Larga vida al Pacto Verde europeo
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El COVID-19 se ha colado en nuestras vidas, modificando nuestros planes y prioridades, incluso nuestro modelo de vida. Ante esta situación, la atención pública mundial está centrada en la manera en cómo todas las autoridades públicas están afrontando esta pandemia, evitando en la medida de lo posible una recesión profunda a nivel mundial.
Y en este sentido, también las instituciones de la UE y en particular la Comisión Europea se han visto obligadas a reaccionar y poner toda su “potencia de fuego”, política y económica para desplegar medidas urgentes en materia sanitaria y económica.
En particular, en los últimos tres meses hemos financiado con más de 140 millones de euros a proyectos y a científicos europeos que están trabajando contra reloj para encontrar una vacuna o tratamiento contra el COVID-19. También hemos impulsado la creación de una reserva conjunta de mascarillas, respiradores y material sanitario de la que España ya se ha beneficiado. Y, por último, y no por ello menos importante, a principios de mayo la Comisión coordinó una maratón global para recaudar fondos para financiar la investigación, producción y despliegue de vacunas y tratamientos asequibles para todos a nivel mundial. Hasta ahora han recaudado más de 7 400 millones de euros.
En materia económica, una de las primeras decisiones que tomó la Comisión fue la de la flexibilización de las normas fiscales y de ayudas estatales de la Unión Europea para que los países pudieran gastar más y poder así afrontar mejor la crisis sanitaria. Después, presentamos SURE, un fondo de hasta 100 000 millones de euros para proteger el empleo que pudiera verse afectado durante la pandemia. Además, para los países de la zona euro se ha aprobado una línea de crédito por valor de 240 000 millones con el único requisito que esos fondos se gasten en la lucha contra la pandemia.
Y en estos momentos, y tras las discusiones en el último Consejo Europeo, la Comisión está ultimando una propuesta ampliando de manera exponencial el techo de gasto para el próximo Marco Financiero Plurianual 2021-2027, para, como la propia Presidenta von der Leyen ha enfatizado, garantizar que la Unión está dispuesta a poner a disposición de Estados y de la sociedad europea una batería de medidas para ayudar al relanzamiento de nuestras economías y que haremos, parafraseando a Mario Draghi “whatever it takes”.
Todo ello, unido a las iniciativas del Banco Central Europeo abriendo una línea de compra de activos por hasta 750 000 millones de euros, y del Banco Europeo de Inversiones, poniendo a disposición de las empresas un fondo de hasta 200 000 millones en créditos para asegurarles liquidez, demuestra cómo todas las instituciones europeas hemos, de manera proactiva, reorientado nuestro trabajo a la lucha contra el coronavirus.
Una reconstrucción teñida de verde
¿Significan todas estas medidas que las prioridades de la Comisión han cambiado y que, por tanto, nos olvidamos de otras cosas que eran importantísimas hace unos meses? En absoluto. Las medidas descritas responden a la urgencia de la primera etapa, la de la contención del impacto de la crisis en el ámbito sanitario y económico; pero aparecerá pronto una segunda, la de la reconstrucción. Y dentro de esa reconstrucción el Pacto Verde europeo y, por ende, la lucha contra el cambio climático, tendrán un papel primordial.
Traigo a colación los últimos datos de Eurostat para mostrarles la titánica tarea que nos espera: solo en el primer trimestre de este año, el PIB de la zona euro cayó un 3,8 %, en comparación con el mismo periodo del año anterior. No se había visto nunca una caída tan pronunciada desde que comenzaron las series temporales en 1995. Las previsiones económicas que la Comisión presentó a principios de mayo auguran una caída del 7,7 % en la zona euro a lo largo de 2020. Con estos datos, cabría pensar que pueda surgir la tentación de tomar decisiones cortoplacistas y posponer la lucha contra el cambio climático. Nada más lejos de la realidad.
El Pacto Verde europeo ha llegado para quedarse porque se planteó como la mejor estrategia de crecimiento y empleo de la Unión Europea a largo plazo. ¿Qué mejor manera de plantear un plan de reconstrucción cuyos cimientos sean la lucha contra el cambio climático y la digitalización? Lo importante, es que el impulso político para seguir en esta senda verde y digital es firme: los propios gobiernos de la UE pidieron a finales de abril a la Comisión Europea que diseñara un plan de reconstrucción a largo plazo basado en estas dos líneas maestras. Larga vida, por tanto, al Pacto Verde europeo.
