión ingenua, cuando no directamente errónea. C2C es un estándar mundial que evalúa la sostenibilidad de los productos en cinco categorías clave: Salud de los materiales, circularidad del producto, emisiones (energía, aire y clima), gestión del agua y el suelo; y equidad social. De esta manera, asegura que todos los materiales y recursos utilizados en la producción retornan al ciclo de uso sin generar residuos.
Más de 34.000 productos han sido certificados con el sello Cradle to Cradle Certified®. ¿Qué valor diferencial representa esta certificación para los fabricantes que la obtienen? ¿cómo ayuda a certificar su compromiso ambiental?
Yo no hablo tanto de compromiso ambiental, sino de calidad holística de los productos. No se trata únicamente de proteger el medio ambiente como tal, sino de generar valor económico con lo que hacemos. Por ejemplo, existe un enfoque que transforma por completo la lógica del diseño y el consumo, y es el de vender un servicio y no un producto. Ya no vendes una lavadora, vendes 3.000 ciclos de lavado. No vendemos una alfombra, sino un servicio de embellecimiento del suelo.
Invertimos mucho en marketing para justificar productos que se desgastan rápido, pero cuando vendes solo el servicio, puedes usar los mejores materiales y mantener al cliente satisfecho. En este sentido, la vida útil de los productos debe estar claramente definida. Aunque la Unión Europea promueve que los bienes duren más, una lavadora con una vida útil de 40 años representa un obstáculo, ya que impide que la innovación tecnológica llegue al mercado.
“Aunque la Unión Europea promueve que los bienes duren más, una lavadora con una vida útil de 40 años representa un obstáculo: impide que la innovación tecnológica llegue al mercado”.
No se trata únicamente del "derecho a reparar", como promueve la Unión Europea, sino de diseñar desde el principio con criterios de durabilidad, desmontabilidad y eficiencia. Así, la innovación permitiría una recuperación óptima de materiales y funcionalidades, beneficiando a toda la cadena de valor. La clave no está solo en facilitar reparaciones, sino en rediseñar el modelo para garantizar un rendimiento sostenido y la circularidad desde su concepción.
¿De qué manera los requisitos de C2C reflejan el compromiso del estándar de promover un futuro más saludable y sostenible?
En Cradle to Cradle no se premia el concepto de “lo menos malo”. Hoy en día, ya existen más de 70.000 productos certificados en el mercado porque, en cuanto comprendes que ser menos malo no es lo mismo que ser bueno, aspiras a hacer lo correcto. C2C impulsa a las entidades a definir bien qué ofrecen y analizar su impacto sobre los recursos naturales, el entorno cultural y social, y también la salubridad intrínseca de los materiales utilizados.
C2C ofrece una oportunidad a las empresas para aprender más sobre sus propios procesos y generar mayor valor intrínseco. Debemos aprovechar los últimos 50 años de debate ambiental para promover la innovación y desligarnos del discurso del desastre ambiental, pues habitamos una realidad llena de oportunidades.
Aunque Cradle to Cradle ofrece una visión transformadora del diseño y la producción, su implementación no está exenta de desafíos. ¿Cuáles diría que son los principales retos que enfrentan las empresas a la hora de adquirir y poner en práctica el estándar?
La mayor dificultad radica en que muchas han invertido durante años en optimizar sus procesos de manera tradicional y la transformación requiere tiempo y dinero. Por ejemplo, hace 32 años trabajé con una empresa alemana del sector de la construcción que fabricaba tableros de partículas con isocianato y resinas fenólicas. Les propuse usar lignina, un aglutinante natural presente en la madera, para que el tablero pudiera ser tratado como madera no contaminada, incluso incinerarse sin riesgos para la salud laboral. Me respondieron que solo les interesaba cumplir la normativa, que no querían innovar.
Décadas después, esa misma empresa ha desarrollado un tablero de partículas certificado Cradle to Cradle que es más limpio, más seguro y más barato de fabricar. Sin embargo, como optimizaron tanto sus procesos anteriores, la transformación les resulta una tarea compleja, aunque el nuevo producto no genere problemas de salud laboral. De hecho, aplican un sobrecosto del 10 % solo para mantener protegida su línea de producción existente y conservar el nuevo material como un nicho exclusivo.
Esto es muy distinto a lo que ocurre en otras compañías que verdaderamente quieren transformar su modelo, como es el caso de Knauf. Aquí es diferente, pues están desarrollando algo auténtico. En estos momentos colaboramos para obtener nuevos sistemas de producción más sostenibles, eficientes y respetuosos con nuestro entorno. No asesoraría a una empresa que utiliza Cradle to Cradle como un mero pretexto.
Cradle to Cradle se perfila como un impulsor clave en la transición hacia una economía circular. En este sentido, ¿cuáles son los objetivos estratégicos que persiguen en materia de circularidad de materiales, regeneración ambiental y sostenibilidad a lo largo de toda la cadena de valor?
Aún siendo co-fundador, confieso que no me convence el concepto como mecanismo de control externo, pues implica que alguien que afirma ser "bueno" necesita controlar a los demás. Por eso la certificación es, ante todo, una herramienta de comunicación. La mejor parte es que el propio proceso de certificación ayuda a las empresas a evaluar el verdadero impacto de sus productos y a identificar oportunidades de innovación.
“Yo quiero ver edificios como árboles: que limpien el aire, que depuren el agua, que generen hábitats”.
Cradle to Cradle ha sido aceptada como estándar aplicable a productos dentro de las principales certificaciones de edificación, lo que representa un gran avance. Esto también facilita el trabajo a las empresas, que ya no necesitan obtener dos certificaciones distintas para sus productos de construcción.
Cradle to Cradle no dice "¿podrías ser un poco menos malo?", sino "qué bien que estés aquí". Mientras otros modelos se centran en minimizar el impacto, este propone disfrutarlo y celebrarlo desde un punto no dañino. Yo quiero ver edificios como árboles: que limpien el aire, que depuren el agua, que generen hábitats. La idea es mostrar que podemos construir edificios que aporten alegría, que al verlos no digas “devuelve los materiales al entorno”, sino “qué bien que esté aquí”. Esa noción de que "el edificio más ecológico es el que no se construye" aquí se sustituye por otra, pues la misión es cómo hacer que nuestra existencia tenga sentido y aporte valor.