
Desarrollan en Málaga un bioplástico con cera de abejas para conservar alimentos
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Un equipo de investigación del Instituto de Hortofruticultura Subtropical y Mediterránea ‘La Mayora’ (IHSM, UMA-CSIC) ha desarrollado en Málaga un bioplástico a partir de celulosa y cera de abejas con propiedades de barrera frente a la oxidación, la humedad y la pérdida de frescura. El nuevo material, biodegradable y transparente, se perfila como alternativa sostenible al polietileno convencional para el envasado de frutas, frutos secos o productos de panadería.
En el laboratorio, el bioplástico ha demostrado un comportamiento similar al plástico más común derivado del petróleo, pero sin sus impactos medioambientales.
“Se mejoraron las propiedades más importantes para conservar alimentos, como la resistencia al agua, a grasas y a la transmisión de oxígeno. Este bioplástico se parece más al polietileno que a la celulosa de partida”, destaca Susana Guzmán, investigadora principal del estudio.
De la flexibilidad a la protección
Este trabajo da continuidad a una investigación anterior en la que se combinaba celulosa con glicerol para obtener un material flexible, pero con limitada capacidad de protección frente a agentes externos. En esta nueva fase, los investigadores han incorporado cera de abejas, reconocida por sus cualidades como barrera natural y empleada habitualmente como aditivo alimentario (E-901).
Uno de los principales retos del proyecto fue lograr una mezcla estable, ya que la celulosa absorbe agua mientras que la cera la repele. A través de una técnica llamada drop-casting, los científicos consiguieron formar láminas sólidas a partir de soluciones de ambos componentes. Al aumentar progresivamente el porcentaje de cera, comprobaron que con solo un 5% se alcanzaban mejoras significativas en la resistencia a la humedad, oxígeno, grasas y luz ultravioleta.
Bioplástico eficaz y seguro
En pruebas con rodajas de pera, el nuevo material demostró su utilidad real: tras dos semanas de refrigeración, las frutas cubiertas con el bioplástico mantenían mejor peso, color y propiedades antioxidantes que las almacenadas sin protección. Además, los ensayos de migración confirmaron que el material cumple con los límites europeos de seguridad alimentaria.
En términos de biodegradabilidad, las láminas se descompusieron en menos de 30 días en agua de mar, incluso con las formulaciones más ricas en cera. Un comportamiento imposible en plásticos convencionales, que tardarían siglos en desaparecer del entorno.
Un paso más hacia el envasado sostenible
Este desarrollo científico, financiado por la Consejería de Universidad, Investigación e Innovación de la Junta de Andalucía y el CSIC, amplía el horizonte de materiales renovables aplicables al envasado alimentario. Aunque el método de fabricación aún no es viable a escala industrial, los resultados refuerzan la apuesta por soluciones basadas en compuestos naturales, inocuos y funcionales que reduzcan la dependencia de derivados del petróleo.
El estudio, publicado en la revista Food Hydrocolloids, ha contado con la colaboración de expertos del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla, el Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón, el Departamento de Química Inorgánica de la Universidad de Málaga y el Instituto Italiano de Tecnología.