Se dice que las crisis, son también oportunidades. La única ventaja de ésta, es que hay financiación, planes y voluntad para que la recuperación se tiña de verde. El objetivo del Pacto Verde de convertir Europa en el primer continente climáticamente neutro para 2050 se mantiene. Para cumplirlo, ya contamos con herramientas técnicas, el Mecanismo Europeo de Transición Justa y el Plan de Inversiones para el Pacto Verde. Y aquí también está presente de nuevo la voluntad política: la presidenta de la Comisión Europea ha insistido en las últimas semanas en la importancia y la urgencia de mantener las inversiones en este campo.
A través del Plan de Inversiones para el Pacto Verde, el Banco Europeo de Inversiones pondrá en marcha préstamos que animen tanto al sector público como al privado a invertir en proyectos “verdes” como acicates para el crecimiento y el empleo. Por su parte, el Mecanismo Europeo de Transición Justa será el colchón sobre el que reposa la idea de que ninguna región y más aún en el contexto de la crisis del COVID-19, debe quedarse atrás. Esto es posible a través del Fondo Europeo de Transición Justa.
Dicho Fondo, que pretende poner encima de la mesa 100 000 millones de euros, cuenta ya con un primer impulso de 7 500 millones del presupuesto de la UE que irá destinado a ayudar a aquellas regiones que tengan más dificultades a la hora de afrontar la transición hacia una economía descarbonizada.
Pero no nos podemos quedar en apoyar solo a las regiones más necesitadas. Combatir el cambio climático es tarea de todos. Por tanto, no puede excluirse el apoyo a ninguna región. Para ello, parte de los programas vinculados a la cohesión -que buscan que todas las regiones de la UE converjan hacia un mismo nivel de prosperidad- se han reorientado para financiar iniciativas que sean consistentes con el cambio de modelo. Este enfoque beneficiará a regiones españolas como Asturias, Aragón y Castilla y León, al tiempo que permitirá combatir la despoblación.
La reorientación de los fondos de cohesión beneficiará también a las personas. Por ejemplo, a través de programas del Fondo Social Europeo, aquellas que viven en dichas regiones podrán beneficiarse de programas de capacitación que les permitan encontrar empleos en nuevos sectores.
Construir sobre el presente
Más allá del Pacto y de las circunstancias actuales, en los últimos años la Comisión ha propuesto o puesto en marcha iniciativas clave en materia de medio ambiente y lucha contra el cambio climático que demuestran ser más que relevantes en el actual contexto y nos dan confianza para saber que partimos de bases sólidas para el futuro.
Un buen ejemplo es el Plan de Acción sobre Economía Circular. Una de las bases sobre las que se asienta el plan es la de aprovechar más los dispositivos electrónicos: dichos aparatos deben durar más tiempo, los consumidores deben estar informados sobre el tipo de dispositivo que compran y las empresas deben alargar su uso todo lo posible. Como resultado de la aplicación de estas medidas, la presión en nuestro ecosistema descenderá. En el contexto de esta crisis este planteamiento a largo plazo tiene una mayor vigencia que nunca: estamos viendo que en algunos aspectos somos dependientes de países terceros; gracias a la puesta en marcha de este plan seremos más resilientes porque nuestros productos durarán más y descenderá el nivel de dependencia.
Otro ejemplo, es la Estrategia sobre Biodiversidad. La biodiversidad es más relevante que nunca. Los científicos han comprobado la relación entre la pérdida de biodiversidad y el COVID-19. Por un lado, en relación con el tráfico de animales salvajes. El mercado en el que el virus fue detectado era conocido por tráfico de animales salvajes. Por otro, la deforestación rompe la barrera de protección entre animales y humanos y nos deja más expuestos a los patógenos. Precisamente la estrategia tendrá en cuenta el tráfico de animales salvajes, la reconstitución de nuestros suelos y bosques y el desarrollo de la resiliencia de nuestra agua y de nuestra tierra. Por supuesto, con la ambición de que esta estrategia sea global, porque ni los virus ni el cambio climático entienden de fronteras.
En conclusión, el Pacto Verde europeo tiene una larga vida por delante y será un instrumento clave para la reconstrucción de Europa tras la pandemia. Tenemos las herramientas, la voluntad política y unas buenas bases sobre las que empezar esta titánica tarea.
Artículo publicado en el número 221 Marzo/Abril 2020